El camino a nuestra destrucción

Presuntamente provocados por las imágenes de conflicto en Irak y Afganistán, y enfurecidos por lo que perciben como maltrato a los musulmanes en casa, se hicieron cada vez más agresivos en sus creencias, según las informaciones de los medios. Explica Caroline Glick, editor jefe en funciones de The Jerusalem Post, que así es como explicaba el londinense Sunday Telegraph la decisión de 17 musulmanes canadienses de acumular tres toneladas de nitrato de armonio y planear actos de guerra contra su país.

Estos hombres — todos musulmanes — que presuntamente planeaban volar por los aires el cuartel general del Servicio de Seguridad e Inteligencia de Canadá (CSIS) en Toronto, son lo que los funcionarios canadienses llaman «terroristas nacidos en casa», y productos de «la generación de la jihad». Antes de sus arrestos el viernes, nunca habían visitado Afganistán, Pakistán, Irak o la Autoridad Palestina.

Eligieron el camino de la jihad en las calles y mezquitas de Toronto. Aprendieron a construir bombas de internet. Para su misión se entrenaron en un campamento de entrenamiento en Ontario.

Al igual que el Telegraph, la mayor parte de las informaciones de los medios afirman que estos hombres fueron incitados a emprender una guerra contra su país porque creen que sus conciudadanos canadienses están lanzando una guerra contra el Islam ¿Pero por qué pensarían esto?

Los canadienses son de antiamericanismo abierto. Han contribuido generosamente a los palestinos. Apenas llevó unas cuantas semanas al gobierno canadiense tras las elecciones palestinas anunciar que financiaría una AP gestionada por Hamas. Los canadienses se oponen de manera aplastante a la guerra liderada por Estados Unidos en Irak y al Presidente George W. Bush.

Un amigo musulmán canadiense que reside en Ontario me dijo recientemente que había sido aislado en su mezquita local desde los ataques del 11 de Septiembre contra Washington y Nueva York. Sus correligionarios musulmanes le boicoteaban porque hizo declaraciones públicas críticas con los secuestradores y con al-Qaeda y con los palestinos, y en defensa de Estados Unidos e Israel. Me informó de que mientras que en términos absolutos la asistencia a las mezquitas en Canadá ha caído desde el 11 de Septiembre, aquellos que siguen asistiendo son fervientes en su devoción a la jihad contra el mundo occidental.

Es decir, los musulmanes que han sido expulsados de la comunidad musulmana canadiense organizada son aquellos que creen en la integración musulmana en Occidente, al tiempo que aquellos que quedan dentro de esa comunidad son separatistas radicales que no saben respetar a sus hermanos musulmanes pro-occidentales.

Mi amigo y sus correligionarios musulmanes pro-occidentales están doblemente condenados al ostracismo. No sólo son rechazados por sus compañeros musulmanes que repudian sus denuncias de la jihad, también son rechazados por las élites cultural e intelectual de sus países, que insisten en practicar la apología de los jihadistas en nombre del anti-racismo y el multiculturalismo.
La profundidad del aislamiento de mi amigo quedó clara este fin de semana cuando, inmediatamente después de las detenciones de la célula jihadista canadiense, Luc Portelance, director asistente de operaciones del CSIS, declaraba a sus paisanos, «Es importante saber que esta operación no refleja negativamente en ningún sentido a ninguna comunidad específica o grupo etno-cultural de Canadá”.

POR SU PARTE, el Congreso Islámico y Canadiense (cuyo líder, Mohamed Elmasry, ha manifestado públicamente su opinión de que todo ciudadano israelí es objetivo legítimo de crimen terrorista), atacaba al Primer Ministro de Canadá, Stephen Harper, por lo que llamaba su decisión de «maquillar los arrestos de hoy como una batalla entre ‘nosotros’ y ‘ellos'». El CIC alegaba que «Tales declaraciones ponen en grave peligro a todos los musulmanes canadienses», y exigía que el gobierno canadiense financie «la investigación académica legítima para diagnosticar este serio problema social [de musulmanes canadienses que emprenden la guerra contra su país] y proporcionar soluciones científicas para él».

Las justificaciones para los jihadistas occidentales de nacimiento y residencia — y en la práctica para todos los jihadistas de Osama bin Laden para abajo – como las publicadas por el Telegraph son por supuesto parte del plan. Como demuestra exhaustivamente el autor Bruce Bower en su libro Mientras Europa dormía: cómo está destruyendo Occidente desde el interior el Islam radical, existe una unificación de propósitos entre los fundamentalistas islámicos y las élites occidentales de Europa y de todo el mundo. Ambas partes quieren esconder el hecho de que los islamistas intentan dominar el mundo occidental, al tiempo que presentan a Estados Unidos e Israel como las mayores amenazas para la seguridad internacional.

No parece existir límite para la disponibilidad de las élites occidentales a justificar los actos jihadistas de guerra contra sus sociedades. La apología del Telegraph en favor del grupo del terror jihadista canadiense llegaba al mismo tiempo que las fuerzas contraterroristas de Gran Bretaña realizan una búsqueda a la desesperada de una bomba química que temen fue construida por dos terroristas británicos originarios que también fueron detenidos el viernes en Londres. El hecho de que los propios jihadistas de Gran Bretaña estuvieran planeando atacar a los londinenses con gas sarín no causa mella en la disponibilidad del Telegraph a fabricar excusas para los guerreros radicales islámicos.

ESTE PATRÓN DE disimulo colaborador entre las élites occidentales izquierdistas y los jihadistas se manifestaba la semana pasada en Winnipeg, Canadá. Allí, mientras los 17 de Ontario seguían adelante con sus planes de guerra, los musulmanes de Manitoba lanzaban un ataque contra una película que denuncia la naturaleza de la jihad global contra Occidente. El pasado lunes y martes, el documental Obsesión: la guerra del Islam radical contra Occidente arrancaba su presentación canadiense en la ciudad. (Se presentará en Israel en la Universidad Hebrea el 14 de junio).

Obsesión está producida por el grupo de vigilancia de los medios Honest Reporting. Muestra eficazmente la profundidad del odio y el adoctrinamiento a la jihad que está teniendo lugar en todo el mundo. Intercalando trozos procedentes de la televisión árabe, grabaciones de incitación en las mezquitas, entrevistas con héroes musulmanes extraordinariamente valientes como Jaled Abú Toaméh, de The Jerusalem Post, e historiadores de renombre como Sir Martin Gilbert, el profesor Robert Wistrich o Daniel Pipes, la película intenta ocupar el vacío dejado por los medios y la academia occidentales a la hora de alertar a los ciudadanos ordinarios de la realidad que la amenaza de la ideología jihadista plantea a su libertad.

A la luz del propósito de la película, (y habiendo participado en el proyecto y visto la película varias veces, puedo dar fe de su éxito), no es sorprendente que la comunidad musulmana de Winnipeg intentase prohibirla. Tampoco es sorprendente que al informar de la protesta, el Winnipeg Sun utilizase el titular engañoso «Aspers patrocina película de odio, dicen los críticos».

Con vistas a las proyecciones de la semana pasada, miembros de la comunidad musulmana de Winnipeg presentaban una denuncia acerca de ella en la unidad de crímenes de odio de la policía de la ciudad. Shahina Siddiqui, presidente de las Asociaciones de Servicios Sociales Islámicos, decía a la prensa, «Quiero que la policía identifique esto como propaganda de odio. Quiero que sean conscientes de quiénes son los patrocinadores y lo que hacen”.

DE MODO QUE cuatro días antes de los arrestos del viernes, la comunidad musulmana canadiense intentaba evitar que los canadienses vieran una película que explica el motivo por el que musulmanes canadienses de nacimiento intentan destruir su país. Y cuatro días antes de que se hicieran las detenciones, el Winnipeg Sun mantenía la fe de sus colegas por todo el mundo occidental publicando un titular que daba a sus lectores la sensación de que había cierta legitimidad en la queja de los musulmanes.

E incluso a pesar de que el líder aparente de la célula terrorista servía como líder de oración y como miembro de la junta directiva de su mezquita local, como consecuencia de las detenciones del viernes, comentaristas canadienses y otros comentaristas y editores occidentales continuaban argumentando que los terroristas detenidos no mantenían ninguna relación con la comunidad musulmana canadiense en conjunto.

Es en contraste con el rechazo de las élites occidentales a reconocer el hecho de que existe una jihad global que el verdadero peligro del Islam radical queda claro. Muchos argumentan que las fuerzas de la jihad global no son rivales para sus enemigos, al carecer de ejércitos regulares.

Pero es a causa del rechazo desafiante, irracional e inmoral de las élites occidentales políticas, culturales y mediáticas a reconocer la amenaza que suponen las fuerzas jihadistas internas y externas a la noción misma de libertad humana, que hacen imposible que sus sociedades tomen medidas para protegerse.

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