La Iglesia, la parroquia, los sermones o la catequesis, no tienen por qué ser aburridos, aunque muchas veces lo son.
Se supone que tienen que ayudar a ese mandato de San Pablo en la Biblia (en sus cartas a los Filipenses y los Tesalonicenses) que dice: «Estad siempre alegres».
Y el humor -una característica espiritual que Dios dio a los hombres, y no a los animales- puede ayudar a ello:
EL ALCALDE ATEO
- El cura y el alcalde eran amigos desde pequeños, aunque el político era muy ateo y a veces discutían sobre Dios o los milagros.
Un día se fueron ambos a pescar en un bote de remos. Cuando estaban en mitad del pantano, los remos se les cayeron por error y quedaron flotando a varios metros de la barca.
El sacerdote sacó una medallita que llevaba al cuello, rezó una breve oración, la besó… y saliendo de la barca fue caminando sobre el agua, tomó los remos, volvió con ellos y así pudieron retornar a la orilla.
Al llegar a casa, la mujer del alcalde preguntó al político qué tal le había ido la pesca y el hombre muy serio, contestó:
– Muy bien, por cierto, ¿te puedes creer que el cura no sabe nadar?