El peso de la mochila es, a parte de la preparación física y el calzado, el aspecto más importante a tener presente antes de partir.
Es necesario reducirlo al mínimo posible, intentando que no supere el 10% o 12% de nuestro peso corporal.
En ningún caso debe exceder los 10 kilos, incluyendo el peso del agua.
A pesar de que todos los libros y guías del Camino advierten de este hecho, son muchos los peregrinos que deben facturar a casa parte del material, en algunos casos después de haber recorrido tan solo una o dos etapas.
Por lo tanto, debe evitarse llevar nada ‘por si a caso’.
Además, a lo largo de Camino encontraremos todo tipo de establecimientos donde poder comprar, en un momento dado, aquello que nos sea necesario.