Las más grandes salvajadas del siglo XX: Los «Trenes de la muerte»

Este viernes 27 de enero del 2023 se cumplen 78 años de la liberación del tristemente célebre Campo de concentración de Auschwitz, una de las aberraciones humanas más salvajes que uno pueda imaginar.

Las más grandes salvajadas del siglo XX: Los "Trenes de la muerte"
El autor en Auschwitz, Cracovia PD.

Auschwitz no solo fue el mayor campo de concentración y exterminio nazi, sino también el más letal de todos ellos: más de 1.100.000 personas fueron asesinadas tras sus alambradas.

Convertido en el símbolo inequívoco de los horrores cometidos por la Alemania nazi, sus restos e historia sirven hoy como advertencia universal de los peligros derivados del odio, la intolerancia y el antisemitismo y nos confrontan, asimismo, con los límites de la barbarie humana.

Barracones donde se hacinaban y dormían los presos. Foto: Paul Monzón.

Los campos de exterminio

Visitar el campo de Concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, no es una experiencia agradable, pero permite, casi un siglo después, ser testigo de la historia, comprobar in situ, que realmente existieron estos centros de exterminio.

Aparte de los barracones donde dormían y vivían hacinados los prisioneros y los hornos crematorios donde incineraban sus cuerpos tras morir en las cámaras de gas, una de las imágenes que más me chocaron durante mi estancia en Auschwitz, fue ver en directo los «Trenes de la muerte» esos armastotes rodantes en los cuales los judíos eran trasladados hacia los campos de concentración, lugar en donde se consumaría la «Solución final» que es el nombre del plan de los nazis para llevar a cabo el genocidio sistemático de la población judía europea durante la Segunda Guerra Mundial.

Los trenes de la muerte

Cracovia

Es invierno y la bella ciudad de Cracovia me recibe con su manto de frío siberiano que me atrapa con sus gélidas garras y me obliga a dirigirme al hotel a pasos agigantados.

Un té con limón y posteriormente una sopa Zurek, que es la más típica de Polonia (huevo cocido, alubias, patatas y salchichas), me devuelven la vida.

Muchos coinciden que es una de las más bellas ciudades de Polonia. A mi me encantó nada más pasear por sus calles, incluso por la Rynek Główny, plaza que con 40.000 metros cuadrados es el centro neurálgico de la ciudad. A solo unos metros, cada hora en punto, desde la torre más alta de la basílica, sale un trompetista que rememora el aviso ante la invasión tártara del siglo XIII.A pesar del frío polar, pude degustar de su gastronomía y disfrutar de un fin de semana de ocio al calor de unas copas y buena música.

Cracovia es hoy en día una de las ciudades más grandes, antiguas e importantes del país, lo cual contrasta con el macabro rol que cumplió durante la Segunda Guerra Mundial en la cual fue sede del gobierno general nazi y testigo directo de las más grandes atrocidades perpetradas por el género humano.

La esclavitud y la muerte

El cartel «ARBEIT MACHT FREI», «El trabajo os hará libres». era el letrero que colgaba (y cuelga) en el otrora campo de exterminio y que hoy irónicamente te «da la bienvenida» a Auschwitz.

Los «Trenes de la muerte»

Los trenes de la muerte, que no eran más que vagones para transportar ganado y en algunas ocasiones mercancías, partían desde todos los países ocupados por el III Reich. ¿Su destino?: los campos de exterminio.

Una vez en el destino, tras varios días de viaje en condiciones infrahumanas, los presos -en su mayoría judíos- eran esclavizados y llevados a las cámaras de gas.

En cada vagón podrían entrar hasta 50 personas, que muchas veces viajaban parados debido a la estrechez del mismo. Durante el viaje decenas morirían de hambre o asfixia.

Los vagones no disponían de ventanas, sólo de unas pequeñas rendijas para que pudieran respirar.

Los prisioneros casi nunca sospechaban lo que les deparaba el viaje. Eran vilmente engañados. Se les hacía creer que iban a campos de trabajo.

Los trenes de la muerte. Auschwitz. Foto: Paul Monzón

Inhumanidad

En Auschwitz, así como en otros campos de exterminio, las SS «trabajaban» desde el lunes hasta el sábado. Hasta ahí todo parecería normal. Pero se daban casos de que algunos trenes llegaban con prisioneros judíos un sábado por la tarde… Entonces era cuando se producía unos de los hechos más miserables de la condición humana, si es que hubiera algo de humano en ello: los prisioneros quedaban encerrados a su suerte en los vagones hasta el lunes siguiente sin que se les proporcionara agua ni alimentos.

Lógicamente, si ya habían muertos en los vagones, estos repudiables hechos sólo vendrían a acrecentarlos.

Así de crueles y miserables eran los nazis.

Cartel «ARBEIT MACHT FREI», «El trabajo os hará libres». era el letrero que colgaba (y cuelga) en el otrora Campo de exterminio. Foto: Paul Monzón

 

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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