Sandra Remón (Periodista Digital).- La primera noticia que tuve sobre sobre Mensajeros de la Paz la recibí este miércoles. La preside el padre Ángel, un hombre muy amable a juzgar por el tono de su voz, ya que todavía no he tenido el placer de conocerle en persona. Por teléfono me indicó una dirección a la que debía acercarme para entregar mi pasaporte: la madrileña plaza General Vara del Rey.
Ya sabía por quién preguntar y a dónde acudir, asi que tras recibir por correo urgente mi pasaporte, cogí el metro y me dirigí a la zona: parada de metro, La Latina. Anduve un par de minutos y encontré la plaza. Todo un edificio alberga esta ONG.
Entré en la asociación y, aunque era temprano y el padre Ángel aún no había llegado, entregué la documentación. Los preparativos del viaje comenzaban a marchar. Con la «tranquilidad» de que todo estaría a punto para el sábado tuve que salir del centro sin entretenerme porque me esperaba una entrevista en la otra punta de Madrid.
Me fui, pero no sin antes reparar en las fotografías que inundaban las estanterías de las diferentes salas de Mensajeros de la Paz. En la mayoría de ellas aparecía el padre Ángel, un hombre de unos setenta años con una sonrisa que en cada retrato irradiaba felicidad. La impresión que me llevé fue que su cara reflejaba la alegría que le debe producir a uno hacer todo lo posible por ayudar a terceros que lo necesitan.
Un par de preguntas sobre los trámites, quiénes me iban a acompañar en este viaje de 4 días y algún consejo rápido que me pudiera servir de ayuda era la única información de la que disponía, pero me tenía que marchar. Bueno, me llevé un ejemplar de la revista Claro Oscuro, publicación de esta asociación. Durante el trayecto en metro busqué en ella toda la información sobre sus trabajos en Iraq .
El jueves y el viernes volví a telefonearle, y la sensación siguió siendo la misma: una persona agradable y bondadosa. Tengo ganas de que sean las nueve, hora en la que hemos quedado en Barajas, para conocerlo y que me hable de sus actividades y proyectos en primera persona, para poder hablar de ellos en este pequeño diario.
