¿Amnistía para los insurgentes? Sí

Escribe Charles Krauthammer que, al acudir a Irak, elPentágonotenía dos objetivos políticos: deponer a Saddam Hussein y reemplazar su régimen con un gobierno democrático que no fuera una amenaza para la región y que fuera estratégicamente amistoso con Estados Unidos. El primer objetivo demostró ser mucho más fácil de lograr de lo anticipado. El segundo ha demostrado ser mucho más difícil de lo anticipado.

El error de concepción más serio no tuvo nada que ver con el número de tropas o si dispersar un ejército que ya se había dispersado. No tuvo nada que ver con especular con las intenciones sunníes. Décadas de gobierno de hierro sobre chi’íes y kurdos han dejado a los sunníes militarmente irreconciliables con cualquier otro orden político.

Además, la fusión del régimen Baazista de Bagdad supuso armamento, disciplina y conocimientos organizativos de alto nivel para la resistencia sunní — [nivel] mucho más alto, por ejemplo, de lo que pudieron alcanzar chi’íes y kurdos una década antes, cuando se levantaron contra el régimen de Hussein sólo para ser aplastados.

Quizá la presente insurgencia sunní podría haber sido derrotada por una muestra arrolladora de la fuerza americana con un enorme número de tropas y una contrainsurgencia arrasadora. Pero bien podría haber terminado en una victoria pírrica y temporal, incrementando la amargura sunní y la resistencia que volvería inevitablemente al retirar nuestras tropas. Después de todo, nunca íbamos a mantener un enorme destacamento de tierra en el desierto para siempre.

Para mejor o peor, elegimos ocupación light. La insurgencia continúa, y no va a ser derrotada militarmente. Pero eso no significa que perdamos. Las insurgencias pueden ser desmanteladas al ser desafiadas. Y ésa es precisamente la estrategia del Primer Ministro Nouri al-Maliki. Teniendo en cuenta que su vida depende literalmente de tomar tales juicios, uno debería dar algo de peso a su opinión.

Pretende desactivar elementos de la insurgencia concediéndoles una porción del nuevo orden iraquí. Estos elementos sunníes — líderes tribales sin reconciliar y facciones de guerrilla — bien pueden decidir que con ningún bando con buenas perspectivas de victoria total, aceptar un lugar y algo de poder en el nuevo Irak es una alternativa mejor que la guerra perpetua.

La administración Bush respalda con firmeza esta política. ¿Y quién la torpedea desde la grada? Los Senadores Demócratas, nada más votar a favor de la retirada de tropas en lugar de la victoria como nuestro objetivo en Irak, lideraron la carga para denunciar cualquier tipo de amnistía para los insurgentes que hayan matado americanos.

Al margen de la hipocresía, está la lógica barroca: ¿existe mejor modo de honrar el sacrificio de aquellos que han muerto en Irak que decretar una política de retribución impotente y completamente hipotética? (¿Quién, después de todo, va a poner el cascabel al gato?) ¿O es crear las condiciones para precisamente el tipo de Irak – auto-gobernado e internamente reconciliado – por lo que estos valientes soldados luchaban?

Nuestro objetivo en cualquier guerra no es la venganza, sino el éxito. Los soldados confederados que juraron lealtad a Estados Unidos fueron indultados tras la Guerra Civil, incluso los que habían matado soldados de la Unión. Concedimos amnistía a legiones de japoneses y alemanes que habían matado a miles de americanos en la Segunda Guerra Mundial.

Y esas amnistías se concedieron tras la victoria total. En los conflictos en los que no hay rendición incondicional – conflictos civiles que terminan de manera mucho más ambigua, como en El Salvador o Chile, por ejemplo – la amnistía y la reconciliación son los elementos esenciales para el establecimiento de una paz estable y democrática.

En Irak, la amnistía será parte necesariamente de cualquier estrategia de confrontación en la que los insurgentes depongan sus armas. Y no se aplicaría a los jihadistas extranjeros, quienes, al contrario que los insurgentes sunníes que se unirían al nuevo Irak, sueñan con un estado islámico construido sobre las ruinas del orden actual. No hay nada a discutir con tal gente. El único modo de derrotarlos es matarlos, como hicimos con Abú Musab al-Zarqawi.

Pero matarlos exige privarles de su santuario. La reconciliación-cum-amnistía hace que las tribus sunníes iraquíes alienadas pasen al bando del gobierno, drenando el entorno en el que nadan los jihadistas. Después de todo, encontramos a Zarqawi en territorio fuertemente sunní a través de información de Inteligencia que nos pasaron iraquíes locales.

Las protestas en América acerca de la sugerencia de amnistía han provocado que tanto la administración como el gobierno Maliki se retracten. Pero no lo crea. La amnistía será un elemento esencial en cualquier política conciliatoria.

Lo que a su vez es el único camino hacia la victoria – definida hoy exactamente igual que el primer día de la guerra: dejar atrás un gobierno estable post-Hussein, tanto democrático como amistoso con nuestros intereses. Se puede lograr. Los aspavientos con la amnistía sólo pueden hacerlo más difícil.

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