Si se llega a Molinaseca en coche, por la estrecha carretera que en su día fue nacional y ahora serpentea por las montañas entre Astorga y Ponferrada, ‘La Casa del Reloj' queda justo en el mojón del kilómetro 50
Hay diversas rutas a Santiago de Compostela, pero ninguna con la tradición, popularidad y arraigo mejor que el denominado ‘Camino Francés‘.
El Camino que une la localidad francesa de Saint Jean de Pied de Port con Santiago de Compostela es el eje más importante y popular de las peregrinaciones jacobeas.
Desde el descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago en Compostela, en el siglo IX, el Camino de Santiago se convirtió en la más importante ruta de peregrinación de la Europa medieval.
El paso de los innumerables peregrinos que, movidos por su fe, se dirigían a Compostela desde todos los países europeos, sirvió como punto de partida de todo un desarrollo artístico, social y económico que dejó sus huellas a lo largo de todo el Camino de Santiago.
En 1993, Año Jacobeo, se produce el resurgimiento peregrinal.
La mezcla de reto deportivo con religiosidad, con búsqueda de lo auténtico y de uno mismo, todo ello escoltado por estilos románicos y góticos, entre caballeros templarios y monjes benedictinos, entre hayas y trigos, entre castaños y carvallos, entre leyendas y milagros hacen del Camino de Santiago una experiencia singular.
A pie, hay quien los hace en dos semanas, incluso en menos tiempo, pero es recomendable destinar unos veinte días a la travesía o incluso un mes completo.
De todos los tramos, uno muy singular es el que comienza en Astorga, al final de la calcinante meseta castellana y termina en el Cebreiro, al borde de la verde Galicia.
Son un poco mas de 100 kilómetros y conviene dividir la caminata en cuatro etapas, para hacerla más placentera.
En bicicleta cambia todo, pero es casi obligado hacer un alto en Molinaseca, justo a la mitad, porque es allí donde se percibe de verdad el abrupto cambio de paisaje y de tonos.
Al salir de Astorga, el Camino Francés se interna por la maragatería. Comarca habitada en su día por arrieros y que aún conserva sus recias casas en sillarejo y provistas de portalón, sus danzas al son de la flauta y el tambor y sus guisos pantagruélicos.
Rabanal del Camino, fin de la novena etapa del Codex Calixtinus, y Foncebadón, en las laderas del Irago, se presentan como posibles finales de etapa.
Otra opción es echarle valor, saltarse esa parada y seguir hasta la Cruz de Ferro, clavada sobre un montículo de piedras a 1.500 metros de altitud y enfilar cuesta abajo, a la búsqueda del agua, los árboles, la sombra y la placidez del Bierzo.
En ese caso, tras pasar Manjarín, El Acebo y Riego de Ambrós, se da uno de bruces con Molinaseca, a orillas del río Meruelo.
El pueblo, que tiene dos soberbias iglesias y una refrescante piscina fluvial, cuenta con una buena red de tabernas, restaurantes de diverso precio, farmacia y bastantes casas rurales.
Una de las más logradas y la que recomendamos se llama ‘La Casa del Reloj’.
Hay que cruzar el puente románico, avanzar dos centenares de metros por la calle Real -que es por donde discurre el Camino de Santiago- y a la mitad, a la izquierda, ocupando toda la manzana y encuadrada por la calle dedicada al periodista Alfonso Rojo cuya familia es propietaria de ese enorme y antiguo edificio, por la Calle Real, la avenida de Manuel Fraga y una callecita sin nombre, está la Casa de las Torres.
Es al final de esa callecita, a la izquierda, unida a la mansión principal por un pasadizo elevado, que todavía permite cruzar a lo que fue la cuadra y donde estaba la zona de sirvientes de la Casa de las Torres, queda ‘La Casa del Reloj’.
Si se llega a Molinaseca en coche, por la estrecha carretera que en su día fue nacional y ahora serpentea por las montañas entre Astorga y Ponferrada, ‘La Casa del Reloj’ queda justo en el mojón del kilómetro 50.
Tiene enfrente un gran jardín arbolado, parte del cual sirve para aparcar sus vehículos a los que se alojan en la casa rural, que se distingue perfectamente por el reloj colgado en la fachada.
Además de la sala empedrada, con dos chimeneas centrales y una pequeña cocina donde puedes preparar lo que quieras, tiene 10 habitaciones (todas con cuarto de baño), con opción a dos camas o lecho matrimonial. Para casos excepcionales, hay disponibles algunas camas supletorias.
Un rincón idílico donde no suena el teléfono, no molesta la televisión pero hay wifi gratis y en cuya chimenea anidan las cigüeñas.