Pedro Sánchez y su chófer van en coche cruzando la meseta, cuando a la altura de Salamanca, de improviso, un cerdo sale de comer bellotas y se cruza en la carretera.
El conductor no puede evitarlo y lo atropella, muriendo el animal en el acto.
El líder del PSOE, muy circunspecto llama a toda prisa a La Moncloa, habla con su gurú Redondo y le dice al chófer:
—Localiza la granja a la que pertenece y explícale al dueño lo sucedido.
Tres horas más tarde, el hombre regresa tambaleándose, con el pelo alborotado y la camisa por fuera. En la mano lleva una botella de vino y una caja de puros.
—¿Qué te pasado? –pregunta el Presidente socialista.
—Bueno… –balbucea el chófer–. El dueño del cerdo me ha regalado esta botella, su mujer los puros y su hija me ha hecho el amor tres veces.
—¡Po´s, po´s!… ¿qué les dijiste?
—Les dije: «Soy el chofer de Pedro Sánchez y ¡acabo de matar al animal!»
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