Italia y España: caso distinto

El nuevo Gobierno de izquierda italiano ha venido a añadir la guinda a la aflicción de Bush y Blair con su anuncio de retirada de tropas de Iraq, en línea con la actuación del Gobierno Zapatero en cuanto resultó elegido en el 2004.

Escribe E.N. Luttwak, experto del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), al igual que ocurría con España, Italia mantiene tropas en Afganistán para mostrar a las claras que los términos de la alianza se mantienen y van más allá de la cuestión de Iraq; sin embargo, media una gran diferencia en la cuestión que más preocupa a norteamericanos y británicos: España ha sido víctima del terrorismo, en tanto que Italia ha actuado con notable eficacia frente al terrorismo en su territorio y en el extranjero.

Y en este caso no son los hechos – sino la ausencia de ellos- los que ofrecen pistas como en el famoso relato de los Baskerville: el perro que no ladró fue el ataque terrorista que no se produjo inmediatamente antes de las elecciones italianas.

El Gobierno de centroderecha de Berlusconi mostró en su día su clara posición como aliado más estrecho de la Administración Bush en la Europa continental y mejor amigo de Israel en el seno de la UE.

Se enviaron tropas italianas a Afganistán y a Iraq, a razón de miles de efectivos y no de una muestra simbólica como en el caso de la mayoría de los restantes miembros de la coalición, lo que ciertamente provocó reacciones de hostilidad: los sitios de movimientos y grupos islamistas – grandes y pequeños- en internet rebosaban de amenazas contra Italia.

Muchos, en consecuencia, temieron una repetición de lo que sucedió en España en el 2004: atentados en Roma y otras partes inmediatamente antes de las elecciones seguidas de ásperas críticas al Gobierno de Berlusconi por haber llevado la muerte y la destrucción a Italia y de una derrota sin paliativos, antesala de un Gobierno de fuerte signo izquierdista.

Pero nada de eso sucedió en absoluto: no hubo atentado, ni siquiera explosivos de fabricación casera, para mal disimulada decepción de la extrema izquierda italiana.

Es patente que muy escasas células terroristas, dotadas de mayor o menor grado de organización, se han detectado y acorralado en los últimos años con las consiguientes detenciones de extremistas en círculos musulmanes italianos y extranjeros.

Hay que señalar al respecto la experiencia y competencia de las fuerzas de seguridad italianas, puestas de manifiesto con ocasión del caso de las Brigadas Rojas, cuyos años de auténtico terror motivaron incluso que emigraran varias fortunas.

Los carabinieri dependientes del Ministerio de Defensa, la policía (Pubblica Sicurezza), los servicios de inteligencia civil (Sisde) e incluso la guardia urbana (vigili urbani) permanecen todos muy atentos y vigilantes ante la amenaza terrorista, prestos a actuar ante cualquier indicio o sospecha.

En todo caso, en Italia no se considera actitud discriminatoria prestar especial atención a la población musulmana a la hora de intentar detectar y detener a terroristas islamistas. Es altamente probable que los elementos terroristas penetraran en suelo italiano para reconocer el terreno y reclutar posibles adeptos, pero inmediatamente pudieron constatar la existencia de una vigilancia tan estrecha sobre sus movimientos que de hecho se vieron imposibilitados de preparar un atentado sin verse identificados y detenidos.

La verdad es que las expectativas sobre el papel de Italia a la hora de reunir, evaluar y compartir informaciones de servicios de inteligencia sobre actividades terroristas allende sus fronteras eran inferiores.

No obstante, y pese a la falta de una experiencia colonial de las dimensiones de la británica, la calidad de los servicios de inteligencia militar o Sismi (homólogo del MI6 británico) ha quedado patente en operaciones realizadas en las áreas asediadas por el terrorismo en Asia occidental, así como en las labores de vigilancia en internet que otros podrían, por cierto, haber llevado a cabo pero que de hecho no han realizado.

Este factor muestra claramente la diferencia del caso de Italia con el de España: la primera es un aliado eficaz contra el terrorismo internacional.

La preponderante importancia de su papel resalta si cabe a la vista de la situación próxima al desplome de otros servicios de inteligencia europeos continentales. Los servicios de inteligencia federal alemán (BND) han cedido terreno en mayor o menor grado desde el final de la guerra fría y la desaparición del objetivo soviético.

Por supuesto, agentes alemanes siguen trabajando con plena solvencia y dedicación en numerosas misiones diplomáticas alemanas y en unidades alemanas adscritas a misiones de las Naciones Unidas o la OTAN, pero no sirven a la hora de enfrentarse a objetivos terroristas.

En cuanto a los servicios franceses, parecen absortos y enfrascados en la incesante tarea de elaborar documentos y más documentos que los ministros de Chirac puedan lanzarse a la cara.

A la vista de estas y otras deficiencias similares, el trabajo del Sismi es mucho más valioso para sus homólogos norteamericano y británico.

Esta es una de las razones por las que la Administración Bush ha reaccionado tan serenamente ante la decisión del nuevo Gobierno de Italia de retirarse de Iraq, en contraste con su brusca reacción a idéntica decisión por parte de España en el 2004: a diferencia de España, Italia sigue siendo un útil aliado en la lucha contra el terrorismo internacional.

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