La pesadilla migratoria de Suecia

La política de bienestar social puede reducir a corto plazo la pobreza económica de los de rentas bajas. Pero a largo plazo, las mismas políticas tienden a crear una dependencia del estado y a reducir la capacidad de los individuos, familias y sociedad civil de cuidar de sí mismos. Asimismo, los gobiernos de izquierdas normalmente anteponen los intereses de los sindicatos a los de los ciudadanos ordinarios, generando paro como consecuencia de las regulaciones del mercado laboral. En ninguna parte esto es más evidente que entre los inmigrantes del estado del bienestar sueco.

Escribe Nima Sanandaji, editor de Captus Journal, que a lo largo de los años 50 y 60, Suecia experimentó un fuerte crecimiento económico. La combinación de una economía relativamente libre con el hecho de que Suecia no participara en la Segunda Guerra Mundial (debido a una política de sumisión a los Nazis) permitió que la industria sueca se expandiera rápidamente.

A lo largo de este período, alrededor de 600.000 personas llegaron a Suecia como mano de obra inmigrante. Su absorción en el mercado laboral fue exitosa, y los inmigrantes pudieron contribuir al bienestar económico de Suecia. La inmigración es un tema complicado, y hasta qué extremo se benefició Suecia de la inmigración puede ser objeto de debate.

Sin embargo, es bastante posible que la inmigración fuera una red de seguridad para la economía sueca, puesto que los inmigrantes pagaban más impuestos en comparación con las prestaciones sociales que recibían. Desde el punto de vista del inmigrante, pudieron funcionar y prosperar en la sociedad.

Sin embargo, los sindicatos empezaron a verse amenazados por la competición de la mano de obra extranjera, e influenciaron al gobierno socialdemócrata para cambiar las leyes de inmigración, forzando a los patronos a suministrar a los trabajadores extranjeros 240 horas de clases en sueco.

Puesto que los patronos no sólo tenían que pagar esta educación, sino que también tenían que pagar el salario entero a lo largo de este periodo, contratar trabajadores extranjeros se hizo antieconómico.

Bajo el falso disfraz de que se preocupaban por el bienestar de los trabajadores extranjeros, los sindicatos lograron detener la contratación de mano de obra inmigrante.

A lo largo de las décadas siguientes, Suecia experimentó considerable inmigración de refugiados. Estos inmigrantes llegaban normalmente procedentes de países no europeos y tenían un nivel de formación relativamente elevado.

Aún así, les era muy difícil encontrar empleo en Suecia, puesto que el sistema político se decantaba cada vez más en favor de impuestos elevados, prestaciones sociales «generosas» y regulaciones del mercado laboral.

Mientras el masivo estado del bienestar sueco cobraba forma, Suecia experimentó un cambio drástico en la participación de los inmigrantes en el mercado laboral.

El porcentaje de población activa adulta en el mercado laboral para aquellos con ciudadanía extranjera era un 20% superior en 1950 en comparación con aquellos con ciudadanía sueca. Conforme más y más inmigrantes se hacían a adictos a las prestaciones sociales, esta cifra caía gradualmente hasta el 30% por debajo de aquéllos con ciudadanía sueca en el 2000.

Dado que la participación en el mercado laboral según las estadísticas suecas puede incluir la participación en los programas laborales gubernamentales, esta cifra realmente subestimada el avance problemático en Suecia.

Los ingresos anuales medios del trabajo para aquellos con ciudadanía extranjera eran un 22% superior a los de aquéllos con ciudadanía sueca en 1968. En 1999 eran un 67% inferior. Esta caída muestra más marcadamente el paso de mano de obra, a prestación social.

Las oleadas de inmigrantes que llegaron a Suecia a lo largo de los años 80 y 90 en particular se hicieron adictas sistemáticamente a las diversas formas de subsidio gubernamental en lugar de trabajar, como medio para lograr ingresos.

Los papeles de la familia y la sociedad civil se difuminaron, y las tasas de criminalidad alcanzaron niveles elevados. Conforme la entrada en el mercado laboral se dificultaba, muchos inmigrantes nunca tenían oportunidad de establecerse en el mercado laboral sueco.

Los grupos que florecieron en el Reino Unido o en Estados Unidos debido a la combinación de buena educación con iniciativa, tales como los inmigrantes procedentes de Irán o el Líbano, en Suecia permanecieron dependientes del estado. En el 2001, las personas nacidas fuera de Suecia recibían en promedio siete veces más seguridad social que las nacidas en Suecia.

Hoy, tanto la primera como la segunda generación de inmigrantes en Suecia son fuertemente dependientes de las diversas formas de pago gubernamental.

Aquellos que crecen en vecindarios densamente poblados por inmigrantes llegan de entornos donde la responsabilidad individual, el respeto a la familia o el mandato de la ley están mucho menos firmemente arraigados en comparación con el resto de la sociedad.

Muchos jóvenes inmigrantes quedan desilusionados con respecto a las oportunidades de ganarse la vida a través del trabajo duro y la educación, al tiempo que los niveles de criminalidad continúan siendo elevados.

A corto plazo, el estado del bienestar sí ayuda a los inmigrantes suministrando «generosos» pagos. Pero a largo plazo, el efecto de las políticas queda claro: el presuntamente fuerte capital social entre muchos grupos de inmigrantes se ha reducido debido a la dependencia de la seguridad social.

Estas políticas han sido perjudiciales tanto para la sociedad sueca como para los inmigrantes que llegan a ella. Es un claro recordatorio de que el socialismo, en lugar de curar la pobreza, la provoca.

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