La nueva guerra de Israel

La naturaleza de la guerra emprendida contra Israel cambió, quizá irreversiblemente, esta semana. Los procesos que llevaban desarrollándose más de cuatro años se reunieron justo esta semana y nos plantearon una realidad político-militar distinta a la que conocíamos hasta la fecha.

Escribe Caroline Glick que la cara del enemigo ha cambiado. Si en el pasado era posible decir que la guerra emprendida contra Israel era única y distinta de la jihad global, tras los sucesos de la semana pasada ya no es posible hacer tal afirmación con credibilidad.

Cuatro sucesos acaecidos esta semana — los ataques del Sinaí; la aparición de la cinta de Osama bin Laden; la aparición de la cinta de Abú Musab Zarqawi; y la detención de terroristas de Hamas por parte de Jordania — todo demuestra claramente que es imposible hoy separar las guerras.

La nueva situación tiene consecuencias críticas para el carácter de la campaña que tiene que librar el ejército con el fin de defender Israel, y para la naturaleza de las políticas que el gobierno entrante tendrá que adoptar e impulsar.

Los dos atentados del Sinaí fueron relevantes por diversos motivos. En primer lugar, fueron muy distintos entre sí. El primero, que puso sus miras en los turistas de Dahab, fue el ataque familiar contra uno objetivo blando que nos hemos acostumbrado a ver en el Sinaí a lo largo del último año y medio.

El ataque contra los Observadores de la Fuerza Multinacional fue más excepcional, puesto que solamente tiene un precedente.

En un artículo publicado el pasado octubre en la revista MERIA, Reuven Paz explicaba que el estratega de al-Qaida, Abú Musab al-Suri, apoyaba el primer tipo de ataque. Su seguidor, Abú Mohammed Hilali, escribía el pasado septiembre que al emprender la jihad contra el régimen egipcio, no hay motivo para atacar a las fuerzas extranjeras o a las fuerzas egipcias, porque tales ataques no llevan a ninguna parte. Él animaba a los terroristas a atacar objetivos blandos, como turistas u organizaciones no gubernamentales extranjeras por una parte, y objetivos estratégicos como el gaseoducto egipcio hasta Israel por otra. En ambos casos, tales ataques lograrían objetivos políticos. En oposición a la opinión de Hilali está la estrategia de Zarqawi. Como sería de esperar del comandante de al-Qaida en Irak, Zarqawi da importancia a los ataques contra fuerzas extranjeras.

El próximo análisis no es prueba de que las dos ramas independientes de al-Qaida llevasen a cabo los ataques. Pero la combinación de enfoques esta semana sí da credibilidad a la afirmación de que al-Qaida presta hoy una gran cantidad de atención al vecindario de Israel. Y esto es un avance altamente significativo.

Hasta hace poco, Israel, como Jordania o Egipto, no interesaba particularmente a al-Qaida. Cuando el representante de bin Laden, Aymán al-Zawahiri, y su comandante militar Saif al-Adel fusionaron su organización terrorista, la Jihad Islámica egipcia, con al-Qaida, adoptaron el enfoque de bin Laden, que dictaba suspender su guerra previa destinada a derrocar al régimen egipcio y concentrarse en atacar a América y sus aliados. De la misma manera, cuando el terrorista jordano Abú Musab Zarqawi ingresó en al-Qaida, fue obligado a dejar a un lado su deseo de derrocar al régimen hachemita. Israel no aparecía en la agenda.

Pero hoy todo ha cambiado. Israel, como Egipto y Jordania, está en el punto de mira. Bin Laden en persona dejó esto claro que esta semana. Al colocar a Hamas bajo su protección, bin Laden hizo tres movimientos de un golpe. En primer lugar, anunciaba que los palestinos ya no son factores independientes. En segundo lugar, definía la Autoridad Palestina liderada por Hamas como parte de las tierras islámicas liberadas donde al-Qaida puede sentirse como en casa. En tercer lugar, echaba una mano en el tema palestino, que es más popular en el mundo islámico que la guerra de Irak, donde aparentemente al-Qaida se encuentra camino de la derrota.

Por su parte, Zarqawi anunciaba ya su plan de volver a su antigua guerra y trabajar para tumbar a los hachemitas (y destruir Israel) el pasado noviembre, tras ordenar los atentados suicida del hotel de Ammán el pasado noviembre. Allá por entonces Zarqawi anunciaba que Jordania no era sino una escala en el camino a la conquista de Jerusalén.

En su video de esta semana, Zarqawi enfatizaba que la destrucción de Israel a través de la conquista de Jerusalén es uno de sus objetivos relevantes. Tanto bin Laden como él dejaron claro que desde su punto de vista, la guerra contra Estados Unidos y la guerra contra Israel son la misma guerra.

A nivel de la teoría estratégica, tanto bin Laden como Zarqawi expresaban la estrategia a largo plazo de al-Qaida que Zawahiri explicaba el año pasado al periodista jordano Fuad Hussein. Zawahiri explicaba entonces que hay siete etapas en la jihad antes del establecimiento del califato global. Según Zawahiri, la jihad global comenzó en el 2000 y terminará en el 2020. Hoy nos encontramos en la tercera etapa, que incluye el derrocamiento de los regímenes de Jordania, Siria y Egipto y la selección de Israel para su destrucción.

Mientras que al-Qaida pone sus miras hoy en Israel y sus vecinos, las detenciones de terroristas de Hamas en Jordania esta semana muestran que por su parte, los palestinos trabajan para impulsar la jihad global. La tentativa de Hamas de perpetrar ataques en Jordania señala un cambio en la autopercepción de Hamas. De terroristas locales, han pasado a ser miembros del eje islamista, que está liderado por Irán y que incluye a Siria, al-Qaida y Hezboláh.

Una semana después de que Zarqawi perpetrase los ataques de Ammán del pasado noviembre, el Ministro de Exteriores iraní, Manochehr Mottaki, se reunía con los jefes de Hezboláh, Hamas, la Jihad Islámica, el PFLP, el DFLP y el DFLP-GC en Beirut. Al final de la cumbre, Ahmed Jibril declaraba, «Todos confirmamos que lo que está sucediendo en la ocupada Palestina está orgánicamente vinculado a lo que sucede en Irán, Siria, Irak y el Líbano».

Una semana después, Hezboláh lanzaba su mayor ataque con misiles katyusha contra el norte de Israel desde que el ejército se retirase del sur del Líbano en mayo del 2000. Dos semanas después, la Jihad Islámica perpetraba el atentado suicida en el exterior del centro comercial de Netanya. Poco después, operativos de Zarqawi en al-Qaida lanzaban otra andanada de katyushas desde el Líbano contra el norte de Israel.

Similarmente, el 19 de enero, el Presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad celebraba una cumbre del terror en Damasco a la que asistía el mismo grupo de personajes. El mismo día, la Jihad Islámica perpetraba un atentado suicida en la antigua estación de autobuses de Tel Aviv. Y el 18 de abril, la víspera del atentado suicida de la semana pasada, Ahmadinejad celebraba otra cumbre del terror más en Teherán con los mismos participantes. Y, de nuevo, poco después de la cumbre, al-Qaida golpeaba en el Sinaí.

Las siete etapas de la jihad de Zawahiri van de la mano con un texto de 60 páginas redactado por Saif al-Adel en algún momento después de la invasión norteamericana de Irak. Adel confió su manuscrito al mismo periodista jordano. Se dice que Adel, que lleva operando desde Irán desde la batalla de Tora Bora en noviembre del 2001, es el comandante de Zarqawi en Irak y el enlace de al-Qaida con el régimen iraní.

En su manuscrito fijaba las intenciones de al-Qaida para la tercera etapa de la jihad. Explicaba que la organización necesitaba nuevas bases y buscaba un estado o estados fracasado(s) para asentarse. Darfur, Somalia, en Líbano y Gaza, todos identificados como posibles opciones.

En palabras del escritor americano e investigador de al-Qaida Richard Miniter, «Las fuerzas norteamericanas junto con las keniatas y las etíopes han logrado en gran medida que al-Qaida no se radicase en Somalia o Darfur. Sólo dejaban el Líbano con todos sus problemas con las diversas formaciones políticas, señores tribales y la ONU. Pero entonces, de pronto, como maná desde el cielo, Israel les entregó simplemente el mayor regalo que al-Qaida ha recibido nunca, cuando Ariel Sharon decidía entregarles Gaza».

Israel, explica, proporcionó a al-Qaida la mejor base que ha tenido nunca. Gaza no sólo está ubicada en una zona estratégicamente vital — entre el mar, Egipto e Israel. También es bastante inmune a los ataques, puesto que el gobierno del Kadima será reticente a reconquistar la zona.

Además, igual que fue el caso con los terroristas de la Jihad Islámica egipcia y la Gamaa Islamiyya, que se fusionaron con al-Qaida en los años 90, los palestinos constituyen hoy una población ideal para al-Qaida. Ellos ya apoyan la jihad. Tienen gran experiencia en lucha. Y si a Hamas apenas le llevó dos semanas en el cargo hacer que todos los demás grupos terroristas – desde Fatah a los Comités de Resistencia Popular, pasando por el Frente Popular – le jurasen alianza la semana pasada, la adopción de Hamas por parte de al-Qaida no debería ser muy difícil.

Al-Qaida está construyendo hoy su presencia en Gaza, Judea y Samaria gradualmente. Atrae a los terroristas palestinos a sus filas y les proporciona el adoctrinamiento ideológico y la formación militar. En noviembre, por ejemplo, un reclutador del terror en Jordania que había atraído a dos terroristas procedentes de la zona de Nablús a las filas de al-Qaida y que les había dado órdenes de reclutar a otros les informaba de que pretendía enviar un entrenador militar procedente de Gaza para entrenarles. Los dos, que fueron arrestados en diciembre, habían planeado perpetrar un doble atentado suicida en Jerusalén.

El pasado mayo, la primera célula del terror en Gaza anunciaba su asociación con al-Qaida. Cuando a Ra’anan Gissin, el portavoz del entonces primer ministro Ariel Sharon, un periodista extranjero le pedía que comentase el suceso, presentaba como sigue la postura del gobierno en la materia: «Existen algunas pruebas de vínculos entre militantes de Gaza y al-Qaida… pero para nosotros, los grupos terroristas locales son igual de peligrosos».

Detenidamente, la arrogancia de Gissin parece apropiada. Después de todo, ¿qué nos importa quién sea el que envía a los terroristas suicida a nuestras cafeterías y autobuses? Pero las cosas no funcionan de ese modo.

Al igual que los ataques de Egipto, las detenciones en Jordania y los mensajes de bin Laden y Zarqawi la semana pasada, todo indica que nos encontramos hoy en una guerra mundial. Los palestinos ya no son los que emprenden la guerra contra nosotros. El eje islamista emprende la guerra contra nosotros hoy a través de los palestinos. El centro de gravedad, como la motivación de campaña del enemigo, se ha desplazado. Hoy, los jefes que determinan el carácter y el calendario de las ofensivas de terror no se sientan en Gaza o Judea o Samaria. Se sientan en Teherán, Waziristán, Damasco, Beirut, Ammán y Faluya. Las consideraciones que les guían a la hora de apretar el gatillo no son consideraciones locales, sino consideraciones regionales en el mejor de los casos y consideraciones completamente desvinculadas de los sucesos locales en el peor de los casos.

Este nuevo estado de las cosas exige un cambio en el modo en el que todas las ramas de seguridad de Israel comprenden y libran esta guerra. El proceso entero de recogida de información de Inteligencia para el propósito de descubrir y prevenir atentados terroristas necesita ser reconsiderado.

También es necesaria una reconsideración de las estrategias política y diplomática. Hablar de una barrera de separación o de fronteras finales, por no mencionar el abandono de Judea y Samaria a Hamas, suena alucinatorio cuando frente a nosotros están Zarqawi, que se especializa en guerra química y biológica; bin Laden, que se especializa en volar aviones por los aires; e Irán, que amenaza con un Holocausto nuclear.

¿Quién puede hacer que Ehud Olmert, Amir Peretz, Tzipi Livni o Yuli Tamir tomen las medidas necesarias para proteger a Israel de la realidad mostrada por los sucesos de esta pasada semana?

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