Los emperadores pacifistas van desnudos

Leyendo cuidadosamente las noticias de la World Naked Bike Ride en San Francisco, me impresionó el modo en que los acres de carne abigarrada cedieron paso despiadadamente al mensaje:

“RE-ELECT GORE” era el lema del culo de un hombre, con hoyuelos tan encantadores como una hoja de Palm Beach, mientras bajo el “GORE” del extremo de sus muslos superiores se proclamaba orgullosamente “NO A LA GUERRA” (pierna izquierda) “POR PETRÓLEO” (derecha). “PREFERIRÍA TENER ESTE BUSH DE PRESIDENTE” rezaba el torso desnudo de una señora con una flecha que señalaba al material presidencial en cuestión.

Escribe Mark Steyn que no hay nada más tan triste y tan revelador de de las amargas divisiones de nuestra sociedad que, hasta una tradición completamente americana como recorrer, Main Street en bicicleta desnudo deba ser ahora completamente partidista. Es como si la propia república estuviera dividida en una nalga roja y una nalga azul hendidas permanentemente por el sillín de la guerra.

VALE, esta metáfora se cae de la bicicleta. Déjeme ver si puedo encontrar alguna analogía histórica. Ah, allá vamos: Allá por 1559, devastada por la pérdida de su ex posesión continental, Mary Tudor, la reina de Inglaterra, dijo que cuando muriera, encontrarían “Calais” grabado en su corazón. Cuando muera el Partido Demócrata, usted encontrará “NO A LA GUERRA POR PETRÓLEO” grabado en sus muslos superiores.

A pesar de los mejores esfuerzos de los Republicanos por la autodestrucción, no veo a los Demócratas tomando el control de la Cámaro o del Senado este noviembre. Como dije hace unos cuantos meses, hasta un perdedor tiene que tener a alguien frente al que perder, y los Demócratas no cumplen ni siquiera ese requisito mínimo.

Puede ser verdad que en temas críticos tales como Irak o la inmigración, el Partido Republicano esté dividido. Pero concluir que el Partido Demócrata es probablemente el beneficiario de esas divisiones es mucho más trasnochado, siendo el último lugar donde uno buscaría una postura seria en cualquiera de los temas.

A ese respecto, el hito más significativo para los Demócratas puede no ser su estupenda caída en las elecciones especiales de California, ni la muerte de Zarqawi, ni la no-acusación de Karl Rove — aunque, juntas, trazan la estrategia Demócrata bastante trillada de confiar en las fracturas Republicanas de la inmigración, las malas noticias de Irak, o «la cultura de corrupción» del Partido Republicano. No, el avance revelador son los problemas de Joe Lieberman en Connecticut.

Hace seis años, él fue el lustroso candidato vicepresidencial del partido. Hace dos años, también fue un contrincante a nominación presidencial. Este verano es Senador titular en lucha para no perder sus propias primarias frente a un candidato que es el ojito derecho de la izquierda pacifista de internet.

¿Qué ha hecho el Senador para ofender a la base? Nada — excepto ser ampliamente partidario de la campaña de Irak y de otras metas militares en la guerra contra el terror. Es uno de los escasos Demócratas que dan la impresión de querer que América gane.

Pero en el Partido Demócrata de hoy, la mayoría es la marginada. Hace cuarenta años, George Aiken recomendó que en Vietnam, América “declare la victoria y se vuelva a casa”. Hoy, Jack Murtha, John Kerry, Ted Kennedy y similares han aportado su propia mejora ingeniosa: Declare la derrota y vuelva a casa.

Habiendo votado a favor de la guerra antes de votar en su contra, el Senador Kerry ha retorcido sin esfuerzo su pretzel en un churro: la semana pasada votaba en favor de perder en Irak, incluso si estamos ganando. Aunque no haya guerra civil, aunque el líder de los insurrectos esté muerto y su red en ruinas, aunque los iraquíes estén haciendo progresos enormes en el gobierno autónomo, aunque según cualquier estándar histórico todo mejore, los Derrócratas rechazan cambiar de postura: América necesita arrojar la toalla y salir de ahí con el rabo entre las piernas para finales de año, fecha en la que Kerry quiere que nos rindamos.

Se dice a menudo que en nuestra díscola política partisana amarga, gran parte de la rabia de la base Demócrata se reduce a simple odio a Bush. Si se fuera, si fuera un Clinton o un Gore emprendiendo la guerra en Irak, los Demócratas estarían contentos con ello. Yo creo que no. Su furia con Lieberman sugiere una corrosión que discurre mucho más profunda que el simple Síndrome de Ataque a Bush.

Los Demócratas pueden estar dispuestos a soportar cierto pseudo-belicismo Clintoniano — el ilusorio sobrevuelo de unos cuantos misiles de crucero contra Slobodan o contra esa fábrica sudanesa de aspirinas — pero, en lo que respecta a la proyección del poder denudo en el interés nacional, la izquierda no puede superar Vietnam.

De hecho, la reacción a la llamada de Peter Beinart a una reafirmación del «internacionalismo progresista” — llamada en el sentido de que nadie levanta el auricular — sugiere que incluso su Eurocéntrico multilateralismo ineficaz del 10 de Septiembre pintorescamente anticuado tiene pocos adeptos entre la izquierda de hoy.

A comienzos de los años 70, cuando Kerry insistía en que saliésemos de Vietnam a un precio muy pequeño, por lo menos él podía alegar ignorancia: no sabía lo que vendría después. En el 2006 todos sabemos lo que vino después: refugiados políticos, campos de exterminio en Camboya, fichas de dominós globalizados que caen de Granada a Irán. Cuando Murtha, Kerry y compañía exigen vigorosamente que América acuerde retraumatizarse en la humillación de una deserción aún mayor, uno asume que no están considerando dónde caerían las fichas de dominó esta vez — en Afganistán, en Jordania, en Turquía, y más allá. El momento americano llegaría a su fin: ¿por qué Rusia, China o siquiera Bélgica iban a tomarse en serio a la potencia americana alguna vez?

Mientras tanto, las “cifras de popularidad” de Bush vuelven a subir. Tal vez hasta en cifras de dos dígitos de nuevo. El error que cometen los medios es asumir que el 60, 80, 97,43% del electorado que “desaprueba” a Bush es por tanto pro-Demócrata. Lo dudo. En el lado Republicano, algunos de los apáticos hacia Bush nunca estuvieron a favor de liberar Irak, pero se figuran que ahora que estamos metidos, necesitamos ganar. Otros estaban a favor, pero se ceban con Bush por meterse hasta el cuello no sólo con los insurgentes, sino con los iraníes y los sirios. Otros son ampliamente partidarios de Bush en la guerra, pero están furiosos con él por apoyar la ley de inmigración Ningún mexicano queda atrás. Ninguno de estos sectores parece campo particularmente abonado para el Partido Demócrata, en especial un Partido Demócrata que quiere tragarse a Joe Lieberman en interés de la pureza Derrócrata.

Esos ciclistas desnudos son emblemáticos. La carne está dispuesta, pero el espíritu es débil, demasiado débil para articular qué ideas animan el Partido a excepción del derrotismo desnudo. ¿Era un culo de hombre o de mujer el que rezaba “LA GUERRA NO ES LA RESPUESTA”? Parece más probable que este noviembre el electorado concluya, una vez más, que los Demócratas no son la respuesta.

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