Apaciguamiento con otro nombre

Si Bill Clinton hubiera adoptado la línea política que George Bush tiene hacia Irán, lo habríamos llamado apaciguamiento. Incluso implementado por un presidente infinitamente más responsable, este enfoque «comienzo de cero» tiene el potencial de recompensar a nuestros enemigos declarados, financiar a jihadistas mundiales, enseñar a los fanáticos terroristas que el empecinamiento nuclear funciona – y acabar aún en un Teherán atómico.

Escribe Ben Johnson, editor de la revista FrontPage, que ya ha tenido el efecto colateral de hacer que la Dra. Condoleeza Rice, discutiblemente la mujer más inteligente del gobierno, suene como una loca. En la conferencia de prensa del miércoles justificaba en la televisión nacional, «Es hora de saber si Irán es serio acerca de las negociaciones o no».

El historial diplomático de la República Islámica de Irán ha sido una interminable retahíla de tergiversaciones, predicada cada una acerca de negociaciones atascadas durante el tiempo suficiente como para hacerlas redundantes.

Cuando fue presionada con las consecuencias de un rechazo iraní, todo lo que Rice pudo ofrecer a Bill O’Reilly fue «aislamiento de la comunidad internacional». A la inversa, «si toman la elección adecuada, entonces hay beneficios» – entre ellos incentivos económicos y un reactor nuclear «civil».

Hay que excusar comparar esto con el acuerdo formal Clinton-Carter de 1994 con Corea del Norte, que granjeó a Pyongyang el dispositivo definitivo.

Los defensores de la política afirman que la administración Bush está dejando en evidencia la maniobra falsa de Irán con el fin de garantizarse el apoyo ruso / francés / chino a la acción en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esto podría dar lugar a sanciones económicas, provocando una revolución… o más.

En primer lugar, si estas naciones perjudicadas no han percibido aún el juego de Irán, es que no tienen remedio. En segundo lugar, la administración ha dejado claro que ni siquiera el rechazo más tajante (la respuesta de Irán hasta la fecha) les llevará a aprobar la acción militar.

Las sanciones económicas del Consejo de Seguridad de la ONU podrían tener impacto directo sobre la agenda(s) rusa y china, no la nuestra. Y cuando llega el momento de la verdad, puede que ni siquiera se materialicen. (¿No le enseñó nada al Presidente Bush su búsqueda de una segunda resolución de autorización del uso de la fuerza?).

A las sanciones, suponiendo que no sean violadas como lo fueron nuestras sanciones contra Irak, habría que concederles «tiempo para funcionar». Ciertamente no podría llevarse a cabo ninguna acción militar — por parte Estados Unidos, de una segunda «Coalición de los Dispuestos» u… otras partes — hasta que este proceso entero haya seguido su curso.

Ciertamente no existe incentivo económico para que «nuestros aliados de buena fe» congelen a nuestro Irán: la capacidad nuclear de los mulás fue creada por estas naciones bajo vigilancia de la administración Clinton.

Rusia jugó un papel crucial, intercambiando tecnología de proyectiles balísticos intercontinentales y conocimientos científicos a cambio de los tan necesitados rublos. Hace ocho años el mes pasado, el ladrón de documentación Samuel Berger decía, «Dos años y medio después de que el Presidente Yeltsin dijera al Presidente Clinton que las transferencias de misiles balísticos a Irán se detendrían, aún continúan». El febrero siguiente, el jefe de la CIA, George Tenet, prestaba testimonio ante el Senado de que este comercio ruso-persa continuaba.

Como continúa aún: Rusia disfruta de 1,5 mil millones de dólares en comercio con Irán solamente de dos acuerdos: construir un reactor nuclear en Bushehr, y suministrar a los mulás misiles de corto alcance.

Los chinos han cortejado a Teherán desde la Revolución, vendiendo toneladas literalmente de material armamentístico en 1998. Ken Timmerman ha informado de que científicos chinos trabajaron en el programa nuclear de Irán a lo largo de los años 90. China rubricó un contrato armamentístico con Irán por valor de 4,5 mil millones de dólares – en 1996.

China e Irán amasaron 4 mil millones de dólares en comercio en el 2003 y firmaron un acuerdo comercial a 25 años por valor de 100 mil millones de dólares.

Las exportaciones de Francia a Irán suponen más de 3,5 mil millones de euros anualmente. Las exportaciones de la UE en general se duplicaron entre el 2000 y el 2004.

Y estos estados miembros de la ONU poseedores de veto poseen mayores acuerdos comerciales con Irán que con Irak, a la invasión del cual aún así se opusieron.

Tienen motivos más que económicos para oponerse a la invasión. Un Irán nuclear es una estrategia intermedia en el plan a largo plazo para recrear el mundo multipolar que Rusia y Francia añoran y que China ostenta. Cualquiera que sean sus influencias desestabilizadoras, razonan que un Irán nuclear sería más deseable para estas naciones que el Gran Satán, alejando el equilibrio global de poder de la hegemonía americana.

El tema se volvería más oscuro si Teherán acepta formalmente el acuerdo. ¿Cómo «confiarán verificando» el Presidente Bush y sus sucesores? Ahmadinejad nunca permitiría que agentes del «Gran Satán» inspeccionasen su país, especialmente después de que su archi-rival Saddam expulsase a «espías norteamericanos» durante la administración Clinton.

El gigantesco historial «de la comunidad internacional» no inspira ninguna confianza. Pakistán y Corea del Norte desarrollaron armamento nuclear bajo la Vigilancia Completamente Miope de la IAEA. En febrero de 1992, un equipo de la IAEA rehusó llevar sistemas GPS cuando «verificaba» el cumplimiento en un enclave iraní, indicando que esto reflejaría «una falta de confianza».

El informe de la Comisión Rumsfeld de 1997 concluía que Irán «podría construir un pequeño número de armas en los diez próximos años» bajo la supervisión de la IAEA . Una década más tarde, Estados Unidos podría suministrar el reactor «civil» que hace esto posible. Aceptar tal acuerdo — sabiendo que la ONU tolerará «una década de desafío» al menos — podría conceder la licencia de armas de destrucción masiva a Irán.

A continuación están los «incentivos económicos» sin enumerar. En caso de que Teherán acepte, Estados Unidos se convertirá en un donante de «el estado patrocinador del terrorismo más activo» y en un financiero indirecto de Hamas, Hezboláh, la Jihad Islámica palestina, el PFLP, y las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa. Irán concedió a Ansar al-Islam, filial de al-Qaeda, 20.000 dólares, y al gobierno palestino encabezado por Hamas 50 millones de dólares.

Irán anunciaba recientemente que había reclutado a más de 50.000 terroristas suicida para atacar «a los infieles occidentales y a los sionistas». Mientras tanto, las fuerzas armadas iraníes han estado entrenándose tanto para incitar como para reprimir levantamientos como los que instiga y financia en Irak. Los que matan soldados americanos a diario.

Todo esto subvencionado a cambio de un retorno al Irán de hace unos pocos años: una teocracia musulmana represiva, sexista y exportadora de terror. Sus impuestos en funcionamiento.

Existe un atisbo de esperanza: la noche del miércoles, Condoleeza Rice decía a Bill O’Reilly, «Al margen del Consejo de Seguridad [de la ONU] también hay opciones». Ya sean unilaterales, multilaterales o extranjeras, la historia reciente demuestra que éstas son las únicas opciones que tienen posibilidades de tener éxito – o de ver la luz del día.

El plan de implicación iraní del Presidente Bush puede ser una maniobra preparatoria para garantizar el apoyo internacional a estas opciones – aprobación que sería innecesaria sin el incansable mantra de la izquierda: «Bush mintió». Su plan puede provocar aplastantes sanciones económicas que provocarán que la juventud de Irán arranque del poder a los fanáticos con barba.

Pero uno tiene una sensación de desánimo de que esto es el comienzo del interminable lío diplomático – por fin, la vorágine de Bush. Una con consecuencias impensables.

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