Paul Buchet

Santa Sofía: Basílica, museo o mezquita

El gobierno turco no quiere perder este edificio para el turismo

Santa Sofía: Basílica, museo o mezquita
Santa Sofía. PD

Entre los innombrables edificios religiosos  considerados  como patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la basílica  Santa Sofía de Estambul es un edificio simbólico que no venera ninguna “santa “Sofía” canonizada  sino que se refiere a la “Santa Sabiduría” divina porque ”Sofía” en griego  se traduce por  sabiduría. A diferencia de otros edificios que son signos de identidad y de unidad, como la “Notre Dame” de Paris por ejemplo,  Santa Sofía tiene una larga historia de conflictos  y de controversias tanto políticos como religiosos. A partir de su preexistencia en el siglo IV, desafió la historia siendo  construida y reconstruida varias veces, ha sobrevivido a una multitud de terremotos, incendios y saqueos superando todos los conflictos tantos religiosos como políticos. Por turno, fue Iglesia y mezquita  y hasta poco “museo”, el más visitado de Turquía. Después de la laicización del edificio por la instalación de la república turca en 1937, dejó de servir de mezquita. Pero últimamente, el gobierno turco decretó su reconversión parcial en mezquita para  las prácticas de las oraciones musulmanas. Esta decisión levantó numerosas críticas internacionales.

Entre todas las reacciones en contra, llama la atención  la  decepción del Papa Francisco I que declaró dolerle mucho este hecho. Su lamento se entiende  si uno recuerda el muy  antiguo resentimiento católico por la  separación de Constantinopla de Roma: el cisma ortodoxo como lo llaman los católicos. La basílica es  además el símbolo de la crucial descristianización del Medio Oriente por el predominio islámico en la Edad Media. A esto se suma un sordo cuestionamiento  cristiano  por el auge actual de la religión musulmana en el mundo. Hoy día, con estos temas de trasfondo, cristianos y moros  visitan esta basílica-mosquea de Santa Sofía.

El gobierno turco no quiere perder este edificio para el turismo y por razones políticas más que religiosas, su presidente decidió reabrir un espacio de oración  en  la “Ayasofya” (en idioma turco) la gran Mosquea de Estambul.

El turismo que se puede llamar “religioso” que visita las pirámides, los vestigios de los templos antiguos, las  catedrales, los monasterios y también los santuarios de peregrinaciones, es llamativo sobretodo en nuestro mundo que marginaliza las religiones en las vidas privadas. El atractivo de estos lugares es sostenido por todo un todo un entorno  comercial y este  interés por la “arqueología religiosa podría  interpretarse de dos maneras. Se puede creer que estas visitas reflejan la creciente secularización de nuestra cultura global  que tiende a considerar  las religiones como cosas del pasado. Pero se puede también descubrir que estas  reminiscencias del pasado religioso revelan a los turistas sus vacíos existenciales, son como una herencia misteriosa  que no quiere desaparecer. La democracia que se instaló en Turquía quiso ser “laica”  y convirtió Santa Sofía en un museo para evitar conflictos religiosos. En Europa, muchas iglesias y templos fueron desacralizados  parcialmente o totalmente, pero ellos, por estar en desuso.

Lo positivo del  turismo religioso  es de dejar abierto  el tema religioso. La sacralidad de los espacios y las expresiones religiosas  sobre todo si son artísticas no son reservadas a los arqueólogos e historiadores sino que se abren al gran público. Iguales que los santuarios de la naturaleza (el mar, el cielo, la cordillera, el desierto…) los santuarios “religiosos” encantan sus visitantes porque invitan a abrir los misterios seculares de la vida y de la muerte. Su antigüedad, su belleza y también la  historia que cuentan impactan y cuestionan. Cada visitante  le dará sus  interpretaciones personales.  En Santa Sofía,  la imagen mosaica de Cristo pantocrátor (todopoderoso)  de la época de las cruzadas  o los gigantescos medallones con los nombres de Allah y  Mahoma en árabe, al igual que la capilla sixtina  en Roma envían mensajes que pueden profundizar la curiosidad turística. Son voces del pasado, que  hablaron a muchas generaciones anteriores y  siguen hablando  todavía.

La secularización del turismo religioso resulta  una verdadera oportunidad  para las personas que se cansaron del desparramo institucional de las religiones. También para las personas que buscan  algo que sienten haber perdido. Lejos de los credos particulares y del sectarismo  autoritario, la arqueología religiosa  amparada por los organismos que vigilan su conservación da  su propio testimonio. Nadie puede decir que Santa Sofía no es mía. Cómo no puede decir que no son suyos  los megalíticos  de Stonehenge, Machu Pichu , el Moises de Miguel Angel, las murallas de las Lamentaciones  en Jerusalén, la piedra negra de La Meca  o el mausoleo del Taj Mahal, porque lo religioso que expresan estos santuarios  forma parte de nuestra humanidad. Son hitos que nos identifican como seres humanos. Hasta el ateo  si quiere cerrar las páginas de esta historia de las religiones tendrá que encontrar  una mejor interpretación para su vida y la del mundo

Después de darle sentido al turismo religioso a partir de la secularización de la basílica, se puede buscar entender los disgustos que suscita la decisión de volver a utilizar Santa Sofía como mezquita.

En primer lugar, no se comprende la declaración dolida del Papa. Junto con los judíos y los musulmanes, los cristianos son los únicos monoteístas en la población mundial. Los hinduistas, budistas, las religiones animistas y ancestrales desestiman  la comprensión e importancia de una referencia divina única. Pero el 60 % de la población mundial cree en el mismo Dios (porque no hay otro), esto  debería unir en  una fraternidad especial. De allí a preguntarse: ¿Cómo puede molestar a un creyente ver unas prácticas de oración de otros que profesan la misma fe en el mismo y único Dios?. ¿Preferiría, acaso el Papa, ver pasearse más turistas en Santa Sofía antes de  ver unos creyentes arrodillados  en oración?

Tampoco se entiende las declaraciones de la Unesco que exigen que se mantenga Santa Sofía como centro de encuentro de culturas. Unas oraciones practicadas  en margen de un museo no pueden molestar  los intercambios culturales, a lo contrario, Santa Sofía ofrece es una coexistencia  entre culturas, un encuentro de culturas  no antiguas sino “vivas”. Se debe denunciar el excesivo laicismo de los organismos nacionales e internacionales que quieren dejar  la espiritualidad y la religiosidad  en las esferas privadas por miedo a confrontaciones. El organismo internacional  que prefiere  la arqueología religiosa a las prácticas confesionales  desconfía de las posturas religiosas porque, en la historia, ellas  fanatizaron las posturas políticas  y crearon grandes conflictos. Tanto las políticas como las religiones se defienden unas de otras, todos defienden sus feudos, sus gobierno, sus ritos, creencias o proyectos, de allí nacen los temores y los desencuentros. Sin embargo los encuentros de culturas vivas es el primer paso para  lograr  encuentros constructivos y positivos.  Bajando el ecumenismo de las cúpulas religiosas a  las comunidades se logrará mejor compartir de fe.  Quitándoles los afanes de poder y de dinero  a las religiones se llegará a mejorar su conciliación.

En Estambul, la “Sabiduría de Dios” ha resistido al pasado del tiempo para promover esta búsqueda de dialogo beneficioso para todos.

Conviene  recordar lo que dijo Jesús: “Les aseguro que si ellos (sus discípulos) se callan, las piedras gritarán “ (Lucas 19,40)

Apartando todas las colas de diablos que hay en todas las religiones, los cristianos deben compartir con los musulmanes la fe en un “Ser supremo” que es la Santa “Sabiduría ” para los hombres; que, visitando Jerusalén compartan  la  “personificación” de Dios que se  heredó de  los judíos con el Antiguo Testamento., que, por en las  visitas de todos sus santuarios, catedrales y templos de por el mundo, los cristianos ortodoxos, católicos y evangélicos anuncien a todos que Dios amó tanto a  la humanidad  que se hizo hombre y murió dramáticamente para llevar los hombres a ser hijo(a) de Dios, que también los católicos sin arrinconarse en el vaticano  promuevan su convicción que la salvación va más allá del futuro individual, tiene dimensión colectiva e universal, es el propósito eterno de Dios, el destino  exitoso de la humanidad  de todos los tiempos.

Santa Socia devuelta a ser un lugar de oración  nos da un  testimonio  especial que no podemos perder. Impresionan los musulmanes inclinados en sus alfombras  haciendo sus oraciones. Esta búsqueda personal para  conectarse con Dios invita a revalorizar la “oración” cada uno en su propia religión. Conviene hacer algunas reflexiones en el tema porque se perdió mucha habilidad de  oración en nuestro mundo actual.

Las religiones  pierden la gracia de la oración cuando se quedan en el  formalismo de los rezos o de los ritos. Es comprensible que  los hinduistas y budistas, a su manera, ayuden los occidentales a recuperar la riqueza de la oración promoviendo los ejercicios de meditación y de yoga.  Se entiende que nuestros contemporáneos se resisten a la oración por el excesivo servilismo de los encuentros con Dios  por esto, conviene orar en una actitud más filial que sumisa; es mejor  “amar” a Dios “que limitarse a  “adorarlo”. En los cultos comunitarios y las liturgias, los imanes, pastores o sacerdotes desmovilizan a menudo sus feligreses acaparando, ellos, los roles principales para la oración. Existe también una comodidad popular de quedarse en las oraciones de peticiones individuales, esto puede  distorsionar la adecuada idea de Dios que no es ningún mago sino que interviene en la historia con el misterio de la intercesión humana.

Pero en definitivo no se puede  hablar con Dios si no se empieza por escucharlo. “Si hoy escucha su voz, no te cierra el corazón”.

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