¿Una ventana a la jihad en los puertos norteamericanos?

¿Una ventana a la jihad en los puertos norteamericanos?

La controversia acerca de la cesión de operaciones en un cierto número de puertos norteamericanos a una compañía radicada en los Emiratos Árabes Unidos se metamorfoseó rápida – y desafortunadamente – en pugna política nacional. El fondo es si Bush y los suyos tienen realemnte claro el espinoso embrollo de la Guerra contra el Terror.

Escribe Walid Phares que el tema de la gestión portuaria es enmarcado en este momento por algunos más como un asunto de Puertos-entrada que como un examen racional de un tema de seguridad nacional al estilo de la Comisión del 11 de Septiembre. Desafortunadamente, la rápida politización de la seguridad nacional, con sus ramificaciones sobre los argumentos de credibilidad de la directiva – porque te lo digo yo y lo sé bien – perjudica la visión general del debate. Intentemos tratar el tema de los Emiratos Árabes Unidos en análisis calmado, justo y sistemático.

Las partes involucradas en el debate presentaron en cierto número de argumentos que complicaron la comprensión del tema central por parte del público. He aquí unos cuantos y mis comentarios al respecto:

Identidad étnica
Los partidarios del acuerdo afirman que sería injusto que el gobierno norteamericano rechazase el acuerdo con los Emiratos Árabes Unidos sólo porque sea «un país árabe». Este argumento no se sostiene, porque en ninguna parte de las opiniones contrarias se establece que el acuerdo tenga que ser rechazado «porque» la parte contrayente sea «un país árabe». En primer lugar, la oposición al contrato se aplica a otros países de toda procedencia: árabes y no árabes. Lo que se aplica al tema concreto de los Emiratos Árabes Unidos también se aplicaría a Indonesia, Malasia, Venezuela, Arabia Saudí, Irán, Nigeria y a otros muchos candidatos. El tema no va de «la identidad nacional» de los UAE, sino de la capacidad de los terroristas para penetrar en el sistema norteamericano ingresando en un país particular.

¿Ofender?
Otro argumento extremo que se hace, no necesariamente por parte de los portavoces del gobierno, sino por parte de comentaristas, es que «no cerrar un acuerdo con un país árabe ofendería a los árabes en general y a los de Estados Unidos en particular». Obviamente, este es un argumento «de presión» trasnochado. Porque la respuesta a esta acusación es que no sólo sería celebrados, sino que los árabes americanos (y otros americanos de Oriente Medio) hasta serían animados a ser asignados a cargos elevados en este campo, y también se celebraría firmar contratos con compañías árabes americanas que puedan desempeñar tales labores. Mejor aún, otros países árabes, de tener las posibilidades probablemente serían mejores candidatos, como Jordania por ejemplo.

El factor Aliados
Un argumento más serio es que los UAE son «un aliado en la Guerra contra el Terror». En consecuencia, concluyen los partidarios, esta posición personal obligaría a Estados Unidos a conceder la gestión de los puertos a compañías radicadas en los emiratos del Golfo Pérsico. De hecho, el estatus de «aliado» en la Guerra contra el Terror concedería a un país particular el privilegio de ser apoyado militar y financieramente, y de que sus fuerzas fueran entrenadas por Estados Unidos. Hasta concedería a los UAE y a otros aliados las opciones de la industrialización militar dentro de sus propias fronteras, incluyendo el ensamblaje de piezas del sistema armamentísticos americano. De modo que en términos de «confianza», Washington puede y debería emplearse a fondo con sus aliados, europeos o demás, por traducir la alianza en pasos tangibles. Pero eso no apoya el argumento de que a estos países, a cualquier país con condiciones de redes radicales, se le concedan capacidades que podrían poner en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos, ni siquiera indirectamente. Y esto no es solamente el caso de los UAE: Arabia Saudí, Egipto, Indonesia, y todos los aliados en general, podrían presentar tal complejidad.

Gran Bretaña y los UAE
Se hizo un argumento acerca de discriminar entre los UAE y el Reino Unido en términos de quién es mejor aliado en la Guerra contra el Terror de modo que puedan beneficiarse de una oferta norteamericana de negocio internacional. El argumento mismo no encaja en los parámetros comparativos. Porque los críticos del contrato no plantearon la elección entre Gran Bretaña y los Emiratos como motivo detrás de sus preocupaciones con respecto a la elección. El tema no era que Londres sea un aliado mejor en la Guerra contra el Terror que Dubai. El tema va de despliegue de organizaciones salafistas y agencias jomeinistas dentro de esa federación de monarquías. Pero puesto que los arquitectos de la campaña de relaciones públicas – no necesariamente la administración – a favor del acuerdo se inclina naturalmente por utilizar cualquier argumento para ganar la apuesta, incluyendo retorcer la realidad geopolítica en favor de un acuerdo empresarial, es importante no dejar que el argumento se salga con la suya sin comprobarse, al menos para futuras crisis similares. Mi idea es simple: sí, los compromisos estratégicos del Reino Unido y la integración en la Guerra contra el Terror están por encima de los de los UAE. Incluso si esto no es el tema real, hay motivos por los que la posición de Londres está por encima: a) Gran Bretaña es enumerada como objetivo de al Qaida, los UAE no; b) Tony Blair sea alineó con el Congreso norteamericano cuando el Presidente Bush declaró la guerra contra los Talibanes en octubre del 2001, los monarcas de los UAE no; c) El Reino Unido tiene una estrategia clara contra los terroristas jihadistas, los Emiratos no; y por último pero no menos importante, el primer ministro de las Islas Británicas declaraba terrorista y criminal la ideología de al Qaida, los dictadores de Dubai no. Éstas, además de muchas otras consideraciones, conceden a Gran Bretaña una posición clara de aliado estratégico en la Guerra contra los Jihadistas por encima de la cierta cooperación contra al Qaida de los UAE.

Los UAE y otros «aliados» árabes
Se hizo otro argumento acerca de que Washington no debía rechazar un acuerdo con una compañía – sólo porque sea propiedad de un gobierno «árabe» – los UAE en este caso. Bien, de haber sido el acuerdo con Jordania, la «nota» podría haber sido distinta. El gobierno hachemita está ahora ideológicamente involucrado contra al Qaida. El rey rechazó la doctrina del takfir , un arma clave en la movilización de los jihadistas. Dubai guarda aún silencio sobre ello. Ammán pagó el precio en sangre cuando Zarqawi atacó su centro urbano hace unos meses. Por ser más sofisticado en el análisis, al Qaida atacó objetivos dentro de Arabia Saudí, pero Riyadh no implica aún a los clérigos radicales. De modo que no se trata de árabe o no árabe, musulmán o no musulmán, va esencialmente de la determinación estratégica entre aliados norteamericanos por ascender hasta el final en la escalera del contra-jihadismo. Por debajo de ese nivel, atrapar de vez en cuando operativos de al Qaida no debería proporcionar «el visto bueno de seguridad» a los puntos de acceso a territorio norteamericano.

Administración vs. Seguridad
En la explicación original del acuerdo, los funcionarios garantizaron a la gente preocupada que no habría amenaza desde los UAE por que «la compañía va a gestionar el espacio administrativo de las operaciones portuarias exclusivamente, no las zonas de seguridad». Mientras que el argumento es lógico, esa no es la lógica de los futuros terroristas. La burocracia y la seguridad están contrapuestas en lo que respecta a la penetración estratégica. Los equipos de al Qaida no van a interpretar una película de James Bond al estilo Hollywoodiense, y no vamos a ver necesariamente a los CEO de Dubai abordando una fragata con kilogramos de TNT adosados. En el negocio del terrorismo, las cosas no son cuadradas o triangulares, sino más fluidas. Los jihadistas no van a ser así de obvios en su uso de infiltración potencial. El peligro de penetración más profundo será más complejo: en primer lugar, el enemigo penetrará en los Emiratos, ayudado por simpatizantes salafistas e incluso jomeinistas. Esta primera línea de defensa podría romperse contratando elementos destinados a formar una red dentro de la compañía, o subcontratar entidades «hostiles» en el futuro.

En segundo lugar, al tiempo que se expande dentro de las capas de «gestión», la «red» podría entonces contratar elementos del bando americano. Si proyectamos que los jihadistas operan dentro de Estados Unidos, una compañía de los UAE «gestionando» 6 puertos norteamericanos importantes sería una oportunidad de oro para «conectar».

Por tanto, uno puede proyectar que una vez que una «red» se instale dentro de la corporación, sería capaz de reclutar ciudadanos norteamericanos y residentes simpatizantes con, o como parte del movimiento. Se establecería así un puente entre las células externas y las células internas a través de una fachada perfectamente legítima.

Las acciones llegarían una vez que el puente estuviera operativo. Podría desarrollarse en múltiples direcciones. La Inteligencia general y el espionaje en Estados Unidos es solamente una posibilidad. Almacenar material en estas zonas sensibles es la segunda. Recabar información acerca de los sistemas de seguridad en estos puertos desde el extremo administrativo es la tercera. Las operaciones de seguridad nacional es la cuarta. Contra más profundas las capas, más numerosas las posibilidades abiertas a los jihadistas. Pero el «agujero» inicial es lo que permite a la cadena desarrollarse.

Comprobación de seguridad
Los funcionarios han asegurado al público que se ha logrado un exhaustivo proceso de comprobación de seguridad. No dudo de los esfuerzos, y puedo proyectar lo meticuloso que eran y continúan siendo. La cuestión es: ¿»qué» se comprueba? Si – sobresimplificando – se revisan los currículums de los burócratas, no es probable que un equivalente de Zarqawi ponga su experiencia online: los manuales básicos de al Qaida lo evitan. De modo que, ¿las autoridades norteamericanas serían capaces de vigilar actividades fuera de lo normal «dentro» de la parte administrativa del acuerdo?

Muy probablemente, pero la amenaza no empieza allí, comienza dentro de la compañía, en el lado de los UAE, es decir, dentro de una nación soberana aunque aliada. Allí, las agencias norteamericanas no tienen base para inspeccionar las capas más bajas de la amenaza potencial. Sólo pueden sus homólogos, de ahí el riesgo. De modo que el problema no es hasta dónde llegan las agencias de América, dentro de los puertos o dentro de la compañía, sino dentro de los UAE y dentro de las capas del reclutamiento. Y allí es donde el enemigo esperara su momento.

La amenaza de penetración iraní y de Al Qaida
En esta etapa de la Guerra contra el Terror, Estados Unidos es objetivo de dos poderes: los salafistas liderados por al Qaida y el Irán controlado por los jomeinistas. Ambos son omnipresentes en los UAE. Los salafistas han manifestado su presencia antes y después del 11 de Septiembre. Los informes de simpatías son abundantes. Los esfuerzos de los UAE por limitar su influencia en la práctica han sido notables, pero ninguna ofensiva importante liderada por el estado ha emprendido una campaña sistemática como Jordania.

Los partidarios individuales de al Qaida han sido perseguidos, pero el jihadismo no ha sido ilegalizado. Por otra parte, los Emiratos llevan décadas infiltrados por los servicios iraníes. Estas dos corrientes son el motivo por el que asignar la gestión de puertos norteamericanos es un tema de seguridad nacional. No obstante, estas realidades necesitan comprobarse y evaluarse como preludio a examinar el contrato con la DP World de Dubai. Porque un rechazo tajante del acuerdo basado en política nacional y generalmente sin formar no es el modo a proceder. Un proceso de revisión racional y sana debería examinar las raíces estratégicas del terror futuro, no la presente situación estática.

A continuación hay unas cuantas recomendaciones:

1) Construir una alianza con los UAE
Al margen del proyecto de control de los puertos, es prioritaria una política norteamericana encaminada a reforzar la alianza anti terror con Dubai. No sólo es consistente con las estrategias generales del gobierno norteamericano desde el 11 de Septiembre, sino que es especialmente necesario en vista de la localización, posición, recursos y deseos del gobierno y el pueblo de los UAE. Los Emiratos tienen un gran potencial a la hora de unirse a las primeras líneas de la Guerra contra al Qaida, junto con Irak, Jordania y un gobierno potencialmente libre en el Líbano. Las fuerzas progresistas dentro de los UAE, junto con muchos negocios, ha demostrado las intenciones de ingresar a la comunidad mundial en la resistencia y modernización frente al islamismo. Es hacia estos sectores particulares que el compromiso del gobierno norteamericano tiene que concentrar los esfuerzos. Construir una alianza mayor con los UAE consiste en extender el apoyo militar, diplomático y de seguridad a su gobierno en la medida en que éste manifieste la voluntad de asistir, unirse y utilizar sus recursos en la guerra contra el terror. La elección estratégica de Washington de ganarse la mente los corazones de las sociedades árabes es crucial. Pero tales avances tienen que ser representados primero a través de una alianza cultural y política real, antes de poder traducirse en privilegios capitalistas. La escala de implicación con los aliados está garantizada. Contra más se emplee el aliado en expulsar la ideología del enemigo, más solidifica su alianza en la guerra contra el terror. Y ésa es la puerta que lleva a la recompensa financiera más profunda en los sectores de Estados Unidos.

2) Niveles de gratificación
Si los UAE van a ser recompensados por su progreso en ese camino, se debe ser proporcional a los niveles que ha alcanzado. Uno, Washington ya concede a los UAE un tratamiento preferencial de seguridad a cambio del acomodo de Dubai a la Marina norteamericana y a otras ramas. Segundo, Estados Unidos puede abrir sus mercados nacionales a las inversiones ajenas a los sectores sensibles a la seguridad nacional: ocio, fabricación de automóviles, turismo, nutrición, energía, etc. por nombrar algunos. Si «recompensar es la prioridad», ¿por qué arrinconar esta amistad con la seguridad nacional? Ni siquiera durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ofreció tales acuerdos a sus aliados más próximos. ¿Por qué no pedir a Arabia Saudí que gestione el sistema público de enseñanza americano? Porque los clérigos radicales lo transformarían en madrazas. ¿Por qué no pedir una toma de la gestión de C-Span, PBS o la NPR a Qatar? Porque las mismas compañías qataríes que financian al Jazira tomarían el control de las ondas. No todos los aliados son iguales, no todas las fuerzas dentro de algunos países aliados son también nuestras aliadas.

3) Centrar el debate y despolitizarlo
Es esencial para el debate en la guerra contra el terror no hundirse instantáneamente en política nacional cuando el tema a debatir esencialmente trata de seguridad nacional. El caso de Dubai es sorprendente: en lugar de examinar el tema real, si existe una amenaza jihadista o no, los espasmos tratan de la política exterior que deberíamos adoptar. En lugar de analizar el grado de penetración e infiltración, los comentaristas discuten la agenda de anuncio del proyecto y las intenciones de la administración. Y es obvio que la segunda está emprendiendo una guerra contra el terror sin descanso, que se ha de manifestado contra el fundamentalismo islámico, y que apunta a los grupos que dan lugar al jihadismo. El tema entre manos es determinar – de buena fe – si los Estados Unidos pueden o no golpear las capas más profundas de la jihad futura en sociedad con los UAE. En pocas palabras, ¿está dispuesto Dubai como gobierno a expulsar la amenaza de este fin, como hacen Jordania, el Reino Unido o Irak, y o no han alcanzado aún este grado de intencionalidad? Aquí se encuentra el debate real. Tanto la administración como sus críticos en este tema tienen que concentrarse en el origen del peligro. Sólo entonces, y con calma, ambas partes pueden determinar, por el bien de la seguridad de América, si las puertas a nuestro territorio pueden abrirse o no utilizando la ventana de los Emiratos. Ni Washington ni Dubai deberían sentirse mal por una conclusión analítica inicialmente, si asumimos que son aliados reales.

Análisis final

1. La amenaza general del terror al sistema portuario norteamericano ha sido y continúa siendo – al margen del acuerdo de Dubai – la capacidad del terrorismo para golpear dentro de los muelles. Pero la amenaza potencial específica que emana de la presente crisis es de naturaleza distinta: tiene que ver con el riesgo de una capa adicional del terror que podría ser producida por una brecha jihadista a través de una transacción comercial.

2. Una solución a la crisis es examinar el tema mismo de la penetración jihadista dentro de los Emiratos y evaluarla. Si existe la amenaza en la práctica y podría trasplantarse a objetivos dentro de Estados Unidos, entonces deben tomarse medidas. En este caso, estas medidas incluirían una legislación específica en los UAE y un periodo de prueba para ella. Si la implementación de estas medidas tiene éxito, la actualización de las condiciones del país podría hacerse, y a partir de ahí un acuerdo sería seguro. Si no se toma ninguna de las medidas, o ni tienen éxito, entonces lógicamente tal acuerdo presenta riesgos para la seguridad nacional. (Ver entrevista en la MSNBC)

Espero que la extensión concedida por la compañía a la administración dé a todas las partes suficiente espacio para estudiar cómo pueden librar ese juego los jihadistas y cómo desbaratarlo. Lo demás, del dinero a la política, es menos relevante.

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