CRIMEN Y CASTIGO

‘Arrastao’: Así desvalijan las bandas de ladrones a turistas en las playas de Río de Janeiro

No todo es alegría en Brasil. También, aprovechando las fiestas, bandas de ladrones se dedican al ‘arrastao’.

En las imágenes se ve cómo decenas de facinerosos atacan a turistas extranjeros en las playas de Ipanema y Leblón para quitarles hasta la última de sus pertenencias.

No basta correr o meterse en el agua, porque los rateros son como la langosta y sólo se frenan, cuando llega porra en mano los policías playeros y se ponen a repartir estopa.

LOS DELITOS EN BRASIL

El presidente Bolsonaro atribuye a la indudable dureza con los delincuentes de que hace gala su Gobierno la histórica caída de la criminalidad en su primer año de mandato, pero las cifras hay que ponerlas en contexto.

Los asesinatos cayeron en Brasil un 19% en 2019, el mayor descenso desde que comenzó el recuento que gracias a una iniciativa de la sociedad civil reúne y homologa los datos estatales desde 2007.

Es una noticia esperanzadora, pese a que con más de 41.000 muertos el gigante sudamericano se mantiene entre los países más violentos del mundo. Son casi 10.000 asesinados menos que un año antes y también han disminuido otros delitos, como los robos o las violaciones.

Los datos confirman una tendencia que asomaba hacía meses. Son logros importantes porque la inseguridad es una de las principales preocupaciones de los 210 millones de brasileños, sean ricos o pobres. Y es lógico que el Gobierno del presidente Bolsonaro se felicite por ello.

Sin embargo, hay otro dato que no se puede obviar. Las muertes en operaciones policiales —también entre las más altas del mundo— han aumentado notablemente, sobre todo en el Estado de Río de Janeiro, donde hubo más de 1.800 víctimas el año pasado, el máximo en dos décadas.

Es un nivel de letalidad policial incompatible con un Estado de derecho afianzado, en el que las fuerzas de seguridad tienen el deber de proteger a la ciudadanía en lugar de ser consideradas por amplios sectores de la sociedad como una amenaza.

Las estadísticas muestran que la mayoría de las víctimas de acciones policiales son hombres negros y pobres que mueren alcanzados por disparos en incursiones contra el tráfico de drogas en favelas. Rara vez las investigaciones sobre esas muertes determinan que los agentes se excedieron en el uso de la fuerza, lo que refuerza una sensación de impunidad.

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