Estás prohibidas muchas más cosas de las que imaginas y hay que ser muy cuidadoso, porque los agentes de fronteras no se andan con bromas.
Por la mínima, te pueden meter de vuelta a casa en un avión. O algo peor, porque el mal rato no te lo quita nadie, sobre todo si has mentido en la declaración.
Las gestiones aduaneras comienzan en el propio avión, donde se entrega a los pasajeros un formulario en el que se les pregunta si transportan mercancías de valor o que deban declarar en la aduana.
De esta manera, una vez el pasajero pasa por el control de seguridad debe proceder a recoger su equipaje y pasar el control de aduanas para poder salir del aeropuerto. Es en ese momento cuando el pasajero debe entregar el formulario previamente relleno en el que declara los artículos que lleva en el equipaje.
En el supuesto del dinero en efectivo, si no supera una determinada cuantía no es preciso declararlo ($10 000 en efectivo).
En cambio, en relación con los alimentos las leyes de aduana son muy estrictas. En este caso, el pasajero está obligado a declarar toda la comida que lleve, sin ningún tipo de excepción. Si no los declara y acaba siendo descubierto, no solo verá cómo esos alimentos son confiscados, sino que el pasajero se arriesga a que le impongan una multa.
La entrada a Estados Unidos de una larga serie de artículos está prohibida o sometida a restricciones por ley.
Los bienes afectados incluyen, entre otros, medicinas, substancias ilegales, alimentos, animales e incluso objetos de arte.
En todo caso lo más conveniente es consultar antes de viajar la web de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos.