La mala apariencia penaliza más de lo que gratifica el buen físico
En Estados Unidos proliferan los estudios que muestran cómo las personas con mayor atractivo físico suelen -siempre basándose en medias y estadísticas- tener mejores empleos y sueldos que los menos agraciados.
Visto desde el polo inverso, significa que un mal físico penaliza a las personas en el mercado laboral, es un elemento de discriminación, otra patada a la meritocracia.
Pero si es difícil de demostrar o cuantificar la discriminación por raza o sexo, más escurridiza resulta con relación al aspecto.
Como explica Amanda Mars en un reportaje titulado ‘Empresa busca guapo», que publica en ‘El País’, el físico preocupa. La Sociedad Catalana de Cirugía Plástica se sorprendió hace poco de que el 30% de 500 pacientes consultados consideraban que la intervención sobre todo les beneficiaría en el ámbito laboral.
Y la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición que España aprobó en 2010 recogía la prohibición expresa de discriminación por obesidad.
La relación entre belleza, fealdad, progreso y riqueza tiene poco -muy poco- de gracioso.
El economista Daniel Hamermesh, de la Universidad de Tejas, lleva desde los años noventa realizando estudios sobre el impacto económico de la belleza, si a los guapos les va mejor en el trabajo, se emparejan con personas más pudientes o, por ejemplo, tienen más facilidades para obtener créditos.
En su obra Beauty pays: why attractive people are more succesful (La bellezacompensa : por qué la gente atractiva tiene más éxito) calcula que un trabajador guapo en Estados Unidos ganará a lo largo de su carrera alrededor de 186.000 euros más que otro con las mismas características, pero un aspecto más insípido.
En otro de sus trabajos que analiza la relación entre belleza y mercado de trabajo, toma las encuestas laborales y de calidad de vida estadounidenses de los años setenta, que establecían que el 9% de los hombres considerados por debajo de la media en atractivo ganaban por hora, como promedio, entre un 7% y un 9% menos que el resto, mientras que el 33% considerados más atractivos tenía un plus del 5%.
Es decir, que la mala apariencia penaliza más de lo que gratifica el buen físico.