Lo han cazado y al verse atrapado en su guarida, rodeado de mochilas-bomba como las utilizadas en el 7-J londinense, se suicidó. El malayo Azahari ben Husin –uno de los jefes de la Yemá Islámica y el principal fabricantes de bombas de la rama regional de Al-Qaeda–, era el terrorista más buscado de Indonesia. Se le imputan atentados en los que han muerto más de 250 personas.
Todo ocurrió el pasado miércoles, en una villa de la localidad javanesa de Batu, 660 kilómetros al este de Yakarta. Agentes de la unidad antiterrorista acordonaron la vivienda antes del tiroteo, en el que resultó herido un policía y murieron varios facinerosos.
Todo indica que hubo un soplo previo, pero la versión oficial es que los vecinos habían escuchado explosiones extrañas y avisaron a las fuerzas de seguridad, lo que desencadenó la operación.
Todavía no está claro cuántas personas se encontraban en el interior de la residencia, que quedó arrasada y donde han aparecido nuemrosos explosivos.
Tampoco si Azahari ben Husin falleció se pegó un tiro o fue acribillado por los policías.
Con anterioridad a este incidente se creía que Ben Husin se escondía junto a su lugarteniente, el también malasio Noor Din Moth, a quien se atribuyen funciones financieras en la preparación de atentados.
En los flecos de la operación, la policía ha detenido a dos cómplices de Azahari. Han sido capturados cerca de la ciudad de Semarang, en el centro de Java. Se trata de Muji y Dwi Widiyanto.
El jefe de la policía indonesia, general Sutanto, ha explicado que han hallado una treintena de bombas en la vivienda semidestruida y que otros dos terroristas, cómplices de Azahari y que actuaban como sus guardaespaldas se inmolaran con él, ante la llegada de las fuerzas de seguridad.