Desde que empezó la pandemia, impulsar la reactivación del turismo ha sido un camino cuesta arriba.
El problema es que, en lugar de intentar nivelar la cancha, ¡nos la inclinan aún más! Ejemplo clarísimo, el Estado insiste en pedir prueba PCR a todos los que ingresan al Perú. La medida está bien para los no vacunados, pero es una traba innecesaria para viajeros con dos dosis.
Obligar a pagar una costosa prueba PCR (o varias si viajan en familia) desincentiva el turismo receptivo. Sobre todo, cuando en otros países basta con el certificado de vacunación. Y si viajan con menores, peor. Hay que conseguirles certificado de buena salud antes de abordar el avión de regreso. Como si un extranjero conociera muchos pediatras en nuestro país. Aparte, ¿quién quiere perder tiempo de vacaciones sacando cita para que revisen a su hijo que está en perfecta salud? Es increíble; con una mano invitamos a los turistas, con la otra los ahuyentamos.
Las consecuencias están a la vista. Comparando con enero-agosto de 2019, en el presente año recibimos 71% menos turistas norteamericanos. 92.4% menos viajeros de Sudamérica. 51.7% menos visitantes de España. Si estuviéramos en lo peor de la pandemia, se entendería. Pero la vacunación está haciendo retroceder al coronavirus.
El mundo está volviendo a viajar y, la verdad, se nos está pasando la ola. Los países de la región crecen, nosotros nos quedamos. Cada turista que perdemos es una persona menos gastando en restaurantes, comercios, hoteles, taxis, artesanías, etc. Para hacernos una idea de la magnitud: según cifras del BID, un extranjero gasta en promedio US$800 por viaje. Vamos 3.6 MM de turistas menos que en prepandemia. Eso equivale a perder US$2,880 MM.
Si queremos recuperar el turismo y recuperar empleos, no más barreras inútiles. ¡No más prueba PCR! ¡Pasaporte de vacuna ya!
