El ocaso del turismo receptivo en Perú, la desidia, la incompetencia y el despropósito

El ocaso del turismo receptivo en Perú, la desidia, la incompetencia y el despropósito
Pirámides de Caral. Lima Paul Monzón

Increíble, pero cierto. Las pirámides más antiguas del mundo no están en Egipto, sino en la Ciudad Sagrada de Caral, al norte de Lima. Y de eso, hace 28 años de su descubrimiento. La nefasta política de promoción del país andino ha conseguido que una de las civilizaciones más antiguas del mundo, después de Mesopotamia, no la conozcan casi ni los mismos peruanos.

Ya lo decía el naturalista y explorador italiano Antonio Raimondi: “El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”. Si esta frase la extrapolamos a nuestros tiempos, sería como decir que «tenemos muchos recursos y un legado histórico inigualable, pero no sabemos valorarlo, y menos explotarlo».

Machu Picchu no es sólo el Perú

La otrora Tierra de los Incas, no sólo tiene como atractivo principal la ciudadela inca de Machu Picchu, sino innumerables lugares que causarían la envidia de  cualquier país del mundo. El Perú lo tiene todo, tanto en costa, sierra y selva. Y si a ellos sumamos la «Mejor gastronomía del mundo», sería como gritar tres veces ¡HURRA!.

Decía, tenemos innumerables atractivos como las Líneas de Nazca, esos enigmáticos y gigantescos dibujos plasmados en el desierto de Nazca; el Titicaca, el lago navegable más alto del mundo; la Selva y su majestuoso río Amazonas; el Cañón del Colca (Arequipa) dos veces más profundo y espectacular que el famoso Cañón del Colorado en Estados Unidos, que los gringos lo promocionan hasta en sus películas de acción; Chan Chan, la ciudad de barro mas grande del mundo; La Montaña de los Siete Colores (Vinicunca); la Ruta Moche, ese legado arqueológico inigualable cuyo icono es el Señor de Sipán, al norte del país; el balneario de Paracas y sus islas Ballestas; las paradisíacas playas del norte del país, Máncora… etc. La lista es interminable.

Cañón del Colca. Foto: Paul Monzón

La desidia, la incompetencia, el desconocimiento, la ignorancia y las pocas ganas de hacer patria nos han llevado a una nefasta situación que a pesar de tener mil y un atractivos, han provocado que el turismo receptivo decrezca. Se trabaja en contra del país. Y una prueba de ello es que a algún iluminado ya se le ocurrió elevar el precio de las entradas a Machu Picchu, cuando en todo el mundo se sabe que debido a las violentas protestas que sacuden Perú, la ciudadela inca, una de la siete maravillas del mundo moderno, está cerrada a cal y canto. Pero  eso sí, no es óbice para subir el precio de las entradas. Señores, primero solucionen este grave problema. Pero ojo- si viajar a Machu Picchu es caro, subir los precios de las entradas lo hará aún más inaccesible para el turista nacional. El turista internacional también lo notará. No crean que de sus orejas «brotan los dólares como cancha».

Si no saben gestionar ni promocionar el turismo patrio, busquen asesoramiento de los empresarios privados, aquellos profesionales que se juegan la camisa y su dinero invirtiendo y apostando por el turismo nacional e internacional. Ellos sí saben de lo que adolece el país, y cómo no, de lo que se necesita para salir adelante.

Recorran el país de canto a canto y entablen diálogos con los empresarios locales, hoteleros, agencias de viajes, vendedores de artesanías, hosteleros, etc. Si no saben de sus problemas, cómo diablos van a poder ayudarlos.

Controlen los precios, los servicios y la venta ambulante. No puede ser que en algunos comercios se busque timar al turista con el cuento de las prendas de lana de alpaca, o baby alpaca, cuando en realidad te están vendiendo otra cosa. Esto lo vi en Puno, Arequipa y Cusco, donde hasta las vendedoras ambulantes, a mi acompañante -ella española- le querían dar gato por liebre. Esta deleznable actitud perjudica a los comerciantes que sí son honestos.

Conozcan el Perú primero. No puede ser que si trabajan en pro del turismo, conozcan más Miami que vuestro país. Que no os pase como a cierto ministro de turismo que durante una feria del Perú Travel Mart hablaba de promocionar el Gran Pajatén, y cuando le pregunté si había estado allí, me confesó que «nunca».

Con violencia o sin ella, el turista peruano ha preferido viajar al exterior en vez que a Machu Picchu. Con decir que de enero a diciembre del año pasado -según publicó recientemente la revista Turiweb- la salida de turistas peruanos al exterior llegó a 2,118,522, lo que representa un crecimiento del 243% respecto a similar período de 2021, cuando viajaron 617,231 peruanos fuera del país.

Le sale más caro a un peruano de a pie conocer Machu Picchu que viajar a Cancún una semana y gozar de un «todo incluido». Así las cosas.

Tribu de los Yaguas: «Somos los grandes olvidados del Perú»

Tribu de Los Yaguas. Foto: Paul Monzón.

«Somos los grandes olvidados del Perú». Esta fue la queja que el año 2008,  cuando visité la amazonia peruana, me dieron los Yaguas, una de las principales tribus de la amazonia peruana, quienes viven asentados en un recodo del rio Amazonas. Uno de ellos espetaba: «Vinieron a hacernos fotos para los posters de promoción, pero jamás regresaron». Trece años después, cuando regresé a Iquitos, el panorama no había cambiado mucho, aunque en esta ocasión, a pesar de seguir siendo «olvidados» por el nefasto gobierno de turno,  Amazon Explorama Lodge, acudió en su apoyo.

Una curiosidad, todos los miembros de la tribu cayeron enfermos durante la pandemia del Covid, pero milagrosamente, ninguno de ellos murió. Según me contaron, se salvaron bebiendo una infusión que extrajeron de una planta de la selva.

El Señor de Sipán y nuestros desubicados diplomáticos

El 21 de mayo del 2009, ante un abarrotado auditorio de la Casa América de Madrid, se realizó la presentación mundial del documental «El Señor de Sipán», filme que recrea la vida de este gobernante moche del antiguo Perú y narra, a su vez, cómo fue descubierta su tumba cientos de años después por el arqueólogo Walter Alva.

Para José Manuel Novoa, director del documental que costó un millón de euros, esta era la primera vez que se hacía un documental de arqueología a este nivel, al menos en Perú.

«Tuvimos que hacer réplicas de las piezas que habían sido halladas y basarnos en la iconografía que se había descubierto para reproducir la pirámide y los santuarios de la manera más fiel».

Tras la proyección, una lluvia de aplausos sacudió el anfiteatro Gabriela Mistral. Finalizado el acto, me encontré de casualidad al arqueólogo peruano en la puerta de la Casa de América. Hacía un frio que helaba. Le pregunté si le iba a recoger personal de la Embajada del Perú en España y respondió con voz contrita: No.  Tampoco le habían visitado, ni se habían preocupado por él. Ninguna atención. Quise invitarle a cenar al día siguiente, el Dr. Alva agradeció la invitación, pero tenía que viajar de regreso al Perú.

Doce años después, la Sociedad Geográfica Española Internacional, le premió  en Madrid como un reconocimiento a la arqueología peruana y a una vida entregada a defender y poner en valor el patrimonio arqueológico de la costa norte peruana y el legado Mochica.

Aquella noche la Sociedad Geográfica Española le calificó como el «Howard Carter peruano», en alusión al descubridor de la Tumba del faraón Tutankamón. Un abarrotado teatro Goya en pié, le ovacionó. Un par de diplomáticos peruanos se hicieron presentes (unos días antes avisé a uno de ellos que el Dr. Alva iba a ser homenajeado en Madrid…y no tenía ni pajolera idea), justo para la foto, y luego tras darles unas palmaditas en el hombro, se fueron. Tampoco tuvieron un detalle con nuestro insigne arqueólogo. Para que saliera publicado en Perú tuve que, una vez terminado el homenaje, elaborar una nota de prensa, con foto adjunta, y se la envié a un colega de una agencia de noticias en Lima y éste -gran periodista- la rebotó a los diferentes medios del Perú.

Si no se ama al Perú y a nuestros valores, para qué diablos nos representan en el extranjero.

Finalizo. A diferencia del 2009, en esta ocasión pude invitar a cenar en Madrid a Walter Alva y a su señora esposa, junto con un colega periodista español que es un enamorado de nuestro querido Perú, en el restaurante peruano PISCOMAR. Departir con nuestro «Howard Carter» inca, al sabor de un buen ceviche y piscos sours, fue todo un honor para mí. ¡Viva el Perú, carajo!

El arqueólogo peruano Walter Alva recibe el Premio de la Sociedad Geográfica Española

 

 

 

 

 

 

 

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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