Las cartas de amor del mayor terrorista del mundo

Sus coches bomba han matado en Irak a miles de personas. Decenas de secuestrados fueron decapitados bajo sus órdenes. Y, sin embargo, Al Zarqaui, tan buscado como Bin Laden, es todo un poeta en la intimidad. Es el terrorista más buscado después de Bin Laden. Su cabeza tiene un precio de 20 millones de euros y su firma está detrás de los atentados más crueles que desangran Irak. Pero Abu Musab al Zarqaui, líder de Al Qaeda en ese país, tiene una sorprendente mentalidad infantil, como revelan los escritos y dibujos que envía a su familia, donde mezcla asuntos religiosos con fábulas propias de un niño.

Cuenta El Correo del Caroní que disfrutaba redactando poemas llenos de ternura en los cuadernos de ejercicios de la escuela: versos ingenuos ilustrados con dibujos de colores amarillo, rosa y azul. Lo que no sabemos es si Abu Musab al Zarqaui experimenta el mismo deleite en los hechos criminales que le han valido la infamia en todo el mundo y que han hecho que se ponga a su cabeza una recompensa de 25 millones de dólares. En las páginas de los cuadernos, su pluma revela un pulso firme. Lo que no está claro es si ese pulso está igual de seguro cuando autoriza decapitaciones masivas o elige la colocación de carros bomba para provocar el mayor número posible de bajas, incluso entre la población civil.

No es sorprendente que se sepa tan poco de este terrorista de 38 años, nacido en Jordania, cuya organización, Al Qaeda Fi Bilad al-Rafidain (es decir, Al Qaeda en la Tierra de los Dos Ríos), reivindica ahora la responsabilidad de casi todas las bombas, decapitaciones, secuestros y atrocidades que se producen en Irak a diario.

El mito se alimenta siempre de misterio
También es dudoso que sea realmente su organización la responsable de todos esos crímenes. Los últimos datos dan cuenta de que las fuerzas «antiocupación» han dado muerte a al menos 2.500 civiles en Irak desde marzo de 2003, fecha de comienzo de la invasión norteamericana. La inmensa mayoría de estas crueles acciones se ha atribuido a los rebeldes islámicos, que tanbién han causado la muerte de unos 2.600 militares y policías iraquíes y más de 1.700 soldados estadounidenses. Una media de 34 iraquíes pierden la vida cada día.

Este hecho hace aún más escalofriantes, si cabe, las impactantes ilustraciones que aparecen en estas páginas. Al periodista francés Jean-Marie Quemener le entregaron estas cartas unos conocidos de Zarqaui en Ammán, la capital de Jordania. Le dijeron que «querían enviar un mensaje» por mediación de él «que contradijera la información falsa que los judíos y los norteamericanos están difundiendo por el mundo». En otras palabras, el descubrimiento de esta correspondencia es parte de una operación de propaganda muy poco disimulada.

Quemener y un colega libanés emprendieron durante el año pasado una viaje de investigación y los contactos de Zarqaui aceptaron hablar con ellos desde el anonimato: «Se acordó que el lugar de la cita fuera una rotonda de una carretera», cuenta el periodista. «Apareció un carro que dio una vuelta completa para rodearnos y luego nos hicieron una señal. Tuvimos que seguirlo a través de un laberinto de calles hasta que llegamos a un montón de arena, de la que se usa en la construcción, y a una casa común y corriente».

Fueron abordados por tres hombres impecablemente vestidos que los acompañaron hasta una habitación confortable y les ofrecieron café. Luego entraron en la habitación otras personas y, por último, según lo que ha contado Quemener, «hizo su aparición un individuo alto, con una cara de rasgos profundamente marcados y una mirada penetrante».

No se presentó, no dijo su nombre, pero estaba claro que «él era el contacto entre Zarqaui y Al Qaeda», prosigue el periodista. «Tenía una voz grave y entrecortada y sus ademanes eran bruscos. Hablaba con gran respeto y admiración de ‘su amigo’, junto al que aparentemente había combatido en Afganistán».

Cuando Quemener preguntó cómo un hombre de aspecto apacible y afectuoso era capaz de justificar la decapitación y el asesinato de compatriotas en Irak, le respondieron que ellos, los iraquíes y los norteamericanos que colaboraban con las fuerzas de ocupación, se lo habían buscado. El encuentro se cargó de tensión cuando los hombres se pusieron a rememorar las épocas pasadas con Zarqaui, su Emir. «Entre todos contaban la historia de ese hombre; todo se mezclaba con el polvo de las carreteras jordanas, las torturas en las cárceles, las batallas en Afganistán, las ejecuciones en Irak, el papel orientador ejercido por su madre…», recuerda Quemener.

Fue gracias a estos encuentros como el periodista obtuvo las cartas y los dibujos enviados por Zarqaui a su madre, a su hermano y a sus siete hermanas. Le aseguraron que el terrorista seguía remitiendo todavía desde Irak cartas como ésas a su familia en Jordania mediante mensajeros personales. Sin embargo, las cartas seleccionadas aquí las envió cuando se encontraba recluido en una prisión de Jordania. Detenido en 1994, había sido sentenciado a 15 años de cárcel por los delitos de puesta en marcha de una organización ilegal, posesión de bombas, posesión de armas de fuego e insultos al rey.

¿Vivo o muerto?
Cinco años después, a consecuencia de una amnistía, fue puesto en libertad. Son muchos los que creen, en particular dentro de la comunidad chií de Irak, que está muerto, extremo que es negado con la máxima vehemencia por todos aquellos que lo admiran y por un número creciente de militantes yihadistas que se inspiran en él. Al Qaeda no suele reconocer la muerte de sus dirigentes, como ha ocurrido con Abu Azzam, lugarteniente de Zarqaui. EEUU aseguró el pasado 27 de septiembre haber dado muerte a este terrorista en Irak.

En uno de sus poemas, bajo el título Dedicado a mi madre (la mujer murió de leucemia en febrero de 2004), decorado con un dibujo de un lazo, Zarqaui reproduce una historia infantil horripilante en la que un niño acepta que le paguen dinero por vender el corazón de su madre. En el momento en que está entregando el corazón al comprador, el muchacho resbala y se cae. Inmediatamente después se oye al corazón que pregunta: «¿Te has hecho daño, hijo mío?».

El relato subraya la creencia islámica de que una madre lo perdona todo. Al darse cuenta de que la mujer todavía sigue preocupada por su bienestar aun después de haberle dado muerte, el muchacho decide a su vez acabar con su propia vida en señal de arrepentimiento. Sin embargo, cuando intenta clavarse un cuchillo, el corazón de su madre le conmina a gritos: «¡Detén tu mano! ¡Me has partido el corazón una vez! ¡No lo hagas dos veces!». En otra de las cartas enviadas a una de sus hermanas, que Zarqaui firma como «vuestro hermano pecador, el desconocido», les pide a ambos que recen por él.

Sería muy arriesgado tratar de ir más allá de lo que significan literalmente estos textos de inspiración propagandística. En su inmensa mayoría, parecen corresponderse con las típicas notas personales que cualquier prisionero musulmán envía a sus familiares. Robert Pape, experto en organizciones islámicas radicales de la Universidad de Chicago, traza en su reciente libro Dying to Win [Morir para vencer] un estudio detallado sobre los terroristas, argumentando que expresar sentimientos es algo común en los combatientes suicidas y sus jefes. El autor indica que uno de los escritos de Zarqaui puede tener una gran importancia para comprender su pensamiento y las acciones armadas. «Expresa en él su preocupación porque personas poderosas no musulmanas utilicen su poder para atacar a los creyentes en el islam y convertirlos a otras religiones, presuntamente incluyéndose a sí mismo en esta alusión, lo cual contribuye a explicar las razones por las que él tenía tanto miedo de que las fuerzas armadas de Occidente, combatientes en Irak y en la península arábiga en general, supusieran una amenaza inminente para su comunidad. Eso refleja un sentimiento similar al de los primeros párrafos de su famosa carta a Osama bin Laden en 2004, en la que sostenía que el Ejército norteamericano había llegado a Irak con el objetivo de crear las condiciones que harían posible la segunda llegada del Mesías de los cristianos».

Zarqaui, mediocre estudiante y bebedor empedernido, abandonó pronto los estudios. En su ciudad natal de Jordania se le recuerda como un adolescente rebelde y violento, a pesar de que procedía de una familia beduina muy respetada. Su madre, profundamente religiosa y deseosa de encauzarlo de nuevo por el camino recto, lo matriculó en una mezquita de Ammán, conocida por sus tendencias salafistas, para que recibiera instrucción religiosa.

Después de aquello, en 1989, se marchó a Afganistán, donde se involucró en la Yihad, la lucha santa de los militantes islámicos radicales. El nombre auténtico de Zarqaui es Ahmad Fadil Nazal al-Khalayleh, aunque ha actuado bajo toda una serie de alias. Su encarnación más reciente se produjo a principios de la década de los 90, después de haber recibido adiestramiento en Afganistán. Al regresar a su ciudad de origen, Zarqa, adoptó su apellido actual para hacer explícita su ambición de representar ante el mundo la ciudad donde había nacido. En cuanto al nombre de Musab, lo ha tomado de uno de los guerreros del profeta Mahoma, una inspiración para los terroristas suicidas.

Su activismo permanente le llevó a ser detenido y encarcelado en 1994. Después de ser liberado de la prisión, se marchó a Pakistán, dejando definitivamente atrás a su familia, su vida anterior y su país.

Instalado en Hayatabad, en las afueras de Peshawar, cerca de la frontera con Afganistán y centro neurálgico de Al Qaeda, el regreso de Zarqaui coincidió con la aparición de esta organización. Entabló una gran amistad con Bin Laden e incluso trató de recaudar fondos para él, aunque finalmente se dedicó a fundar su propia banda terrorista con el nombre de Tauhid ual Jihad, es decir, Unidad y Guerra Santa (luego le cambiaría el nombre, en octubre de 2004, por el de Al Qaeda en la Tierra de los Dos Ríos). Volvió a aparecer en el año 2002 en Irak, donde se alineó con Ansar al-Islam, otro movimiento salafista radical, y consiguió abrirse paso hasta Bagdad después de la caída de Sadam Husein. En la actualidad se encuentra en paradero desconocido.

Quienquiera que sea el auténtico Zarqaui, se ha quedado en nada ante la leyenda del terrorista. Con toda seguridad, el Zarqaui de carne y hueso desapareció en algún lugar de este relato.

Fragmentos
Reza cuando se haga de noche y no estés nunca aburrido, así encontrarás complacencia una vez enterrado en la tumba y separado de tu gente. Ayuna cuando puedas porque esto te satisfará al tener sed. Haz siempre limosna secreta y públicamente y no seas tacaño sino generoso. Todo esto te sirve de sombra cuando calienta el sol del juicio final. Sé educado y tímido, siempre sonriente y no seas nunca malhumorado.

(Nota: consejos religiosos inspirados en los valores morales del islam. Zarqaui dedicó este libro a su familia. A cada destinatario le llama «cariño» y firma con el alias «El desconocido».)

Dedicado a mi madre:
Un hombre engañó una vez a un chaval ignorante. Le dijo: si me traes el corazón de tu madre, te daré muchas joyas y dinero. El chaval da una puñalada a su madre, le saca el corazón y vuelve con el hombre, Pero, disgustado después de lo que ha hecho, el joven tropezó y así se le cayó el corazón que llevaba. El corazón de su madre, lleno de sangre, le llama: «Mi querido hijo, ¿te has hecho daño?». Pero a pesar de la ternura de la voz de la madre, el hijo enojó mucho al cielo y, como consecuencia, el joven saca una daga e intenta apuñalarse. Pero el corazón de la madre, otra vez, le llama: «Para y no lo hagas. No quiero recibir dos puñaladas en el corazón, una tras otra».

(Nota: el islam considera a la madre el camino hacia el cielo; «El paraíso está bajo los pies de la madre», dijo Mahoma.)

Doy las gracias a Alá y pido su ayuda y su perdón. Le pido que nos aleje del mal y que nos guíe por el buen camino. A quien Alá le enseña el buen camino no puede equivocarse, y a quien Alá le hace equivocarse nadie lo puede corregir. No hay dios más que Alá y Mahoma es su profeta. Los creyentes de los profetas siempre han tenido muchas pruebas difíciles en la vida. Para que dios distinga el bueno y el malo que hay en ellos. Desde que Alá creó a Adán, le dejó en el paraíso y le enfrentó con la prueba del árbol.

De la manzana se sucedió una desgracia detrás de otra. Y mandó un profeta a cada civilización para enseñarles el camino de dios y por ello han sufrido los maltratos y la humillación.

Como dice Alá en su libro sagrado:

«¿O creéis que vais a entrar en el jardín antes de pasar por lo mismo que pasaron quienes os precedieron? Sufrieron el infortunio y la tribulación»…

Dedicado a los hermanos Salah y Um Kudama.

La distancia reemplaza ya nuestra compañía y los reproches ásperos sustituyen el perfume de la unión. Furioso el enemigo, porque bebíamos amor, elevó sus clamores para que nos ahogara, y el destino accedió. Y se desligó lo que estaba unido en nuestras almas, y se rompió lo que ataron nuestras manos. Te fuiste y me fui, pero nunca sanaron mis heridas del deseo de ti, y mis ojos jamás se secaron. Cuando mis pensamientos te susurran, casi me muero de dolor, pero lo acepto. Al perderte, mis días se han trastocado y hecho negros, cuando contigo mis noches eran blancas. Si el encontrarte se ha hecho difícil en este mundo, ya nos encontraremos en el valle del juicio…

(Nota: Ibn Zeydun, poeta cordobés del siglo XI, tenía una amante, Walada. Se separaron y para recuperar su amor, Ibn Zeydun le dedicó su poema más famoso. Ésta es una copia de Zarqaui.)

Esto es lo que pienso: si he acertado es por la ayuda de Alá y si estoy cometiendo un error es por culpa mía y del diablo.

Dios y el profeta son inocentes de mis errores. Mis queridos hermana y hermano, no olvidéis pedir a Alá que me ayude. Yo soy servidor de Alá. Y no soy el dueño de mi destino ni tengo fuerza sin su ayuda. Por eso os pido que no dejéis de pedir a Alá de día y de noche que me cuide y que perdone mis errores, porque sin su perdón estoy perdido. Pido a Alá paz y tranquilidad Vuestro hermano el desconocido.

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