Idilio nuclear entre Irán y la IAEA

A la vista de lo que está jaciendo la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA), que en lugar de coger el toro por los cuernos reviste sus informes de palabras equívocas y se limita a remitir el programa nuclear de Irán al Consejo de Seguridad de la ONU, es difícil saber si reír o llorar.

Subraya Caroline Glick que Teherán saludó la resolución con el anuncio indignado y combativo de que detendría toda cooperación con los inspectores de la IAEA. El presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, anunciaba el domingo: “Si esta resolución os satisface, seguid y decretar cuantas queráis”.

Añadió que en lo que a él se refería, la decisión de la IAEA mostraba que sus miembros eran “estúpidos”, porque “no comprenden que el mundo ha cambiado. Creen que todavía estamos en la Edad Media, donde unas cuantas personas deciden y otras acatan. Pero esta era ha terminado”. Irán también anunció que reanudaba completamente las actividades de enriquecimiento de uranio.

Tanto con las esperanzas de que la remisión del programa nuclear de Irán al Consejo de Seguridad serviría para disuadir y moderar el gobierno iraní para esto.

El quid de la cuestión es que la IAEA y sus estados miembros – Estados Unidos primero y principalmente – han concedido a los iraníes tres buenos motivos para creer sentirse libres de continuar con el programa de armamento nuclear sin consecuencias.

Casi increíblemente, a pesar de las pruebas claras de la Agencia de que Irán trabaja en construir bombas atómicas, la decisión de la IAEA, en lugar de remitir el tema al Consejo de Seguridad inmediatamente, pospone cinco semanas más la remisión del programa nuclear de Irán al Consejo de Seguridad de la ONU. Aparte de esto, el hecho es que la probabilidad de que el Consejo de Seguridad tome cualquier decisión significativa en la materia el mes que viene es casi cero, o nulas.

Inmediatamente después de hacerse pública la decisión de la IAEA, el gobierno chino, poseedor de veto, anunciaba que China se opondría a cualquier resolución que pidiera sanciones sobre Irán. En una interesante elección de palabras, el embajador de China ante la ONU, Wang Guangya, explicaba que su gobierno se oponía a las sanciones como “cuestión de principios”.

Aparte del hecho de que Irán acaba de recibir cinco semanas para enriquecer tanto uranio como le apetezca, y de que China ha dejado claro que bloqueará cualquier resolución de sanciones contra Irán, está el hecho de que uno de los mayores defensores de Irán es el hombre a cargo de presentar el informe sobre Irán al Consejo de Seguridad.

EL DIRECTOR DE LA IAEA, Mohamed ElBaradei, de Egipto, ha pasado la mayor parte de los dos últimos años y medio – desde que aflorase por primera vez la información referente al incipiente programa de armamento nuclear de Irán – reventando activamente todo intento de remitir el tema de la violación por parte de Irán del Programa de No Proliferación Nuclear al Consejo de Seguridad de la ONU. Su defensa de Irán le ha obligado a saltarse consciente y evidentemente la carta de su propia organización. La carta de la IAEA estipula explícitamente que cuando exista cualquier prueba de que un estado firmante del NPT se esté comportando de modo no-transparente con respecto a sus actividades nucleares, ese estado se debe remitir al Consejo de Seguridad.

Las maniobras de ElBaradei encaminadas a escudar a Irán de la crítica han estado marcadas por el absurdo. En octubre del 2004, por ejemplo, declaraba que “el tribunal tiene que decidir aún si los mulás quieren la bomba o no”. Al mismo tiempo que ElBaradei hacía estas declaraciones, Mohammed Ghannadi, director en funciones de la Organización de la Energía Atómica de Irán, declaraba al Teherán Times que las instalaciones de conversión de uranio en Isfahán “se encuentran hoy operativas al 70%”.

La clemencia de ElBaradei, que roca con el colaboracionismo, sólo es equiparable con su animadversión contra Israel. Una vez tras otra, ElBaradei ha afirmado que sería hipócrita censurar a Irán, o tomar cualquier medida en absoluto contra él, mientras Israel tenga capacidad nuclear. No es difícil imaginar el tipo de presión que ha ejercido sobre Estados Unidos a lo largo del fin de semana con el fin de que suscribiera la ofensiva, ineficaz e insidiosa decisión de la IAEA de convertir en “objetivo” de la IAEA hacer “Oriente Medio libre de armas de destrucción masiva, incluyendo los medios de fabricación”.

Como entendió casi todo el mundo inmediatamente, el propósito de esa cláusula era equiparar a Israel y su presunto arsenal nuclear con Irán y su programa de armas nucleares.

Y por eso, a la luz del hecho de que este es el hombre dotado del poder de redactar el informe sobre Irán que será presentado el mes que viene ante el Consejo de Seguridad, puede darse por sentado que ElBaradei entregará un informe lleno de explicaciones tendenciosas y salidas de pata de banco, el propósito del cual será hacer tan difícil como sea posible obtener el apoyo de la mayoría para tomar cualquier acción de cualquier tipo contra Teherán.

A UN NÚMERO ALARMANTEMENTE GRANDE de respectos, la decisión norteamericana de hacer depender toda su política con respecto a Irán a llevar el tema ante el Consejo de Seguridad de la ONU refleja su decisión de trabajar con ese organismo sobre Irak. En ambos casos, las tentativas norteamericanas de construir una coalición de los reticentes en la ONU han sido un soborno a la opinión nacional norteamericana, que sólo se ha dividido más desde la invasión de Irak, y a las potencias europeas, cuyo principal papel en la escena internacional es debilitar la capacidad de Estados Unidos de emprender su guerra contra el fascismo islámico. Y en ambos casos, la decisión de la administración Bush a ocuparse de temas críticas a través del marco de la ONU ha sido ineficaz cuando menos.

No es sólo que, dada la postura de China, no haya posibilidades de conseguir que se apruebe una resolución de sanciones contra Teherán, es que Estados Unidos está a punto de repetir el fallo de finales del 2002, cuando no pudo aprobar una segunda resolución sobre Irak. Al margen de ser un fracaso con conocimiento de causa, relegar el tema del programa iraní de las armas nucleares a la ONU ata las manos de Estados Unidos y las de sus aliados de dos maneras.

En primer lugar, el tema de que tras dos años de encogerse de hombros, la IAEA decida finalmente remitir el tema al Consejo de Seguridad atasca a Estados Unidos en una situación en la que es posible hacer algún progreso, pero imposible hacer progreso real. Esto es una situación peligrosa. Puesto que la decisión de la IAEA hace que la gente crea que se están haciendo progresos cuando no es así, Estados Unidos no podrá justificar las acciones fuera de la ONU en el futuro próximo.

Además, al operar bajo los auspicios de la ONU entra tentativa infructuosa de formar una coalición con estados que no están interesados en ayudarle, Estados Unidos se ha prohibido hacer cualquier intento de trabajar con una coalición de dispuestos al margen de la tutela de la ONU. Tal coalición, por supuesto, existe, pero Estados Unidos está obligado ahora a no hacer ninguna maniobra para formarla y liderarla, ocupado como está aguardando un informe taimado e ineficaz de ElBaradei el baazista el mes próximo.

FINALMENTE, por supuesto, llegamos a Israel, el país que más se juega en la prevención de la adquisición de armas nucleares por parte de Irán. Aquí hacemos frente a dos problemas. En primer lugar, Israel está encabezado hoy por el gobierno más incompetente de su historia. El hecho de que el primer ministro en funciones Ehud Olmert celebrase cálida en lugar de cínicamente la decisión de la IAEA apenas es el ejemplo más reciente del hecho de que el presente gobierno es incapaz de defender los intereses de Israel de modo directo y sin pedir perdón.

Aparte de esto, a todas luces, será increíblemente difícil que Israel ataque con eficacia las instalaciones nucleares de Irán. Será completamente imposible que Israel lo haga sin la asistencia norteamericana tácita cuando menos a la hora de permitir que la aviación israelí reposte combustible en las bases norteamericanas de Irak, Afganistán y Turquía. Dado el hecho de que Estados Unidos se ha involucrado en alianzas imposible con la ONU, es difícil prever una situación en la que tal asistencia operacional crítica estaría próxima.

De todo esto vemos que lejos de avanzar la causa de evitar que Irán adquiera armas nucleares – que ya ha anunciado que utilizará para aniquilar a Israel y que hará completamente imposible de ganar la guerra contra el radicalismo islámico liderada por Estados Unidos – la resolución de la IAEA simplemente ha encerrado a Estados Unidos en una política sin ninguna posibilidad de tener éxito.

No puede haber duda de que debe llevarse a cabo inmediatamente una revisión radical de la presente política hacia Irán.

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