La venganza

Cuenta Alfonso Rojo en su columna semanal del diario ABC que ha estado viendo «Múnich», la última obra de Steven Spielberg y afirma entender que en Israel haya muchos que se sienten molestos con el director de «ET» y de «La lista de Schlinder».

«Los que sean de mi generación«- escribe Alfonso Rojo-, «adicta al cine-club de colegio mayor, se acordarán de «La batalla de Argel». La película se rodó a instancias de un terrorista, que se llamaba Saadi Yacef y fue líder de la célula del FLN en la kasbah. Afortunadamente, Pontecorvo era un genio y el resultado, en lugar de grosera propaganda, es una obra maestra. A pesar de eso, hay en el fondo una velada justificación de los actos terroristas».

Afirma Rojo que no ocurre lo mismo con Steven Spielberg:

El riesgo, en su caso, es que el espectador llegue a la conclusión de que no merece la pena castigar sin piedad a los terroristas.

«Múnich», centrada en la caza de los responsables del asesinato de once atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de 1972, pone el foco en la venganza y no en la masacre.

Según Rojo, la película está muy bien hecha y Spielberg ha tratado de ser cuidadoso, pero deja en el aire la duda de si jugará a favor o en contra de la guerra antiterrorista en la que estamos inmersos.

La revista Time publicó en portada hace un mes la única entrevista concedida por Steven Spielberg respecto de su nuevo film. En esa entrevista, el director deja claro que el film no toma decididamente ninguno de los dos lados, ni el israelí ni el palestino.

«Y al no hacerlo» -según explica Alfonso Rojo en su columna- «implícitamente toma ambos, da implicitamente parte de razón a cada «bando, lo que es políticamente inadmisible».

Continúa Rojo:

Spielberg relata los hechos con maestría. Presenta a los jefes palestinos bajo su luz más humana, pero no oculta en momento alguno el carácter vesánico de los matarifes de Septiembre Negro.

Salpicados en medio de una acción trepidante, se desgranan debates esenciales. Cuando el joven líder del grupo, que va dando caza uno tras otro a los responsables de lo ocurrido en la Olimpiada, manifiesta sus dudas ante la utilidad de lo que hacen, «porque cada vez que matamos a un terrorista surge otro para reemplazarlo», su veterano jefe le replica glacial que también se corta uno las uñas, «aunque vuelvan a crecer».

En la pantalla, como ocurrió en la realidad, Golda Meir asume toda la responsabilidad y formula lo que ha sido una de las líneas centrales de la persistente lucha de Israel contra el terrorismo: «Tienen que sentir que no sale gratis matar judíos».

Al final, sin embargo, es difícil sacudirse la impresión de que Spielberg -a fuerza de ahondar en la torturada psique del protagonista- corre el riesgo de convertir a héroes del Mossad en asesinos con dilemas morales.

No creo que las cosas sean así. De niño, una de las secuencias que más me angustiaban era aquella en la que el «sheriff» tiraba de las riendas y frenaba en seco, porque los facinerosos cruzaban el río fronterizo.

Para que la lucha contra los terroristas sea eficaz, hay que ir a la otra ribera cuando sea necesario, perseguirlos por medio mundo como se hizo con los criminales de Múnich y dejar que los remordimientos los sientan ellos.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído