En la actualidad los seguros que nos garantizan tener cubierta cualquier eventualidad de la vida, proliferan en gran medida
Cada día recibo una media de tres email posponiéndome contratar un seguro, y una media de tres llamadas al teléfono fijo con el mismo interés. Me ofrecen concertar seguros dentales, médicos, de decesos, multiriesgo del hogar con inclusión de servicios de asistencia jurídica, mejorar mi seguro de coche y así un largo etcétera.
Pero, ¿qué recibo a cambio de una prima? Con ese nombre puedo intuir la respuesta. En la actualidad los seguros que nos garantizan tener cubierta cualquier eventualidad de la vida, proliferan como si de un gran negocio se tratara. Y debe ser un gran negocio cuando las entidades bancarias han pasado a ofrecerte de manera constante, y muy persuasiva, que conciertes seguros con las compañías, que, a su buen entender, te ofrecen las mejores coberturas.
Pero la realidad te llega cuando ocurre el siniestro. Entonces compruebas cómo todos son pegas, -desde «eso es caso fortuito» y no lo cubre su seguro-, hasta preguntas del tipo ¿Cómo puede durarle tanto el dolor de cuello por un latigazo cervical consecuencia de un accidente?
Cuando se producen los incidentes comienzana aparecer las pegas.
Las compañías de seguros, debido a la crisis, han establecido el axioma de que todos sus asegurados somos pícaros, que queremos engañarles, y utilizan los recursos económicos que obtienen de «nuestras primas», con el fin de crear pruebas para no hacerse cargo de aquello que aseguran.
Por ejemplo, se realizan extensos informes biomecánicos que pretenden demostrar que un golpe leve entre dos vehículos, con unos daños en el parachoques que conlleva un coste en el arreglo de 200 euros, no puede producir un latigazo cervical. Ello es debido a que no se tiene en cuenta las circunstancias de las personas que van en el vehículo, como por ejemplo, a esa madre que en el momento del golpe se encontraba en el asiento del copiloto con la cabeza girada riñendo a sus hijos que peleaban por unas chuches. Porque el impacto, claro que le puede causar un importante latigazo cervical, pero, como diría la compañía de seguros, entonces estamos ante la «concurrencia de culpas», porque en el vehículo hay que ir correctamente sentado, con el cinturón de seguridad bien anclado y esperando cualquier imprevisto de la circulación, que es una actividad peligrosa y de riesgo.
Los seguros familiares son otro campo de discusión.
Este ejemplo es uno de tantos que podemos encontrar en nuestra vida diaria, junto a otras graves situaciones, como la de la persona que resbala en el spa porque el suelo, que debería ser antideslizante, no se encuentra en dicho estado, y, como consecuencia de la caída, sufre graves lesiones. La responsabilidad queda cubierta por el caso fortuito y porque cuando uno accede a dichas instalaciones ya sabe que se puede caer.
Sólo existe un seguro con el que recibimos la cobertura prevista, y, salvo exquisiteces, no suele haber disputa, es el seguro de decesos, o te entierran o te incineran.