Disidentes y listas de la muerte

Las acusaciones de «apostasía» entre musulmanes son actualmente un tema de controversia global. Entre los occidentales, y sobre todo tras el caso de Abdul Rahmán, un converso cristiano en Afganistán que se salvó de milagro, existe la creencia de que la apostasía del Islam es castigada invariablemente con la muerte.

Afirma Stephen Schwartz es una opinión distorsionada. El fenómeno del abandono público del islam por el cristianismo no se extendió hasta los últimos 150 años o así, y los casos han sido lo bastante raros como para que no haya una jurisprudencia islámica sustancial que trate de ello.

En general, la apostasía del islam se definió en el pasado como negación de los conceptos fundamentales de la religión — más como herejía que como cambio de credo.

La jurisprudencia sunní shafi’i, una escuela de la shari’a que continúa extendida en los países árabes y el sureste de Asia, define la apostasía como burlarse de la religión, más que como abandonarla o unirse a otra, y recomienda la penitencia repetida y oportunidades de corregir los errores.

La escuela de jurisprudencia maliki, establecida en el noroeste de África, es severa con aquellos que cambian de religión, exigiendo la pena capital. Esto puede reflejar la historia de la España antes islámica donde, durante los periodos en que el territorio pasó de gobierno musulmán a cristiano, los musulmanes que se habían convertido del cristianismo al islam volvían a su fe anterior.

He observado personal y extensamente costumbres islámicas en las que la fe de Mahoma se ha fusionado con elementos cristianos (en los Balcanes), el budismo y el chamanismo (en Asia Central), y con tradiciones locales colectivas (en Indonesia).

En los dos primeros casos, el sincretismo o fusión religiosa no atrajo crítica por parte de los principales clérigos musulmanes, que consideraban las fronteras porosas entre credos como un fenómeno natural.

En Indonesia, sin embargo, los clérigos musulmanes, influenciados por la secta wahabí de Arabia Saudí, han predicado contra tales variaciones del estilo estándar sunní y recientemente han incitado a la violencia contra aquellos que se desvían de su camino.

No obstante, bajo los grandes imperios musulmanes, las acusaciones de apostasía a menudo eran pretextos para la censura de la disidencia política e intelectual, y así es como se emplean típicamente hoy tales acusaciones en países como Arabia Saudí, Irán, Egipto o Pakistán.

Se dice que el profeta Mahoma advirtió contra las acusaciones de apostasía, según la escuela de jurisprudencia hanafí, que prevalece de los Balcanes a la India. El profeta, se dice, opinaba que cuando un musulmán acusa a otro de infidelidad, el que acusa es el infiel.

Las acusaciones de apostasía o infidelidad continuaron siendo principalmente un tema político hasta el siglo XVIII y el ascenso de los wahabíes, que practican el takfir o acusación de apostasía contra todos los musulmanes que rechacen las doctrinas wahabíes, pero especialmente contra los chiíes y los sufíes, musulmanes espiritualistas.

Lo más seguro es que acompañaran tales acusaciones con sentencias de muerte, expolio de propiedades, o reducción al esclavismo de las mujeres capturadas.

Tales términos han aparecido hoy en el margen del discurso islámico americano — literalmente:

«Hemos dado nuestras ordenes a los soldados de Alá para que recen vertiendo su sangre y quemando sus casas [léase de los presuntos apóstatas]… Sus mujeres tienen que ser secuestradas; sus hijos esclavizados, y su dinero confiscado».

Este idioma brutal aparecía en una acusación de apostasía y amenaza de muerte decretada el 10 de abril por un grupo, aparentemente de Egipto, llamado «Partidarios del Mensajero de Alá [Mahoma]».

Incluido en la lista de aquellos condenados se encuentra el imán Ahmed Subhy Mansour, un disidente islámico egipcio radicado en Virginia que también es fundador, junto conmigo, del Centro del Pluralismo Islámico (CIP), una institución que apoya al islam moderado.

Subhy Mansour no es un apóstata del islam. No ha renunciado a la religión o negado ninguno de sus preceptos esenciales. Es un crítico de las tradiciones sunníes. No estoy deacuerdo con algunas de sus opiniones acerca de la historia del islam, pero estas opiniones no tienen nada que ver con los temas básicos de fe, y por tanto no pueden considerarse la base de una acusación de apostasía. Las opiniones de Subhy Mansour son controvertidas, pero ciertamente están dentro de las normas del debate islámico.

Los comentarios acerca de la lista de muerte del 10 de abril han sido publicados por otros fundadores del CIP, incluyendo a M. Zuhdi Jasser en Phoenix, victima previa de una agresión ideológica wahabí como informaba en TCS, y el representante del CIP en Canadá Salim Mansur, periodista; y aquí.

Teniendo en cuenta la división sunní-chi’í y la influencia wahabí, las acusaciones de apostasía han llevado a una horrible pérdida de vidas en Irak, y entre los sunníes ha comenzado un movimiento encaminado a prohibir la práctica del takfir. La acusación de que todos los musulmanes a excepción de los wahabíes son infieles es más una postura teológica; también promueve la mentalidad elitista que todo movimiento necesita para reclutar y mantenerse.

Sin embargo, los temas de conversión del islam al cristianismo continúan siendo un tema importante en el amenazante choque de civilizaciones.

Al margen de la libertad religiosa general en Arabia Saudí, que es una necesidad acuciante, un consenso islámico global de posturas contemporáneas acerca de la libertad de credo y libertad religiosa tendrá que ser desarrollado por las autoridades musulmanas en una larga serie de coloquios inspirados por la más profunda seriedad y peso intelectual. No existe una respuesta simple estas cuestiones.

Aún así, la intención de la lista de muerte del 10 de abril no era aclarar opiniones religiosas, sino intimidar a los disidentes. Esto no tiene que ser tolerado por las autoridades occidentales, que tienen que asistir a los amenazados por tal agresión, especialmente aquellos residentes en las democracias.

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