Adiós Europa

Adiós Europa

Muchos de los mejores cerebros de Europa tuvieron el empuje sufcieinte para, en tiempo de necesidad y aventura, cruzar el océano. Se asentaron y progresaron en tierras más libres y dinámicas como Estados Unidos y Australia. Otros murieron patrióticamente en la carnicería en masa que asoló el Viejo Continente durante 500 años de guerras civiles y religiosas. Como escribiera en 1920 el lunático poeta Ezra Pound de los soldados de la Primera Guerra Mundial:

«Allí murió una miríada, / Y de lo mejor, entre ellos, / Por una zorra vieja amenazada, / Por una civilización arruinada…»

Escribe Lowell Ponte, columnista y habitual en la las tertulias de Genesis Communications Network, que la civilización arruinada de Europa, pervertida por el falso progresismo y la falta de fe, parece haber perdido la voluntad y la pasión por mantenerse en pie. Si continúa practicando el izquierdismo multicultural de hoy, la catástrofe democrática de Europa estará sellada. Algunos vaticinios:

• En Bruselas, Bélgica, el nombre más popular hoy para los bebés varones es Mohammed. Sostener la población de una nación exige que de media, cada pareja tenga 2,1 hijos. La pareja media europea tiene hoy menos de 1,4 bebés en comparación con los 3,6 bebés nacidos de la pareja musulmana inmigrante media de Europa. A lo largo de Europa Occidental, entre el 16 y el 20% de los bebés nace en familias musulmanas.
• En Francia, al menos el 12% de la población ya es musulmana, los frutos sobre todo de antiguas colonias francesas en el norte de África. Si las presentes tendencias de natalidad continúan, hacía el año 2030, un cuarto de la población de Francia será musulmana, más que suficiente para determinar quién controla el parlamento nacional y ejecutivo. Como observaba recientemente este columnista, el ejército francés con armas nucleares ya es un 15 por ciento musulmán. La vecina Suiza es hoy musulmana en un 20%.
• El diario alemán Deutsche Welle informaba hace unos días de que la tasa de natalidad de Alemania descendió en el 2005 por debajo del nivel de finales de la Segunda Guerra Mundial, hasta un «mínimo histórico», más del 50% por debajo de la de Francia o Gran Bretaña. Pero en una reunión en Berlín esta semana que reunió a los Ministros del Interior de seis naciones europeas, los socialdemócratas izquierdistas de Alemania continúan oponiéndose a la aplicación de cualquier examen como rasero que restrinja quién puede emigrar a Alemania.

La emergente población musulmana dentro de Europa no está distribuida uniformemente. Se concentra en gran medida en, y alrededor de, las grandes ciudades, cuyos políticos locales sienten su presión marcadamente, y a menudo ceden a esa presión. En Holanda, las ciudades de Ámsterdam y Rótterdam tienen hoy casi mayorías musulmanas.

Estos enclaves islámicos ya adquieren el carácter de provincias islámicas que ya no pertenecen más a los países europeos que las rodean. Como citaba recientemente FrontPage Magazine del nuevo libro Mientras Europa dormía, del liberal americano expatriado Bruce Bawer:

En Francia, una funcionaria pública se reunió con un imán a las afueras del barrio musulmán de Roubaix por respeto a su declaración del vecindario como territorio islámico al que ella no tenía derecho a acceder. En Gran Bretaña, los imanes han ejercido presión sobre el gobierno para que designe oficialmente determinadas zonas de Gran Bretaña como bajo la ley musulmana, no el derecho británico.

En Dinamarca, los líderes musulmanes han buscado el mismo tipo de control sobre determinadas zonas de Copenhague, y en Bélgica, los musulmanes residentes en el barrio de Sint-Jans-Molenbeek, Bruselas ya no lo ven como parte de Bélgica, sino como una zona bajo jurisdicción islámica en la que los belgas no son bienvenidos.

Europa tiene varias elecciones potenciales ante el flujo de inmigrantes y familias dentro de sus fronteras que rehúsan asimilar los valores europeos de tolerancia mutua y política social liberal.

La polarización cultural de Europa vis-à-vis su estrato musulmán es exacerbada por políticas socialistas que están dando lugar a economías estancadas y paros elevados. Estos frutos del euro-socialismo también han creado un polvorín de frustración musulmana, y, como vimos en los últimos días en las manifestaciones de París, un rechazo furibundo por parte de muchos europeos tradicionales a las reformas o a arriesgar su estado del bienestar y beneficios sociales laborales.

Este clima disuade a los inversores y enfrenta a los europeos tradicionales contra los nuevos.

Si Europa continúa como actualmente, el ascenso de la oleada musulmana, poco a poco, transformará a los miembros de la Unión Europea en Repúblicas Islámicas bajo la ley islámica shari’a conforme los musulmanes se conviertan en la mayoría de la población.

La riqueza de los europeos tradicionales ya está siendo esquilmada y transferida a los nuevos inmigrantes musulmanes y sus hijos. Un mecanismo para esto es el estado europeo del bienestar.

En Dinamarca, observaba Bawer, apenas el 5% de la población es musulmana, pero esta minoría exige y recibe el 40% de los pagos sociales totales del gobierno danés y otros beneficios sociales financiados por el contribuyente.

Hasta el progresista New York Times Magazine informaba en febrero del impacto social de este creciente trasvase islámico de los recursos de estados europeos del bienestar tales como Suecia o Dinamarca.

Otro método utilizado para transferir riqueza de los europeos a los musulmanes de Eurabia es el robo. Algunos mulás fundamentalistas han dicho a sus congregaciones europeas que la ley shari’a islámica justifica el hurto en tiendas y otras formas de robo a comerciantes y compañías europeas como modo de cobrarse de los no musulmanes la jizya, el impuesto discriminatorio que procede de ciudadanos no musulmanes en países musulmanes.

Y en los crecientes vecindarios islámicos de Europa, donde a menudo la policía tiene miedo de adentrarse, el derecho europeo está siendo suplantado por la shari’a. Las mujeres europeas que se aventuran en o se aproximan a, tales enclaves han sido atacadas y, en algunos casos, violadas por pandillas de varones islámicos por transgredir el código de vestimenta musulmana o no mostrar la posición servil que las subculturas islámicas exigen a las mujeres.

El 40% de los musulmanes residentes en Gran Bretaña quiere que la ley shari’a sea introducida en ese país por regiones, según una encuesta difundida el mes pasado por el London Sunday Telegraph.

La shari’a difiere de manera dramática de las naciones occidentales modernas del derecho y la sociedad. La shari’a carece de separación entre iglesia y estado; por el contrario, bajo la shari’a, el Corán es el código federal y la constitución definitiva, y el mulá islámico es el magistrado que castiga a los que violan esta ley.

Bajo la shari’a, tal como se practica en el mundo islámico, la igualdad existe solamente entre los varones musulmanes; las mujeres son inferiores a los hombres, y cristianos y judíos son inferiores a todos los musulmanes. La inversión arriesgada y la usura, es decir, el préstamo de dinero para obtener beneficios, están prohibidos, de modo que podemos despedirnos del capitalismo.

La libertad religiosa no existe bajo la shari’a. Se permite que un cristiano o un judío se conviertan al islam, pero la pena para cualquier converso musulmán a un credo distinto es la muerte. En el Afganistán de liberación americana, un ex musulmán de 41 años de edad, Abdul Rahmán, fue juzgado en Kabul por el crimen de convertirse al cristianismo, El fiscal del caso, Abdul Wasi, pidió la pena capital, según exige la shari’a. Wasi, informaba Associated Press, decía que «había ofrecido renunciar a los cargos si Rahmán volvía a convertirse al islam, pero el acusado rehúsa». Al final, y gracias a la presión occidental, soltaron al desventurado que ha huido a Italia.

Parece valer la pena preguntar a las autoridades americanas si Estados Unidos intervendría para evitar el asesinato de un afgano cuyo único crimen fue convertirse al cristianismo.

Los musulmanes europeos exigen tolerancia y respeto y acomodo para sus leyes, el garb , las normas dietéticas Halal (el «kosher» islámico), las costumbres y la fe. Pero como ha visto el mundo en los últimos meses, los musulmanes radicales carecen de respeto hacia tradiciones occidentales tales como la libertad de prensa. Las viñetas representando al profeta Mahoma provocaron disturbios, asesinatos y amenazas de muerte a periodistas europeos.

(Extrañamente, como indicaba este columnista en solitario, la tradición de prohibición de las representaciones del profeta comenzó con el propio Mahoma, que dio tal orden con el fin de evitar convertirse en objeto de idolatría por parte de musulmanes mal encaminados tentados de adorarle a él en lugar de a Alá. Lógicamente, por tanto, un musulmán devoto debería objetar a cualquier representación positiva de Mahoma, pero las representaciones negativas de Mahoma, como en las viñetas europeas, no suponen tal peligro de provocar adoración idólatra.

Fueron los islamistas que objetaron fanáticamente a las viñetas europeas del profeta los que estaban practicando idolatría al convertir a Mahoma en una imagen demasiado sagrada para ser representada de cualquier manera).

La shari’a islámica es incompatible con la tradición occidental de tolerancia. Gran parte del islam de hoy en día predica «ojo por ojo», pero no «vive y deja vivir».

No es raro que a comienzos de este mes, el presidente de la Comisión para la Igualdad Racial de Gran Bretaña, Trevor Phillips, respondiera a la encuesta del Telegraph animando al 40% de los musulmanes de su nación que quieren que parte del país esté gobernado por la shari’a a mudarse a otra parte. «Tenemos un único conjunto de leyes» en Gran Bretaña, decía Phillips.

«Son decididas por un único grupo de personas, los miembros del Parlamento, y ese es el final de la historia». (En febrero, el Tesorero Federal de Australia, Peter Costello, decía lo propio sugiriendo en un discurso público que los defensores de la shari’a se sentirían mucho más cómodos residiendo en Arabia Saudí o en Irán).

Inmigrante en Noruega, el mulá iraquí Krekar, ex líder del grupo guerrillero kurdo Ansar-al-Islam, ha dicho a los noruegos «nuestro modo de pensar… demostrará ser más poderoso que el vuestro» y describió al cerebro del terror de Al Qaeda, Osama bin Laden, como «una buena persona».

Esto invitó al Ministro de Trabajo e Inclusión Social de Noruega, Bjarne Hakon Anisen, a manifestar que pretendía deportar al mulá Krekar de vuelta a Irak en el futuro próximo. La deportación selectiva de incendiarios islamistas radicales (como los que inspiraron el terrorismo musulmán en Londres reciente) por toda Europa podría reducir las tensiones sociales de manera inmediata.

Lo que Europa está haciendo en el ínterin es elogiar la necesidad de libertad de prensa y de tolerancia al tiempo que se prepara este junio para procesar, en París, a la aclamada periodista italiana Orianna Fallaci por atreverse a escribir un libro, La fuerza de la razón, crítico con la inundación inmigrante musulmana de Europa. En la Europa de hoy en día, la libertad de expresión está acotada por leyes que prohíben la Incorrección Política en un amplio y arbitrario abanico de maneras.

Y Francia, en el corazón de Europa, está promoviendo barreras comerciales con un zelo dogmático nunca visto desde la histeria de la construcción de castillos de piedra en la Edad Media. En el nombre de preservar la seguridad nacional, como informaba Daniel Schwammenthal en el Wall Street Journal del 13 de marzo, el pasado invierno Francia declaraba a 11 de sus sectores industriales al margen de compras por parte de inversores de otras naciones europeas; estos sectores, observaba Schwammenthal, varían «desde seguridad de datos hasta casinos (barrocos)». ¿En qué podría convertirse Francia si sus ruletas y sus dados pasan a ser daneses… o rusos?

Francia está también haciéndose de rogar a propósito de los acuerdos de permitir que la mano de obra de la Unión Europea se mueva con libertad de un país de la UE a otro. Los franceses no tienen fobias solamente a los granjeros musulmanes, sino también a lo que llaman «el fontanero polaco», la mano de obra europea con formación que podría mudarse a París y recortar el elevado salario atesorado hoy por los escasos trabajadores franceses. El incentivo francés para trabajar es frustrado por una alternativa fácil y cómoda: un abultado cheque social.

Si Europa puede comprar tiempo de alguna manera, entonces podría ser capaz en teoría de hacer una vuelta a escena. Lo que necesita es la clonación y tecnologías de fertilidad, agresividad, importaciones de su material genético más sano y fuerte procedente de Estados Unidos y Australia con el fin de restaurar su vigor seminal y una renovación del sistema. Europa fue capaz de restaurar su población perdida con bastante rapidez tras la Peste Negra y extendió Baby Booms tras las dos guerras mundiales.

Las políticas responsables podrían facilitar esto. Cuando Francia fue capaz de reclutar a muchos colonos para su colonia llamada Nueva Francia, conocida hoy como Canadá, ofreció enormes pensiones a cualquier pareja casada allí que tuviera seis hijos. Hasta la fecha, Quebec conserva el espíritu de fecundidad al que dieron lugar esas pensiones.

El pasado septiembre, el primer ministro francés Dominique de Villepin propuso acelerar el cobro de beneficios con el fin de que las mujeres estuvieran atendidas. Este es otro tipo más de bienestar flojo, pero al menos varía del vago al emplear más tiempo criando y menos mirando la televisión. De Villepin no propuso restringir éstos u otros beneficios gubernamentales a la natalidad a los no musulmanes, aunque podría haber hecho el argumento de que los no musulmanes franceses son una especie en extinción que merece ayuda especial.

Europa ha detenido oleadas islámicas en ascenso anteriormente, en la batalla del sur de Francia en el 732 por los caballeros de Charles Martel, «el martillo», y dos veces a las puertas de Viena en 1529 y 1683 conteniendo a los turcos otomanos. España hasta hizo retroceder a sus ocupantes musulmanes con la Reconquista de 1492, y Grecia, la cuna de la democracia occidental, logró su independencia del gobierno musulmán en 1829.

Con el tiempo, el islam podría colapsar igual que hizo el comunismo. Lo que es más probable, esta religión que atraviesa hoy su oscuro siglo XIV podría florecer en un Renacimiento y seguir el modelo ilustrado de la Turquía de Ataturk. La Turquía moderna es miembro de la Organización del Tratado Atlántico Norte, amigo de Israel y candidata a la entrada a la Unión Europea.

Las mujeres tuvieron el derecho de sufragio en la Turquía de Ataturk antes de lograrlo en Inglaterra. Turquía podría convertirse en el modelo para el futuro mundo islámico, reemplazando a la ideología medieval del islamismo, la estrechez de miras, el odio y la violencia predicadas por Osama bin Laden y sus acólitos.

Una postura europea valiente frente a ese nido de serpientes islamistas y sus huevos atómicos en Teherán sería un buen lugar para que Europa manifestase ante sí misma y ante el mundo que tiene la voluntad y la habilidad para sobrevivir.

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