Mahoma caricaturizado

Mahoma caricaturizado

El aquelarre de las viñetas de Mahoma pone de manifiesto, de nuevo, detalles penosos del conflicto entre Islam y Occidente. Uno es que la denominada «calle árabe«, termina limitándose a poco más que una turba casi de alquiler o fácilmente movilizable para quemar, saquear y matar cuando los demagogos musulmanes atacan instituciones políticas y periodistas. Otro es la ignorancia con que los medios occidentales abordan y valorab los temas que perturban a la comunidad musulmana global.

Escribe Stephen Schwartz que reporteros y comentaristas han fijado como un dogma la tesis de que el Islam prohíbe estrictamente la representación artística de Mahoma, de otros profetas, y de los seres en general, y que al publicar las viñetas del profeta, el diario danés Jyllands-Posten ofendía profundamente a todos los musulmanes. Los periodistas han timado con esta tontería al público occidental reciclando la apología del islam radical ofrecida por los “académicos” occidentales que disfrutan del mecenazgo de oscurantistas árabes ricos en crudo.

En la realidad, la representación de Mahoma no está universalmente prohibida en el islam. Es cierto que el islam estuvo marcado desde el principio por el horror a la idolatría, y las representaciones del profeta nunca se encuentran en mezquitas, que en su lugar son adornadas a menudo y célebremente con intrincados diseños no representativos conocidos como arabescos y entrelazados con trabajos de caligrafía. Pero el propio Corán no dice nada del tema de las imágenes, y las advertencias en su contra contenidas en el hadith, frases del profeta recogidas siglos después de su vida, han sido objeto de diversas interpretaciones.

Las representaciones del profeta fueron comunes una vez, por ejemplo, en el arte islámico persa y turco, aunque a menudo la cara o la figura de Mahoma en estos dibujos se dejaba en blanco o difuminada. Incluso antes de que los mongoles conquistasen Bagdad en el 1258, la civilización islámica cayó bajo el influjo del arte oriental, con su rica tradición de representación humana. Y después de la conquista, tuvo lugar una explosión de pintura y otras representaciones en el islam, incluyendo las representaciones de Mahoma.

Así es que la Galería Arthur M. Sackler del Smithsonian de Washington alberga una pintura del profeta sentado con sus compañeros. El trabajo aparece en la versión persa de Bal’ami de la Historia Universal de Tabari, desde el siglo XIV. Otra imagen, ésta del nacimiento del profeta, se encuentra en uno de los grandes hitos de la literatura islámica, el Jami’ al-tavarij (Compendio de Crónicas), escrito por Tabriz en Irán alrededor del 1314. La pintura, en acuarela, color y oro, se inspira en la representación artística cristiana del nacimiento de Jesús.

Un tema favorito de la ilustración islámica es el Viaje Final de Mahoma, un viaje extra-corpóreo a lomos de un caballo sobrenatural y la ascensión a los cielos que es un elemento clave de la teología islámica. El profeta aparece sobre un corcel mágico buraq volando sobre La Meca, en el 15º manuscrito del Jamseh o Ciclo en Cinco Poemas de Nizami Ganjavi, un poeta de Azerbaiján, hoy en el Museo Británico. Una imagen aún más profusamente ilustrada aparece en una miniatura persa de aproximadamente 100 años después.

A finales del siglo XVIII, el ascenso de la purista e intolerante secta wahabí, aliada de la familia Saud en el este de Arabia, provocó una oleada de iconoclastia dondequiera que apareciera el wahabismo. Vio la destrucción de muchos manuscritos, libros y trabajos artísticos famosos que contuvieran la imagen del profeta, con el argumento de que cualquier ilustración del ser es idolatría. La conquista saudí-wahabí de La Meca y Medina en 1924 y la consolidación del Reino de Arabia Saudí en 1932, enriquecido enseguida a través de la riqueza del petróleo, dio poder a los wahabíes para extender su doctrina fundamentalista por todo el mundo del islam sunní.

Gran parte de la opinión islámica sostiene hoy que la representación de humanos y animales está prohibida para los musulmanes. Pero no se ha enunciado ninguna norma firme y universal. Los musulmanes chi’íes a menudo conservan imágenes del profeta en sus casas así como de Alí, el cuarto califa o sucesor de Mahoma como líder de los fieles, y de Hussein, el nieto del profeta. Las muertes de Alí y Hussein marcan el inicio de la tradición chi’í.

El islam, por supuesto, no es el único en hacer motivo de debate la representación de seres. El judaísmo ortodoxo y algunas sectas cristianas entienden que la Biblia prohíbe las imágenes religiosas. El segundo de los Diez Mandamientos (Éxodo 20:4) ha sido enunciado en inglés de diversas maneras, “Aunque no os haréis ninguna imagen grabada o cualquier variante de cualquier cosa que esté en el cielo sobre la tierra, o que esté en la tierra debajo suyo, o que esté en las aguas bajo la tierra” (versión del Rey James I) y “No os haréis ídolo con la forma de nada en el cielo o en la tierra debajo suyo o en las aguas bajo ésta” (nueva versión internacional) — por citar sólo dos traducciones – que claramente dejan espacio a distintas opiniones.

LOS CARICATURAS DANESAS fueron en sí mismas inofensivas por encima de todo. La única que podría considerarse genuinamente provocadora mostraba al profeta vistiendo un turbante con forma de bomba con la mecha encendida. Una vez que determinados (énfasis en «determinados») musulmanes afirmaron que el trabajo de los artistas era ofensivo para todos los creyentes de la religión, tuvieron lugar a una serie de sucesos absurdos y trágicos. Clérigos islámicos daneses viajaron a países musulmanes con el fin de organizar una protesta, y llevando consigo no solamente las viñetas publicadas, sino también imágenes grotescas, incluyendo una de un hombre llevando el hocico de un cerdo, que hicieron pasar como imagen burlona de Mahoma.

Algunos diarios europeos volvieron a publicar las viñetas; pero el Jyllands-Posten se disculpó por ofender a cualquier lector musulmán. El redactor del diario, Carsten Juste, concluyó, «en nuestra opinión, los doce dibujos eran sobrios. No pretendieron ser ofensivos, como tampoco estaban en desacuerdo con la ley danesa, pero indiscutiblemente han ofendido a muchos musulmanes, por lo que nos disculpamos». Se provocaron disturbios en diversos países musulmanes, sedes diplomáticas danesas, entre otras, fueron atacadas, y han muerto personas.

Pero la costumbre occidental de apología y auto-rendición demostró ser contagiosa, puesto que incluso los políticos americanos ofrecían comentarios ridículos sobre el tema. Bill Clinton, invitado a un foro empresarial en el estado Pérsico de Qatar, atacó las viñetas como «aterradoras» y las comparó con la propaganda antisemita. El portavoz de la administración Bush Kurtis Cooper declaraba, «estas viñetas son ofensivas en la práctica para la fe de los musulmanes. Todos reconocemos y respetamos completamente la libertad de prensa y de expresión, pero debe ir acompañada de la responsabilidad de prensa. Incitar al odio étnico o religioso de esta manera no es aceptable».

Pero las viñetas cuestionables acerca de temas étnicos o religiosos son una expresión protegida en Estados Unidos, y no son incitación. Incitación significa instar directamente a la gente a matarse mutuamente, no reírse de una figura religiosa. Las imágenes antisemitas y anti cristianas proliferan por los medios de todo el mundo sin comentarios excepcionales por parte de las autoridades americanas. Las desagradables imágenes anti-judías son particularmente comunes en los países árabes, cuyos líderes y agitadores sociales carecen de cualquier posición moral como para quejarse acerca de nada que se diga o se publique en Occidente.

Los cristianos y los judíos de América se han opuesto durante mucho tiempo a las caricaturas que encuentran insultantes para Jesús, la Virgen María, el Papa y otros clérigos católicos, destacados predicadores evangélicos, o líderes israelíes. Pero no han causado disturbios ni han amenazado a nadie de muerte. Los musulmanes tienen que aprender que no poseen una posición especial en Occidente, al margen de los estándares normales de conducta y civismo. Si los musulmanes no pueden soportar las expresiones de crítica e incluso falta de respeto al islam en Occidente, deberían volver a residir en tierras musulmanas.

Esto es un principio bien establecido en la ley islámica, según lo enunciado por el Gran Ayatolá Alí Sistaní, el clérigo chi’í iraquí, así como por los juristas sunníes. Sistaní, es de notar, ha reaccionado al conflicto de las viñetas con ejemplar calma, condenando las viñetas pero también criticando a los musulmanes «equivocados y opresores» cuyas actividades, dijo, «dan una imagen oscura y distorsionada de la fe”.

Además, incluso si existiera unanimidad musulmana que prohibiera la representación de seres o incluso del profeta, ningún musulmán normal va a creer que tales normas se aplican a los no musulmanes. Los musulmanes corrientes no afirman que las normas de su religión deben ser seguidas por aquellos al margen de ellas. De otro modo, intentarían evitar que cristianos y judíos residentes en sociedades de mayoría musulmana bebieran vino (como hacen los wahabíes).

Los musulmanes creen que su revelación es el mensaje definitivo ofrecido por el creador de la humanidad, y los fundamentalistas de entre ellos utilizan esto como pretexto para condenar el judaísmo y el cristianismo. Los musulmanes radicales tienen derecho a tales creencias y expresión de las mismas en Occidente; pero si los no musulmanes no pueden caricaturizar a Mahoma, ¿cómo pueden exigir los musulmanes protección a su derecho a negar que Jesús sea el hijo de Dios? Los musulmanes radicales no hacen caso de la obvia verdad de que la prohibición de la crítica a cualquier religión les afecta tan negativamente como a otras.

¿DE QUÉ VA REALMENTE TODO ESTO? ¿Por qué llevó a los musulmanes seis meses reaccionar a las viñetas? El estallido interpretado con falsedad se origina en dos asuntos ideológicos, ninguno de los cuales tiene base alguna en el islam como religión. El primero es que los musulmanes que se quejan son incitados a la violencia por representantes de la secta wahabí de financiación Saudí, que odia toda representación de seres, igual que odian los cementerios, las mezquitas históricas y otros objetos que afirma inducen a los musulmanes a cometer maula o idolatría. Los saudíes están involucrados actualmente en el vandalismo a gran escala contra la arquitectura islámica antigua de su propio territorio; recientemente demolían cinco mezquitas antiguas en Medina, incluyendo una construida por Fátima, la hija del profeta.

La misma actitud destructiva quedaba en evidencia en la destrucción de las colosales estatuas pre islámicas de Buda en Bamiyán, Afganistán, por los Talibanes y Al Qaeda en la primavera del 2001. En aquel momento, un amplio abanico de «expertos» occidentales sobornados intentaba justificar el vandalismo citando la presunta prohibición islámica de las imágenes religiosas. Pero los gobiernos de los restantes países musulmanes — incluyendo el régimen ultra radical chi’í de Irán — nunca se han embarcado en la destrucción de su herencia arquitectónica y artística pre-islámica. ¿Podemos imaginarnos al gobierno egipcio devastando los tesoros de arte faraónico y escultura monumental con el argumento de que no son islámicos? ¿Volarían en pedazos la esfinge?

Aunque es más siniestro, el objetivo de intimidar a los occidentales para que se callen acerca de cualquier aspecto del islam a través de este estallido de fanatismo y brutalidad realmente es secundario. La tercera pieza del rompecabezas y la peor es el esfuerzo obvio por mantener el control sobre los elementos más marginales y retrógrados de la comunidad islámica, especialmente de la residente en Occidente, de modo que el enfoque positivo del wahabismo de financiación saudí permanezca sin ser desafiado entre aquellos que representan la mayor amenaza para el fundamentalismo islámico: los musulmanes moderados.

En gran medida, los wahabíes han logrado sus objetivos en este escándalo. Políticos y medios occidentales han cedido, y grupos de presión de financiación saudí tales como el Council on American-Islamic Relations pueden felicitarse hoy de haber dado una lección de falsa sensibilidad a medios y gobiernos no occidentales. Pero aquellos que defienden la censura sobre la base de un falso conocimiento del islam deberían plantearse: ¿es realmente tan débil la fe de más de un billón de personas como para sentirse amenazada por unas cuantas viñetas?

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