La romántica Virginia fue, en sus albores, un rincón marbellí apartado del casco urbano virgen de fincas y negocios. Al hilo del tiempo y del esfuerzo de sus promotores, tal moderno «minimarket«, nació un embrión de «tienda» pertrechada de comestibles de primera necesidad, que rápidamente evolucionó a vecinal sitio de tapeo-copeo y a su vocación definitiva de restaurante funcionando desde hace cuatro décadas bajo el nombre homónimo. La diminuta «República de La Virginia» ostenta un carácter privativo, no elitista, ya que enclavada en una zona bastante aislada, queda apartada del mundanal ruido y de los voraces paparazzi acechando la orografía costasoleña de las celebrities imperantes.
Preocupada por la intimidad de sus famosos feligreses gourmets, La Tienda, un must casi confidencial de las noches marbellíes, cuenta con una clientela anual estable, atraída por el relajante «charme» único de su frondosa terraza y el irresistible gancho de un recetario exquisito. Empero, su baza más atractiva sigue siendo el trato respetuoso dispensado por igual a las familias codeándose con artistas, políticos, notarios y vips internacionales.
En una de esas casas lindando la diminuta Plaza de Santa Clara abarrotada de flores, nos citó una de «virginianas» más bellas de la urbanización, Fernanda. Su residencia es puro reflejo de su persona, una lección de clase y de buen gusto. Nos recibe en el blanco retiro del porche familiar, donde la lámina lapislázuli de la apetecible piscina de potente geometría y una selecta vegetación cuidadísima cohabitan armoniosamente. El sol del atardecer engasta transparencias irisadas en el agua y el jardín, nítido y circunscrito en su intimidad clausurada por altos muros, es realmente de perfección edénica.
Fernanda y su esposo Alejandro Dogan han conseguido una ideal continuidad estética entre exterior e interior, de forma sutil, inteligente y depurada. El resultado es una casa equilibrada, muy vivida, con amplio salón abierto al frondoso espacio soleado, forrado de profusiones de hiedra, vaporosas caídas de níveos jazmines y bosquete de strelitzias, ese pájaro paradisíaco tropical mudado a flor espectacular, que anida cerca de una discreta zona de lectura. De noche, el recinto iluminado por velas debe desprender una magia digna de un cuento de hadas.
Sobre el pavimento rústico de enérgica cromática tierra están dispuestas unas tumbonas de amplios brazos, revestidas de coquetos colchonetas crema, acogedores bancos inmaculados, piezas de hierro patinado, mobiliario de mimbre con su patchwork de cojines, de textura y colores contrastados. Todo sugiere elegancia, serenidad e invita al relax, al buen vivir local.
En ese lugar emocionante y relajante, donde el tiempo parece detenido entre ardientes destellos de luz, ciertos detalles decorativos reflejan el intenso cosmopolitismo de sus dueños. Así lo soñó y lo consiguió una de las damas más elegantes de Marbella, combinación perfecta de amabilidad, sofisticación y belleza, Fernanda Ródriguez Rebanal. Alta, rubísima, de gran presencia física y arrolladora personalidad, destila chispa, dinamismo, simpatía, positivismo y clase. Mucha clase. Es un lujo excepcional poder acercarse a personas de esa calidad en esos tiempos de vulgaridad y banalidades tristemente celebradas. Hoy viste un contrastado conjunto de shantung indio, esa seda salvaje que le va como un guante y evidencia su inclinación por lo asiático. Nos habla con pasión de esa urbanización «con alma» descubierta trece años, de la cual toda la familia se enamoró. Lo suficiente, en todos casos, para abandonar Madrid y sus negocios de moda, anclarse en ese inspirativo lugar donde viven todo el año, en esa precisa y preciosa casa.
Ahí desarrolló su faceta de interiorista intuitiva, tejiendo en su nuevo hogar ese juego decorativo entre naturaleza, piezas antiguas y contemporáneas. Seguro que su paso por los negocios de la moda y su buen gusto nato ayudaron. Recientemente contactada por Pilar Vigarray, dueña de La Tienda, de la cual era amiga y clienta, se asoció con su marido al negocio. Nueva carta, nuevo cocinero y precios contenidos nacieron de esa flamante colaboración. Fernanda cree firmemente, que a pesar de la indómita crisis, dando buena calidad a un precio muy estudiado, la gente, que todavía sigue saliendo, responderá. El error sería «despachar» en lugar de vender y mediante esa filosofía, unida a una cocina natural y platos de alta calidad, elaborados con productos del terruño cambiando según el ritmo estacional, es muy posible que la iniciativa esté, incluso pronto, coronada de éxito. Con el dón de gente de nuestra amiga, seguro que funciona, de hecho agosto ha sido especialmente fructífero para la empresa que ahora parcialmente dirige.
Muchos son los proyectos que Fernanda acaricia, especialmente para el periodo invernal y los vecinos que también integran su nómina de comensales. Reuniones vespertinas, cenas temáticas, algo divertido para las fiestas navideñas, ya que últimamente en Marbella no existe nada especialmente orientado a eso, que sea original, inusitado y divertido para todos. En esa época de gran convulsión económica y brutales despidos masivos, hay que felicitar y apoyar las iniciativas de mujeres audaces como Fernanda, que no dudan, con esfuerzo, tesón e imaginación, hacer de sus sueños una tangible realidad, potenciar y crear empleos. Ser hostelera era la asignatura pendiente de nuestra anfitriona, ya que su marido siempre lo fue y desde una famosísima cuna. En efecto, Kurt Dogan, médico, músico de renombre y padre de Alejandro, llevó las riendas de la afamada Parrilla Rex madrileña, lo más importante del gremio en los años ’50-’60. Un lugar mítico, frecuentado por las stars internacionales más rutilantes de aquella década mágica.
A las fotografías que nos permitió tomar nos remitimos, pasen y vean en la galería ilustrativa, esa muestra nostálgica de aquella época en sepia y de puro ensueño, cuando las estrellas lo eran de verdad, vestidas de lujos irrepetibles y de esa intangible materia que compone el celuloíde y los sueños: el glamour auténtico. Esperamos que esas fotos harán las delicias de mitomános y cinéfilos empedernidos, siempre interesados por raras y preciosas instantanéas de ese tipo.
En un próximo artículo, todas las propuestas gastronómicas explicadas por el jefe cocinero de La Tienda.
Bar Restaurante La Tienda, Calle La Tienda nº 1, La Virginia (Marbella) – Teléfono: 952 86 74 61