El ataque contra la lógica

En estos días, el grupo de criminales, autodefinidos islámicos, y por momentos autodenominado como Ejército del Islam, se ha despachado con una más de sus enfermizas incoherencias: ahora argumentan que podemos quedarnos tranquilos en cuanto a la vida del soldado israelí Gilad Shalit. “El Islam, dicen sin vergüenza estos canallas, “prohíbe maltratar o matar a los prisioneros indefensos”.

Y se pregunta Marcelo Birmajer: ¿Pero es que nos están tomando el pelo globalmente? ¿A tal punto hemos llegado que la prensa mundial permite ser tomada por estúpida por un grupo de asesinos inescrupulosos? ¿Debo remitirme a los carniceros islámicos que asesinaron a los atletas judíos en las Olimpíadas de Munich 72, que tan bien retratara Spielberg en su su “ecuánime” film? ¿Debo remitirme al asesinato de los niños del jardín de Infantes de Maalot, el 15 de mayo de 1974, a manos de los islámicos terroristas de la OLP?

¿Debo remitirme al frustrado asesinato de los rehenes de Entebbe, en julio del 76, gracias a Dios impedido por el comando especial israelí, a punto de ser perpetrado por los islámicos terroristas del FLP? ¿Debo remitirme al terrorista islámico Abu Abbas, que arrojó al mar, por la borda de un barco, al ciudadano norteamericano, judío, y lisiado, para más datos, Leon Klinghoffer, en el secuestro del crucero italiano Achille Lauro, en 1985?

¿O le alcanzará a la prensa internacional con ver los exitosos videos de las decapitaciones, mutilaciones y fusilamientos de los rehenes occidentales en Irak, a cargo de la muy islámicas sectas de asesinos que asolan ese país? ¿ O tendremos que volver al hit en los países islámicos, el asesinato a sangre fría del periodista judío Daniel Pearl, perpetrado por un grupo de fundamentalistas islámicos?

¿Ahora, de pronto, han descubierto que deben cuidar a los prisioneros indefensos? ¿Pero es que nos están tomando por idiotas? ¿Acaso alguien puede imaginar la situación de un preso en el islámico Afganistán de los Talibanes? ¿En el Irán del islámico Khomeini?

¿Algún crápula puede imaginar que no eran torturados, mutilados, asesinados de las maneras más viles? ¿No han leído siquiera una página de las decenas de libros acerca de los islámicos talibanes donde se describen las infames ejecuciones en estadios deportivos? ¿Es que nos hemos vuelto lelos entre el estruendo de las bombas y los chillidos histéricos de los fundamentalistas islámicos?

El gobierno palestino del grupo asesino Hamas ha secuestrado a un soldado israelí. Se atreve a imponerle un ultimátum a Israel. En cualquier frontera del mundo esto hubiera implicado una guerra total, mucho más intensa que la incursión que lleva a cabo hoy Israel en busca de salvar a su soldado.

Imaginemos por un instante que el gobierno mexicano enviara un comando para secuestrar a un soldado norteamericano y luego le impusiera un ultimátum. Imaginemos por un instante que el gobierno ucraniano enviara a secuestrar un soldado ruso y luego le impusiera a Putin un ultimátum. Nos enteraríamos de la guerra antes que de la noticia. Las cifras de muertos nunca serían contabilizadas.

Los fundamentalistas islámicos están librando un combate contra una de las más preciadas posesiones de Occidente: la lógica. ¿De qué lógica hablamos? Del simple 1+1=2. De la diferencia entre lo líquido, lo sólido y lo gaseoso. Y la libran contra esa lógica simple, comprobable, indispensable, en relación con la vida: un hombre es un hombre, y no dos, ni medio. Lo duro nos golpea, necesitamos del agua y del aire para respirar.

Esos no son datos relativos. La diferencia entre Caín y Abel. Fue Caín quien mató a Abel, y no viceversa. Eran dos hombres, no uno ni medio. Uno mató a otro. Lo mató con una piedra: un objeto duro. Duro en relación con un cráneo humano. Eso es lógica. La ofrenda de Abel, que era humo, llegó más alta. Esa lógica, esa lógica que nos permite transmitir la historia, contarla a las generaciones futuras, está siendo desafiada por los fundamentalistas islámicos.

Al mismo tiempo que asesinan a los prisioneros, dicen defender sus vidas. No se limitan a hacer lo contrario de lo que dicen: dicen lo contrario de lo que dicen, en la misma frase, en el mismo instante. Quieren enloquecernos. No tienen una propuesta de vida: pero sí la tienen de caos y muerte. Entienden perfectamente que para Israel la vida de un hombre es invaluable: pero quieren derrotar esa lógica y reemplazarla por el caos en donde ninguna vida vale nada.

Hoy, martes 4 de julio, el Jerusalem Post publica un llamamiento en forma de editorial titulado: “Aparten a los niños”.

En este editorial, el periódico israelí publicado en inglés le ruega al liderazgo palestino que no utilice a los niños como escudos humanos.

Allí citan el texto de un videoclip propalado por la emisora televisiva oficial de la Autoridad Palestina, que mientras muestra un niño desangrándose reza: “How sweet is the fragrance of the martyrs, how sweet is the fragrance of the earth, its thirst quenched by the gush of blood flowing from the youthful body». “Cuán dulce es la fragancia de los mártires, cuán dulce es la fragancia de la tierra. Esta es la sed que se apaga con la efusión de sangre que brota de un cuerpo joven”. Puede parecer una cita de Rimbaud, un párrafo del Drácula de Brad Stocker; pero no… es lo que la Autoridad Palestina le enseña por televisión a sus niños.

En el mismo artìculo, el Jpost cita al jefe de la Fuerza Aerea de Israel, Eliezer Shkedy: “Ellos saben contra quienes están combatiendo.. … Los terroristas son capaces de poner a sus propios hijos en el auto cuando disparan un Kassam, y de llevarlos a los campos de adiestramiento en terror. Puedes ver el cinismo en el simple hecho de que arman sus laboratorios (de fabricación de explosivos1) en edificios con departamentos llenos de civiles”.

El Jpost, el periódico israelí, ruega a los terroristas palestinos que respeten las vidas de los niños palestinos.

El principal objetivo de la lógica, es proteger la vida de los niños. No permitamos que estas agrupaciones terroristas nos sumerjan en un mundo de muerte. No permitamos que asesinen a sus niños ni a los nuestros. Al menos, alcemos nuestras voces.

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