Charles Louis-Napoleón Bonaparte, esposo de la española Eugenia de Montijo, sobrino de Napoleón I, último Emperador galo, decidió del nacimiento de ese alimento. En 1860, ciertos productos, además de conservarse mal, resultaban de consumo inaccesible para obreros y fuerzas armadas. Por tanto, el Emperador-Presidente abrió un concurso destinado a encontrar un alimento sustitutivo a la carísima mantequilla, de sabor cercano y grandes características nutritivas.
El 15 de julio de 1869 se entregó a su descubridor, Hipolito Mège-Mauriès, químico francés, patenta de la sustancia vencedora, bautizada «oleomargarina» y después «margarina» a secas por su cromática característica («margarita» en griego significa perla). En sus albores, la emulsión blanca compuesta de grasa de buey, leche y agua, poco tuvo que ver con sus componentes actuales (grasas vegetales u animales, leche desnatada, sal y emulsionantes). Del punto de vista nutritivo, las margarinas, dadas su naturaleza vegetal, contienen ácidos grasos esenciales, oméga3 y vitamina E.
Son recomendables para protegerse de las enfermedades cardiovasculares y además, actualizadas, se presentan aligeradas y parcas en materia grasa.