La Solea Solea tiene de «Vulgaris» únicamente su grafía latina. El afamado y níveo lenguado, por su blanca y dulce textura, fue dedicado al Creador por cristianos inspirados. Ya divinizado, recibió además, por su específica forma plana, el atinado nombre de «sandalias de Dios«.
Luis XIV, royal sibarita, calificándolo ya de real manjar de alta gama, lo reclamaba a su regia mesa y lo brindaba a su aristocrático círculo privado. Los antiguos Romanos lo consumían marinado y la coquinaria decimonovena envolvió su incomparable sabor de sublimes ocurrencias gastronómicas. Digestivo, liviano y de débil aporte calórico (70Kcal/100 gr.), puede consumirse varias veces semanalmente al vapor, sin peligro para la línea ni la dieta.
Otro cantar es el maravilloso lenguado meunière, delicia para las papillas y pura bomba de mantequilla para el organismo. Tan fino resulta que nos sacrificaremos sin rubor a la gourmandise, fundiendo a fuego muy manso 100 gr. de mantequilla salada de primera calidad (si se quema queda atroz) en una sartén de grandes dimensiones. Las proporciones están previstas para 3 personas.
Depositar seis filetes medianos de lenguado enharinados y dorarlos lentamente de cada lado. Retirar, depositar en un plato calentito, salpimentar, rociar de gotitas de limón natural, coriandro machacado para añadir un puntito de frescor, pimienta y listo. Con chapata calentita, de miga abundante, pan de nueces o pasas, todos los vinos blancos afrutados del cálido Mediterráneo queda genial, con champagne ni os cuento.
Sal gorda, fina, algas, salsa de soja, nata, especias, jalea de pimienta de Ezpeleta y canónigos cazan maravillosamente con ese impoluto príncipe marino. A la hora de comprarlo, adquiere solamente los ejemplares de piel limosa, brillante y húmeda.
