Mario Testino dijo de ella que irradiaba algo mágico. Una mezcla de belleza, glamour y nobleza
Icono es reflejo. Icono es paradigma. Icono es modelo. Diana de Gales lo fue y lo sigue siendo. Porque su estilo marcó una época. Rompió -con gusto- con los moldes preestablecidos, sirviendo de inspiración para el resto del mundo. Y su imagen de elegancia perdura en el imaginario colectivo. Reflejo de ello, la revista Time realizó un número especial de los 100 iconos de Moda con Diana protagonizando su portada
Si nos remontamos a los orígenes, descubrimos que Diana era hija de un Conde, el VIII, de la dinastía Spencer. Y que las relaciones sociales de su familia eran de importantes. No en vano, por ejemplo, el padrino de su bautizo fue el presidente de Christie´s John Floyd. Además, desde muy pequeña quiso ser bailarina y asistió a clases de ballet. Son pequeños trazos que entreveran un gusto por el arte y la estética.
David y Elizabeth Emanuel diseñaron el vestido de boda de Diana.
A los 20 años su figura recorrió el mundo por su boda con el Príncipe Carlos, convirtiéndose así en Su Alteza Real la Princesa de Gales. Su vestido de novia, diseñado por David y Elizabeth Emanuel, de corte romántico en seda color marfil -primero de sus golpes de efecto en Palacio-, de 25 metros de cola y más de 10.000 perlas, fue copiado una y otra vez por miles de novias durante los años ochenta.
En sus primeros años como Alteza Real vistió de diseñadores de marcas como Jasper Conran, Arabella Pollen, Bruce Oldfield, Catherine Walker o Rifat Ozbek. Eran trajes lujosos que configuraron la base de un icono de moda, tímido, que demostraba con sus elecciones la confianza en sí misma. Diana, por aquel entonces, no desentonaba con respecto al resto de familias reales y se la podía ver con blusas con lazos y volados, vestidos con telas que no marcaban el cuerpo y grandes capelinas sobrias color marfil o pastel.
Sin embargo, hacia 1984, después del nacimiento de su segundo hijo, Diana comenzó paulatinamente a imponer su sello propio y a modernizar la imagen de la monarquía británica. Primero fueron los vestidos y prendas de corte victoriano, las mangas abultadas, el tafetán y perlas bordadas. A estos siguieron los vestidos de cóctel, con escote redondo, los de fiesta con strapless o con aquellos escotes originales y genuinos, marca de la casa.
La imagen de Diana bailando con Travolta dio la vuelta al mundo.
Con su peinado, sencillo y corto, que mantuvo siempre, sus tallieurs, los vestidos de noche y las apretadas gargantillas al cuello, Diana personificaba la sofisticación. Porque Diana era etérea y espigada; el perfecto maniquí para cualquier modisto. Aquella timidez inicial se vio sepultada cuando en 1991, y tras ser fotografiada por Patrick Demarchelier, fue portada de la revista Vogue. Experiencia que repetiría tres años después con motivo de su 33 cumpleaños.
A mediados de los noventa, cuando su relación con el Príncipe Carlos no hacía sino empeorar, comenzó a abandonar paulatinamente los diseños de esos ‘desconocidos’ nombres de marcas británicas para comenzar a vestir de Versace -que se dice, llegó a ofrecerle un millón de libras por protagonizar una de sus campañas publicitarias-, Chanel, Christian Lacroix, Jimmy Choo, hacer sesiones de fotos -como la memorable con Mario Testino en la que lució un vestido lencero azul noche diseñado en exclusiva por Galliano-. Fue la época de sus vertiginosos escotes y faldas cortas. La paleta de los rosados era su preferida y le permitía un semblante suave, que destacaba aún más sus ojos azules y su piel de porcelana.
Los sombreros fueron una de sus muchas señas de identidad.
Los zapatos de salón bajos, sombreros, cuellos de marinero, con frunces y trajes de gala con escotes que lucían sus hombros y brazos fueron la marca personal de la «reina de corazones». En cuanto a los colores, siempre eran crudo, blanco, rosa, lila y verde menta. De noche, los vestidos largos y de líneas sencillas eran verde esmeralda, rojo pasión, negro o azules profundos.
Mario Testino dijo de ella que irradiaba algo mágico. Una mezcla de belleza, glamour y nobleza. Giorgio Armani comentó en alguna ocasión que «Sin lugar a dudas, Diana fue el más poderoso de los iconos de la moda y el estilo de su tiempo». Y Tom Ford que «Diana poseía algo más que estilo. Poseía una fuerza interna que la hacía brillar. Esta cualidad trascendía la moda».
Diana de Gales siempre será recordada por su estilo clásico, el uso de prendas con cortes limpios, sencillos y rectos y accesorios distinguidos. Para sus apariciones nocturnas adoraba los vestidos, con escote palabra de honor, siempre utilizados con sofisticación y buen gusto.