No jugueteo conmigo misma. Estamos inmersos en la dinámica de querer ser jóvenes en donde todos necesitan aparentar 30 a los 60 (Emma Thompson)
“Las arrugas de la piel son ese algo indescriptible que procede del alma”, señalaba la escritora y filósofa francesa Simone De Beauvoir. Por su parte, la novelista norteamericana Joyce Carol hablaba de ese paso de los cincuenta años y lo describía al cruzar la meta diciendo:
“Yo solía pensar que envejecer tenía que ver con la vanidad, pero en realidad tiene que ver con perder gente que queréis. Tener arrugas es trivial”.
En una línea similar se pronunció el eterno guapareas de Hollywwod Marlon Brando que afirmó, desde la lontananza de la madurez y tras el paso inexorable del tiempo por su ser:
“me habían impuesto el cliché de guapo a la fuerza, del músculo a toda costa y debía seguir el juego. Ahora diré que el hecho de que se me haya caído el pelo, haya engordado unos cuantos kilos y me hayan salido algunas arrugas no me preocupa. Soy un actor, no un sex symbol”.
Y el afamado escritor de Nueva Orleans, Truman Capote, que ansiaba que llegara ese momento a su vida.
“Arrugas y huesos, canas y diamantes: me muero de ganas de que llegue ese momento”…
Bogart no dudó en ningú momento en dejar pasar el paso del tiempo por su rostro.
La lista de famosos del mundo del cine, grandes figuras del teatro, la literatura…, que han abolido ese cliché histórico de la necesidad de una cara planchada es incontable, como también las referencias cinematográficas que diluyen esa imperiosa necesidad, ese canon de belleza uniforme.
En la cita Cuando Harry conoció a Sally, por ejemplo, en nuestro imaginario colectivo quedó grabada esa declaración de amor:
“Me gusta que tengas frío cuando fuera hace 21 grados, me gusta que te cueste una hora y media pedir un sandwich, adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviera loco, me gusta oler tu perfume en mi ropa después de pasar el día contigo y quiero que seas la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches”.
Sin embargo, hoy en día parece que existe una estigmatización de la arruga y un necesario y sinsentido canon de belleza que aboga por hacer desaparecer esa facción de nuestros rostros.
Como si se quisiera hacer desaparecer la lozanía del paso del tiempo, los misterios e historias que se esconden tras esas simas que asoman por nuestras frentes.
Susan Sarandon alza su voz en contra de la cirugía sin sentido.
Cientos, miles de revistas en todo el mundo, por no hablar de los incontables y dañinos programas de televisión que propugna que el bisturí y siempre, siempre, siempre, el único e inexorable recurso, para todos, todos, todos, independiente de si nuestro rostro está más o menos expuesto o si él es parte trascendental para nuestro trabajo como modelo, actriz, o si no es el caso como de hecho no lo es para cientos de miles, de millones de mujeres y hombres…
Y parece, tan equivocado como falso, que si su milimétrica hoja no ha penetrado en ningún momento ni en ninguna parte de nuestro cuerpo no seremos seres bellos, hermosos, mágicos… No es que uno no pueda retocarse, desde luego. Retocarse, sí, recurrir a la cirugía, también, pero con sentido común, sin obsesionarse.
El recurso excesivo y desenfrenado a la cirugía refleja como un objetivo el resultado de la prohibición de madurar. Y de hecho, al asomarse las primeras arrugas parece que la jubilación se acerca para todas aquellas que trabajan en la meca del cine. Algo ante lo que se han revelado actrices de la talla de Susan Sarandon, Geraldine Chaplin o Jodie Foster, que alzan la voz para pronunciarse en contra de esta apisonadora despiadada.
La sonrisa de Hollywood, la novia de América, Julia Roberts, acaba de ser escogida como nueva imagen de Givenchy para la primavera de 2015, y lo hecho, además, a una cara lavada y sin nada de maquillaje a sus 47 años. Algo que en el caso de Roberts no es un hecho aislado sino su tendencia de siempre .
“Para los estándares de Hollywood he asumido un gran riesgo no haciéndome ningún lifting”, ha reconocido recientemente la actriz.
Y años antes, con respecto a Lancôme, Roberts le dijo a la firma de belleza francesa que “quería ser una modelo que envejeciera”.
Thompson considera que las arrugas deben hacer sentir orgullosa a la mujer del paso de la vida.
Y es que aceptar el paso del tiempo con naturalidad y luminosidad es algo que contribuye a envejecer mejor. Algo que no entra en discusión en absoluto con preocuparse por el cuidado de la piel, con tratamientos faciales, por ejemplo, que aportan luminosidad y tersura.
Sobre el envejecimiento, Kate Winslet, dijo una vez en una entrevista al diario Telegraph, que no piensa someterse a ningún tipo de cirugía siempre y cuando no sea una urgencia que afecta a la salud.
«Va contra mi moral, contra la forma en la que mis padres me criaron y contra lo que considero belleza natural».
Emma Thompson, a sus 52 años, considera que las arrugas deben hacer sentir a la mujer orgullosa del paso de la vida. “No jugueteo conmigo misma. Estamos inmersos en la dinámica de querer ser jóvenes en donde todos necesitan aparentar 30 a los 60”.
Y Rachel Weisz, por su parte, ha declarado abiertamente que es partidaria de dejar envejecer al cuerpo por sí solo. “La gente que se ve perfecta no es sexy ni particularmente guapa”.