Cincuenta años sin Dior, el diseñador que vistió de lujo la posguerra

Cincuenta años sin Dior, el diseñador que vistió de lujo la posguerra


(PD/EFE).- Tras devolver el esplendor a la moda parisina y convertir el lujo en el mayor antidepresivo de las clases altas tras la posguerra, una caprichosa espina de pescado acabó, hace ahora cincuenta años, con la vida del gran diseñador francés Christian Dior.

El creador del New Look se había retirado en el balneario italiano de Montecasini para llevar a cabo una cura de adelgazamiento, y la noche del 24 de octubre de 1957, al atragantarse durante la cena, desencadenó el ataque cardiaco que acabó con su vida.

Sólo diez años al frente de la firma que llevaba su nombre habían bastado para convertirle en uno de los grandes nombres de la moda mundial, referencia para Rita Hayworth, Ava Gardner y la duquesa de Windsor, y todavía hoy una inspiración confesa para diseñadores como Christian Lacroix, entre otros.

El color plomo que había marcado la guerra se convirtió en su bandera, aunque amplió su paleta a tonalidades más vivas, inspiradas en los jardines que su madre creaba en su hogar de infancia, donde dominaban el rosa y el gris.

«Los colores son maravillosos, ensalzan la seducción, pero hay que usarlos con delicadeza», explicaba, y, por ello, matizaba sus elecciones hablando de un «rojo intenso», un «verde eucalipto» o un «rosa suspiro» en su primera colección propia, que fue presentada con un éxito atronador el 12 de febrero de 1947.

Su sofisticación era cada vez más acusada, y sus colecciones aglutinaban también referencias al arte, por lo que sus tonalidades se fueron abigarrando en forma de un «gris Trianon», un «marrón Tiziano» o un «azul Vermeer».

Ese empleo del cromatismo único, preciso y sutil marcó su personalidad, innovadora pero adaptada de manera casi ergonómica a un público conservador, y le dio una fama que han mantenido viva, casi intacta, nombres como Yves Saint Laurent, Gianfranco Ferre y, sobre todo, su actual diseñador, John Galliano, que ha vuelto a deslumbrar en nombre de Dior a los especialistas en moda.

Nacido en la localidad normanda de Granville el 21 de enero de 1905, el futuro diseñador era el segundo de cinco hermanos de una familia que regía una fábrica de fertilizantes y que, cuando el pequeño Christian cumplió cinco años, se trasladó a París.

Aunque su vocación inicial fueron las bellas artes, su padre le inculcó la necesidad de estudiar para diplomático, aunque finalmente entendió los talentos de su hijo y le apoyó económicamente para abrir, en 1927, una galería de arte en la capital francesa.

Así, antes de manifestarse como un magnífico creador, Christian demostró tener el don de reconocer la belleza en las obras ajenas, y en las paredes de su local se exhibieron piezas de Picasso, Matisse, Dalí y Braque, hasta convertir su galería en una de las más prestigiosas de París.

Pero el sustento económico de su padre desapareció cuando su empresa se arruinó y, por ello, Dior empezó a ganarse la vida como ilustrador de moda para la revista Le Figaro en 1935, y tres años más tarde sería requerido, ya como diseñador, por el modisto Robert Piguet y, durante la Segunda Guerra Mundial, por Lucien Lelong.

Como muchos otros diseñadores franceses, Christian encontró en las esposas de los soldados alemanes o de colaboracionistas franceses un dudoso filón, que le inspiró para realizar cortes favorecedores y suntuosos para formas no precisamente modélicas.

Así, sus vestidos simulaban las sinuosidades de un reloj de arena o apelaban a lo voluptuoso y, con el apoyo empresarial de Marcel Boussac, creó su primer taller, en el número 30 de la Avenue Montaigne, con la idea de crear un nuevo estilo para después de una cruenta contienda: el New Look.

Con ecos desenfadados de la Belle Epoque -siempre con la imagen de su madre como base- y apostando por reducir las cinturas a la mínima expresión, creó una feminidad innovadora pero no escandalosa enfocada a la mujer de mediana edad y cuyo éxito empezó a construir, bajo su elegante creatividad, un poderoso emporio.

En 1948 abrió en Nueva York una boutique de «prêt a porter», y comenzó a abrazar con su firma la perfumería o los complementos y a difundir sus diseños a través de películas como «Stage Fright» («Pánico en la escena») (1950), en la que Alfred Hitchcock enfundó los vestidos de Dior a Marlene Dietrich.

Por superstición o con vistas a moldear su propio mito, Dior mostró durante los momentos más álgidos de su reconocimiento profesional, además de una timidez patológica, una serie de curiosas manías que incluía en todos sus desfiles, como la presencia de su flor favorita, el lirio, o una prenda que llevara por nombre Granville, su localidad natal.

Su obsesión por esquivar la mala suerte pareció tener cierto sentido dadas las azarosas circunstancias de su muerte y este viernes, como cada año aunque con más peso que nunca, París le ofrecerá una misa conmemorativa, mientras su casa de infancia se ha convertido en un museo que alberga un museo sobre su figura.

Dior, la firma, sigue vistiendo a personalidades como Madonna, Sharon Stone o Penélope Cruz. Así, se puede decir que la espina de su extraordinaria personalidad artística ha quedado clavada en la moda para siempre.

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