Ya te lo decía tu madre: cuando hagas algo, hazlo bien, porque hacerlo mal es doble trabajo. En el caso del running es doble trabajo para ti, y también para tu cuerpo, con el consiguiente desgaste, sobrecargas, lesiones, etcétera, etcétera. ¿Pero es que correr no es sólo poner un pie delante del otro? ¿Cómo sé entonces si lo estoy haciendo bien? Pues es más sencillo de lo que parece, porque hay algunas señales que pueden ayudarte a detectar que no estás corriendo de la forma más adecuada, y como eres una persona con suerte, te acabas de encontrar con un artículo en el que te voy a contar unas cuantas de ellas.
- Te estás ahogando. Olvídate de aquello que te decían en el colegio de tomar aire por la nariz y soltarlo por la boca. Cuando lleves unos minutos corriendo necesitarás tomar aire hasta por las orejas. No lo tomes de una sola bocanada, tómalo en dos o tres tiempos, según te sientas cómodo, y suéltalo al mismo ritmo. Verás, y sentirás, que tu cuerpo se oxigena mejor, y tú aguantas más.
- No aguantas ni diez minutos. Baja el ritmo, ¿es que alguien te persigue? Estás corriendo demasiado deprisa, relájate, corre tranquilo, fluye, y no tengas problema en caminar algunos minutos para recuperarte. Recuerda, no compites contra nadie, sois sólo tu cuerpo, tus zapatillas y esa camiseta fluorescente que te sienta tan bien.
- Haces mucho ruido cuando las zapatillas tocan el suelo. Si suenas igual que un elefante huyendo de su depredador es que estás corriendo mal. Debes sonar cual ágil gacela, el impacto de tus pies contra el suelo debe ser suave independientemente de los kilos que peses.
- Llevas el cuello y los hombros en tensión. ¡Error! Bastante castiga ya nuestros hombros y cuello el tener que pasarnos tantas horas delante de un ordenador como para que encima los tenses cuando haces deporte. Tus hombros deberían tener una posición relajada, no tenses tampoco los músculos de tu espalda en un intento de mantenerte más recto. Tu postura debe ser natural. Y por supuesto no mires hacia el suelo. La vida transcurre delante de ti, no en la vertical que trazan tus ojos y el asfalto. Mantén la vista hacia el frente, evitarás perderte lo bonita que es tu ciudad y que se te tensen los músculos del cuello.
- Te cuelgan los brazos a ambos lados de tu cuerpo como fardos. Los brazos, aunque no lo parezca, son parte fundamental en esto del correr. Mantenlos doblados unos 90 grados, sin separarlos demasiado de tu cuerpo. Acompaña tus zancadas con un suave braceo, hacia adelante y hacia atrás, no hacia los lados. Este movimiento equilibra tu cuerpo en carrera y reduce el esfuerzo que haces con tus piernas. Tus manos deberán estar en una posición relajada, si aprietas los puños acabarás por tensar todo tu tren superior y cansándote más, así que mejor sin tensiones.
- No te recuperas entre un entrenamiento y otro. ¿Estás estirando después de correr? ¿Estás descansando lo suficiente entre dos sesiones de entrenamiento? Los descansos son tan importantes como salir a correr, sobrecargarte y entrenar demasiado puede provocar el efecto contrario al que buscas y te hará ser menos eficiente. Descansa, te lo mereces y lo necesitas.
- Te duele. A ver, la fama cuesta, y un poquito de dolor es normal, pero si se alarga durante más de dos o tres días es que hay algo que no va bien. Descansa, recupérate, y si persiste ve al médico a que te hagan un diagnóstico. Una lesión mal curada puede arruinarte tu prometedora carrera de runner. Y eso, sin lugar a dudas, sería una gran pérdida para la humanidad y el equipo de atletismo de tu barrio.