Se mire por donde se mire, cada día es más evidente que Cayetana, la Duquesa de Alba, dejó un hueco enerome y una herencia enorme y envenenada (La Duquesa de Alba: «Jesús Aguirre y yo jodemos todas las noches»).
La guerra entre los Alba se recrudece y va a más desde que la duquesa falleció hace cuatro años y medio (La herencia de la Duquesa de Alba, de nuevo en el punto de mira).
Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia Martínez de Irujo, son los seis hijos que tuvo la irremnplazable Cayetana, y en teoría los encargados de continuar con su legado, preservando el patrimonio familiar…
Esto último, con muchos matices.
Las declaraciones de Cayetano Martínez de Irujo en las que acusaba a sus tres hermanos mayores con un rotundo «me lo han quitado todo» sacaron de nuevo a la luz el enfrentamiento entre los hijos de la duquesa de Alba (La exnuera de la duquesa de Alba: «Jesús Aguirre sentía un enorme desprecio por el género humano»).
Y no sólo porque Carlos Fitz-James Stuart, el actual titular del ducado, hizo salir del palacio de Liria al jinete, despojado también de la tarea encomendada por su madre para llevar las tierras y otros negocios de la familia (El misterio del testamento oculto de la duquesa de Alba, o el as en la manga que guardaba celosamente).
El anuncio estos días de que el palacio de Liria se convertirá en museo abierto al público ha provocado indignación en otros herederos de doña Cayetana, que prefieren evitar otra polémica mediática con su hermano mayor.
«Abrir Liria es un disparate, mi madre se levantaría de la tumba al ver su casa invadida de visitantes. Cuando el viernes de cada mes se permitía la entrada de media docena de personas durante un par de horas, para ver los cuadros de algunos salones, mi madre se iba a Sevilla porque le espantaba la idea, pero había que aceptarlo porque Liria está clasificado como Bien de Interés Cultural y es lo que toca».
«Carlos se ha cargado 600 años de historia, se ha cargado lo que nuestro abuelo reconstruyó con el esfuerzo de todos. Porque las obras de reconstrucción del palacio, destruido por un bombardeo durante la Guerra Civil, se llevó toda la fortuna y privó de lujos a la familia hasta nuestros días».
Otros de los hijos contrarios a la transformación del palacio en museo añaden que si su madre hubiera sospechado los planes de su primogénito «no sería duque de Alba y habría elegido a otro».
Y es que el proyecto de la duquesa de Alba para revitalizar las finanzas de la Casa iba más bien por hacer exposiciones con las obras de arte que atesora Liria, como las que se organizaron en el Palacio de Cibeles en 2012, o en Estados Unidos, en Dallas y Texas, en 2015 y 2016, con un éxito enorme, por cierto.
La aristócrata sí encargó a su hijo Cayetano que pusiera en marcha la marca Casa de Alba, que comercializa carne, quesos, aceite y otros productos de las tierras de la familia y hasta una vajilla de diseño.
Las primeras críticas de puertas adentro a las decisiones de Carlos Fitz-James Stuart, duque de Alba, surgieron cuando el vendió en 2016, la obra de Fra Angelico La Virgen de la Granada al Museo del Prado, en 18 millones de euros.
«Era el cuadro favorito de mi madre del que jamás se habría desprendido«, asegura uno de sus hijos a Informalia.
La obsesión de la duquesa Cayetana siempre fue mantener unido y blindado el inmenso patrimonio cultural y artístico de su padre a costa de prescindir de otros bienes de lujo, como aviones privados, yates o coches de alta gama, habituales entre las grandes fortunas.
Según algunos de sus hijos, el legado de su madre tiene los días contados.
«Acabaremos como los Thyssen, vendiendo todo y con una imagen desastrosa. Al tiempo».