«Tengo la tristeza del superviviente»

"Tengo la tristeza del superviviente"

Maite se enteró del alto el fuego de ETA y apagó el teléfono móvil. Al salir del trabajo se fue a casa y se puso a ordenar armarios hasta que llegaron sus hijas, de nueve y cinco años, que la enredaron hasta la noche con sus juegos y sus deberes. No puso la radio ni la televisión:

«Sentía una tristeza especial, rara, la tristeza del superviviente. Sentía que yo de momento me había salvado, pero que otros muchos, mi hermano Joseba, tantos amigos, habían muerto…».

Así comienza el estremecedor reportaje que Pablo Ordaz firmaba el pasado 2 de abril en El País.

Maite Pagazaurtundua tiene 40 años y es presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo. También es concejal socialista de Urnieta (Guipúzcoa), pero no es ningún secreto que desde hace ya tiempo ella y la dirección vasca de su partido caminan por senderos distintos. Ha dejado que pase una semana larga desde el alto el fuego de ETA para hacer sus primeras declaraciones.

Quería ordenar el armario de sus sensaciones y también observar cómo reaccionaban ante la noticia los principales partidos. De ahí que valore positivamente, con un «optimismo moderado», la reunión que mantuvieron en La Moncloa José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. «Estuvieron correctos y, sobre todo, bajaron el nivel de forofismo que existía en la periferia de los partidos políticos y de la opinión pública, y eso está bien».

Hace seis meses, durante la larga víspera de la tregua presentida, Pagazaurtundua declaró que la incertidumbre estaba provocando dolor en las víctimas.

El jueves, paseando por San Sebastián, más relajada que entonces pero todavía bajo la protección de sus escoltas, la presidenta de las víctimas explicó aquella desconfianza del colectivo:

«Notábamos una especie de estado cartilaginoso en los aledaños del Gobierno, en los propios discursos del presidente. Y cuando uno nota esa falta de cartílago en la actitud del Estado, pues se inquieta. Ahora esperamos del Gobierno firmeza democrática, respeto escrupuloso de la ley e inteligencia política. Hay que huir de la tentación de volver al estado cartilaginoso».

Maite Pagazaurtundua tiene claro qué le pediría a Rodríguez Zapatero si se entrevistara con él: «Lo mismo que a Rajoy». Y cita un libro de Sandor Marai que está leyendo para hablar de espíritu de servicio y de respeto a la palabra dada:

«Les pediría juego limpio, que eviten espacios de ambigüedades y de sombras, que mantengan los principios y las palabras y que le den relevancia y respeto a los adversarios políticos».

Por lo demás dice estar convencida de que ahora es ETA quien tiene la palabra:

«Si ese mundo ha decidido parar la máquina se le puede ayudar, pero si ha decidido sacar ventaja política terminaremos chocando. La clave está pues en el mundo de ETA, y no en que nosotros caigamos en el chantaje emocional de no molestar, no fastidiar, autocensurarnos… Tienen que asumir que la democracia es un juego de frustraciones mutuas, y ahí no les podemos ayudar. Si ellos intentan ir parando e ir desactivando toda esa maquinaria del odio y todas esas organizaciones paralelas en las que han basado el intento de control de la sociedad vasca, estará bien ayudarles. Pero no puede ser a cambio de que obtengan réditos políticos porque eso sería lo mismo que convertir en eficaz el asesinar suficientemente a la gente suficiente durante el suficiente tiempo. Eso, además, se convertiría en un efecto llamada a todo tipo de fanatismo».

Aun siendo la presidenta de la fundación que agrupa a las víctimas, a Maite Pagazaurtundua le da pudor contestar en nombre del colectivo. Si bien tiene claro que las aspiraciones de los que han sufrido el terrorismo de ETA deben ser las mismas que las de una «sociedad sana». Habla de justicia, de memoria y de dignidad.

«Y eso significa no engañarnos con respecto al pasado, no contar mentiras a nuestros hijos. Dignidad significa respetar al colectivo de víctimas. No es un colectivo de incapacitados ni morales ni intelectuales. También hay que evitar cualquier tentación de impunidad. Los atajos no funcionan en democracia».

Cuando se le pregunta por las medidas hacia los presos de ETA que el colectivo de víctimas estaría dispuesto a tolerar, Pagazaurtundua vuelve a remitirse a la ley: «Tenemos un sistema garantista en cuanto a los derechos y libertades de todos los ciudadanos, incluso de aquellos que están penados. Tenemos un sistema que cree en la reinserción de los delincuentes. No tenemos que inventar nada. Son nuestras leyes las que tasan perfectamente cuál es la generosidad que la sociedad puede tener con aquellos que han cometido delitos».

Las buenas noticias y el buen tiempo han llegado juntos a San Sebastián. Maite Pagazaurtundua camina por la Parte Vieja con una tranquilidad impensable hace sólo unos años.

Dice que este tiempo de primavera sin bombas se lo está tomando como unas vacaciones. «No soy muy partidaria del pensamiento mágico», confiesa, «así que cuando hay estados de opinión de mucha desesperanza no suelo estar desesperada y cuando hay euforia colectiva tampoco me suele afectar demasiado».

No obstante, añade: «Yo creo que cada día que pasa sin que un asesino asesine, sin que alguien se convierta en asesino, es un elemento muy positivo. Si pasan años sin asesinatos a lo mejor cortamos esa maquinaria del odio que se ha transmitido de generación en generación durante las últimas tres generaciones».

«Aún no soy capaz de imaginar un futuro de paz para mis hijas». Maite Pagazaurtundua tampoco sabe cómo les explicará aquellos años en los que su madre vivió escoltada y su tío Joseba fue asesinado.

«He intentado generar una burbuja alrededor de ellas. No sé si me equivoco o no, pero he procurado que su infancia quede lo más protegida posible de lo que su propia familia sufre. No tengo ni idea de lo que pensarán dentro de 10 ó 20 años, incluso no sé qué pensarán de lo que les hemos ocultado».

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