Responsabilizar a Damasco

«Habrá una fuerza internacional [en el Líbano], porque todos los jugadores clave lo quieren», afirmaba recientemente un funcionario americano. Dice Daniel Pipes que parece estar en lo cierto, dado que hasta el gobierno israelí ha suscrito el plan, anunciando que «acordaría considerar el estacionamiento de una fuerza de combate compuesta de soldados de estados miembros de la Unión Europea».

Puede que los jugadores clave «lo quieran», pero tal fuerza ciertamente fracasará, exactamente igual que sucedió con la previa hace tiempo, en 1982-84.

Fue cuando tropas americanas, francesas e italianas fueron desplegadas en el Líbano con el fin de dar margen de seguridad a Israel frente a la anarquía y el terrorismo del Líbano.

La «Fuerza Multinacional» colapsó por entonces cuando Hezbolá atacó a los soldados, las embajadas y demás instalaciones de la Fuerza Multinacional, provocando la ignominiosa huída del Líbano por parte de la Fuerza Multinacional.

El mismo patrón se repetirá sin duda. Allá por entonces, los americanos y los demás no clasificaban a Hezbolá como su enemigo, y éste sigue siendo el caso hoy, guerra contra el terror al margen; en una reciente encuesta de Gallup, el 65% de los americanos decía que su gobierno no debía tomar parte en la presente lucha Israel-Hezbolá.

Otras ideas para acabar con la anarquía en el sur del Líbano, igualmente malas, incluyen:

• Desplegar las Fuerzas Armadas Libanesas, el ejército oficial estatal libanés. Hezbolá forma parte del gobierno del Líbano y vetará que las fuerzas armadas controlen el sur. Asimismo, los chi’íes con simpatía hacia Hezbolá suponen hasta la mitad de las fuerzas armadas. Finalmente las LAF son demasiado amateur como para confrontar a Hezbolá.
• Desplegar fuerzas sirias. Tanto los libaneses como los israelíes rechazan la ocupación siria del sur del Líbano.
• Desplegar fuerzas israelíes. Tras sus experiencias con presencia en tierras de mayoría árabe en 1967 y 1982, los israelíes se han decantado ampliamente en contra de una repetición.

En lugar de recorrer el camino de un fracaso predecible, necesita intentarse algo bastante diferente. ¿Mi sugerencia? Cambiar el foco de atención del Líbano a Siria y poner a Damasco sobre aviso de que es responsable de la violencia de Hezbolá. (A la sazón, esto cumple la Resolución 1680 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada el 17 de mayo del 2006, que exige a Siria tomar «medidas contra los movimientos de armas en territorio libanés»).

He aquí el porqué: los líderes israelíes no han evitado los ataques procedentes del Líbano en mucho tiempo. Detuvieron el flujo de terrorismo trasfronterizo con otros vecinos haciendo demasiado doloroso que sus gobiernos centrales permitiesen continuar tales ataques. Pero al hacer exigencias del gobierno libanés, no obtuvieron satisfacción.

En el Líbano – al contrario que en Egipto, Jordania o Siria – ningún gobierno central fuerte disfruta del monopolio de la fuerza. El estado del Líbano es permanentemente débil porque su población debe sus principales lealtades a una u otra de las 18 comunidades étnico-religiosas. Como resultado, las milicias, las guerrillas y los terroristas ostentan más poder que el gobierno.

Los gobiernos israelíes respondieron a lo largo de los últimos 40 años con un abanico de estrategias. En 1968 aviones israelíes bombardeaban el aeropuerto de Beirut, sin resultado. En la Operación Litani de 1978 las fuerzas israelíes entraban por primera vez en el Líbano a gran escala, sin éxito. En 1982 capturaban la mayor parte del país, lo que demostró ser insostenible. Hasta el 2000 conservaban una zona de seguridad, pero eso terminó con una retirada unilateral súbita. Evacuar cada pulgada de territorio libanés en el 2000 también fracasó a la hora de evitar los ataques.

En este punto, al gobierno de Bashar al-Assad se le debería indicar inmediatamente que deje de aprovisionar a Hezbolá, y que la futura violencia procedente del sur del Líbano encontrará lo que el Wall Street Journal llama «una oferta que Siria no puede rechazar» – refiriéndose a represalias militares. Como explica David Bedein en el Philadelphia Evening Bulletin, «por cada objetivo alcanzado por la rama de Siria, Israel seleccionará para ataque objetivos sirios». Tales objetivos podrían incluir infraestructuras terroristas, militares o gubernamentales.

Este enfoque funcionará porque la estatura, la fuerza y las habilidades de Hezbolá dependen del apoyo sirio, tanto directa como indirectamente. Teniendo en cuenta que el territorio sirio es el único camino por el que la ayuda iraní llega a Hezbolá, centrarse en Damasco tiene el importante beneficio secundario de restringir la influencia iraní en el levante.

Este plan tiene sus complicaciones y desventajas – el reciente tratado de defensa mutua sirio-iraní, o dar a Hezbolá la opción de arrastrar a la guerra a Siria – pero tiene mayores probabilidades de éxito, estoy seguro, que cualquier otra alternativa.

Recordando cómo un enfoque similar funcionó en 1998, cuando el gobierno turco presionó con éxito a Damasco para que dejara de dar asilo a un líder terrorista, el estratega israelí Efraim Inbar sugiere correctamente «ha llegado el momento de hablar turco con los sirios».

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