Ahora que estamos próximos a reiniciar vuelos –primero domésticos, más adelante internacionales–, cabe resaltar algo que tal vez suene obvio: la conectividad aérea es un pilar fundamental del turismo. Sin ella, el turismo receptivo sería inviable. Incluso, parte importante del turismo interno es por aire, dada nuestra compleja geografía.
Lo cierto es que esta industria pivotal ha sufrido un golpe devastador con la pandemia. En otras latitudes han recibido ayuda gubernamental, pero no ha sido el caso en Latinoamérica. Cuando reiniciemos actividades, será con líneas aéreas muy debilitadas. Lo que nos pone en desventaja. Tendremos menor frecuencia de vuelos, lo que restringe el flujo de visitantes. Y otro handicap es que, ante la falta de recursos, las aerolíneas recortarán sus esfuerzos para marketear destinos turísticos. No olvidemos que buena parte de la difusión y promoción viene de ellas, para beneficio de países como el nuestro.
Primero, mejorar nuestro producto, aprovechando la coyuntura para realizar labores de limpieza y puesta en valor de nuestros atractivos. Segundo, Promperú tendrá que redoblar esfuerzos para ponernos en vitrina –ni pensar en reducir su presupuesto; al contrario, sin el apoyo publicitario de las aerolíneas, toda la “bulla” la tendremos que hacer nosotros–. Tercero, necesitamos pasajes aéreos a costos competitivos, una reducción estratégica de los impuestos que impactan en el valor final de los pasajes sería un gran acierto.
La reactivación del turismo está ya sobre nosotros: o corremos la ola o nos revuelca. ¡Si queremos competir, debemos actuar ya!
