Parece mentira. Desde que comenzó la pandemia, van seis veces que bloquean el tren a Machu Picchu (la más reciente hace dos días).
Estamos en la peor crisis del turismo, con la economía de Cusco devastada y, aun así, por sexta vez se ponen piedras en el camino de la reactivación.
Independientemente de los motivos de estas protestas, ni la forma ni el momento son apropiados. Es como tener un paciente esperando oxígeno y, cuando lo va a recibir, le doblan la manguera para bloquear el paso de aire. Esto perjudica a todos: afecta al turista. Golpea el bolsillo de los cusqueños.
Frena la recuperación de empleos. Le toca al partido de Gobierno, que en el pasado ha sido cercano a estas protestas, tomar una postura clara, que es la de velar por el bien común y el crecimiento de la región.
Ahora que los países extranjeros están retomando los viajes, es cuando más debemos mostrar nuestro mejor rostro al mundo. Esto implica desde lo básico, como ¡no cerrar el acceso a nuestra maravilla mundial!, hasta revisar la política de aforos a la ciudadela.
Es un recorrido al aire libre, en un terreno muy amplio, los turistas llegan vacunados y con test negativo. ¡Se puede seguir ampliando sin arriesgar contagios! Pero, más allá de la coyuntura actual, para crecer se necesita visión de futuro. Es fundamental dar inicio al proyecto de reordenamiento de Machu Picchu: construir el Centro de Visitantes y habilitar nuevos Caminos Incas para ampliar las zonas de visita y así preservar mejor la llacta.
