Ana Locking ofrece en Cibeles un canto al interior del cuerpo humano

Ana Locking ofrece en Cibeles un canto al interior del cuerpo humano

Desfile de la diseñadora Ana Locking durante la presentación de su colección primavera-verano 2011 en la Cibeles Madrid Fashion Week que se celebra en la capital. EFE

EFE/Archivo

Con estampados de fibras musculares, glóbulos rojos y leucocitos, Ana Locking presentó una colección de siluetas longilíneas, una oda al interior del cuerpo humano. «He buscado lo que tenemos en nuestro interior para vestirnos por fuera», explicó hoy a EFE la diseñadora.

Con la idea de mostrar lo corporal y lo espiritual, abrió el desfile con una serie de chaquetas muy armadas y estructuradas, en las que las espaldas abiertas se ajustaban a la piel con correajes de cuero y las mangas se despojaban del tejido para otorgar mayor movilidad. Algunas tan solo eran medias chaquetas con tiras que reflejaban la estructura corporal ósea.

En la segunda parte del desfile subió a la pasarela prendas de siluetas longilíneas, alargadas, como si se tratara de regios monolitos bien anclados a la tierra. Sedas, tafetas, satenes y lonetas de algodón fueron algunos de los tejidos sobre los que trabajó su colección. La seda, íntimamente ligada a las creaciones femeninas, la incluyó en camisas masculinas. El encaje, trabajado de manera muy artesanal, lo reservó para los diseños de fiesta y noche.

Y, como no podía ser de otra manera, el rojo, el color de la sangre, fue el denominador común de su paleta cromática. Aunque también aparecieron azules, «por aquello de la sangre real», así como limas y amarillos que simbolizaban la bilis, y suaves tostados que representaban los diferentes tonos de piel. Entre los complementos, llamaron la atención los collares y cinturones que simulaban la cadena del ADN humano y que adornaban las prendas masculinas y femeninas.

Más serena y reposada fue la propuesta de Juan Duyos, que rindió un homenaje a la mujer madura. «Son igual de bellas que a los veinte», explicó el diseñador, que apostó por tonos suaves que reforzaba con optimistas fresas, quisquillas y azules.

Con líneas rectas y fluidas, salpicadas con la magia de los cortes orientales, el madrileño propuso vestidos y conjuntos de faldas y blusas con estampados originales pintados por Belén Rodríguez. Delicados dibujos que impregnaban con la exquisitez de las piezas únicas cada prenda.

Como un homenaje sin protagonista no es un homenaje, cuatro mujeres maduras, entre cálidos aplausos, exhibieron creaciones del madrileño. Eloisa Bercero, la coleccionista de alta costura más importante de España, cerró el desfile con un maravilloso vestido largo plisado de color malva, acompañado con abrigo-kimono adamascado en amarillo dorado.

Francis Montesinos presentó una larguísima colección de estética «hippy» en la que predominaron los vestidos cortos y largos, adornados con volantes y superposiciones de croché. El valenciano recuperó su primer estampado para trabajar camisas y pantalones, algunos de ellos los lució el hijo de José Coronado y Paola Dominguín, Nicolás.

Inspirada en un «picnic» en el bosque, Ailanto mostró una colección correcta, en la que en la mayoría de las prendas se descubrían superposiciones de tejidos. Se vieron «shorts», minipantalones, vestidos muy cortos, monos con distintos largos y boleros de líneas fluidas, que dejaban al descubierto piernas y espaldas.

Los estampados, configurados a base de flores, plumas de codorniz y frutos del bosque, junto con un colorido que iba desde el frambuesa hasta el verde musgo, pasando por el rosa empolvado, el ceniza o el piedra, eran más propios de las estaciones frías que de las cálidas.

El trabajo de los gemelos Iñaki y Aitor Muñoz puso punto y final a la cuarta jornada de Cibeles Madrid Fashion Week, jornada que terminó como empezó: envuelta en una atmósfera otoño-invernal.

Por la mañana, Andrés Sardá ofreció un recital de lencería con tejidos abrigados como las pieles, las plumas y el neopreno.

Mientras que Miguel Palacio jugó con los contrastes y combinó algodones gruesos con tejidos más fluidos con los que dio forma a vaporosos vestidos en los que introdujo distintas tonalidades de naranja y rojos, el veterano Jesús del Pozo apostó por la estética grecorromana, repleta de drapeados.

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