(Paul Monzón).-Eran las 15:23 horas de un día como hoy, jueves 31 de mayo, pero de 1970, cuando un violento terremoto sacudió la región central de Los Andes en Perú.
El sismo de magnitud 7,8 grados en la escala de Richter, fue demoledor: devastó el pueblo de Yungay ( 2.458 m.s.n.m ), perteneciente al departamento -hoy región- de Ancash, provocando en el acto la muerte de miles de personas.
Tras 45 segundos, que parecieron una eternidad, la tierra dejó de temblar, pero la furia de la Naturaleza no se dio por satisfecha. Quería más.
Minutos después, cuando la tragedia parecía haber amainado, sobrevino un alud de proporciones apocalípticas que sepultó la ciudad matando a todos sus pobladores.
¿Qué había sucedido?
La potencia del terremoto provocó que una parte del pico norte del nevado Huascarán (6.768 mts) se desprendiera cayendo verticalmente sobre pequeñas lagunas glaciares originando así una impresionante avalancha. Se calcula que las miles de toneladas de lodo, nieve y rocas, cual Marabunta, descendió hacia Yungay a una velocidad de 200 kilómetros por hora.
YUNGAY DESAPARECE DEL MAPA
Y es así que en menos de tres minutos, cual gigantesco tsunami, la avalancha arrasó con lo poco que quedaba de este pintoresco pueblo asentado en las faldas de la Cordillera de los Andes.
Los sobrevivientes del movimiento telúrico no fueron conscientes de lo que se les venía encima, hasta que fue demasiado tarde. No tuvieron tiempo de escapar.
Se calcula que murieron 70 mil personas y 20 mil se dieron por desaparecidos.
Hace dos años visité aquel pueblo del cual sólo quedaron unas cuantas palmeras, y alguno que otro vehículo que sobresale entre las toneladas de tierra que ese fatídico día sepulto a toda una población.
Por esas cosas extrañas del destino, aquel día sólo se salvaron aquellas personas que fueron al cementerio a enterrar o visitar las tumbas de sus familiares.