La fabulación interesada que crece tras el 11-M

Dije en mi serie anterior, a finales de julio, sobre la teoría conspiracional del 11 M -que defienden, en el vacío, Pedro J Ramírez, Federico Jiménez Losantos, Luis del Pino y, ahora, Fernando Múgica– para escándalo de algunos, que la consecuencia coherente sería la indemnización por el Estado a las familias de El Chino, El Tunecino y el resto de fanáticos terroristas, devenidos en víctimas –‘suicidados’ en Leganés, tamaña estulticia se está vendiendo a los incautos hooligan. Faltaba por proceder a exculpar a Suárez Trashorras y es simplemente, lo que se ha pretendido. Entra de la misma reata de a prioris, de la misma lógica chusquera de quienes se han instalado en su particular e iluminado todo vale.

La forma de descalificar a quien osa decir que se pretende, con ínfulas dogmáticas, generar un clima asfixiante es situarle como defensor de la ‘versión oficial’. Eso de la «versión oficial» es un cajón de sastre, que no se sabe muy bien a qué se refieren, porque su propia «versión oficial» –como he analizado- es o un mar de contradicciones o una burda teoría conspiracional que se retroalimenta a sí misma, que exige actos de fe y niega la racionalidad y que se conduce como una secta en la que quien no está contra ellos ha de ser anatemizado, con toscos juegos infantiles de blancas y negras.

ABIERTO A CUALQUIER CONCLUSIÓN CON PRUEBAS

En mi caso, no defiendo nada parecido a una supuesta versión oficial. Estoy abierto a cualquier conclusión si viene precedida por pruebas. Me parece que pudo haber conexiones con ETA en el tramo originario, tanto en la conjunción del análisis como en el suministro de proveedores, que en algún momento también pudieron servir a ETA, según las declaraciones de Francisco José Lavandera. La coincidencia de cronologías entre las caravanas no ha de ser casual, ni tampoco el hecho de que ETA robara un coche en el callejón sin salida del garaje de Suárez Trashorras. No es descartable que ETA ofreciera asesoramiento técnico, pues ella misma intentó atentados con el sistema de las mochilas y los móviles en Baqueira Beret, según señaló Ángel Acebes.

Por supuesto, en la relación policial con los confidentes hay evidentes negligencias que no se han depurado y entre el 11 y el 14 de marzo, en la investigación hay un cúmulo de chapuzas no aclaradas, algunas de las cuales pueden ser explicadas por la situación de caos que se vivió –y que algunos Sherlock Holmes de pacotilla quieren convertir en un paisaje de investigación normal-, otras en la militancia política de cargos policiales o en la condición humana de la búsqueda de medallas y apuntarse a caballo ganador, contra el neutral servicio al Estado que es predicable de las Fuerzas de Seguridad, y todas exigen una clarificación que dista de haberse producido.

CONSPIRANOIA SIN BASE

Pero señalar tales fallas no pasa a dotar de credibilidad a una teoría abracadabrante y maliciosa, ni exime a quienes la sostienen de presentar pruebas que la avalen. Cuando expongo esto, los hooligan que han transferido su credibilidad a un conjunto de gurús mediáticos me espetan, con tono recriminatorio, “pero si fue ETA”. Mas sus mentores hace tiempo que superaron tal estadio. Así:

Pedro J. Ramírez, 26 de agosto de 2005, en las III Jornadas Periodísticas de Son Servera:

Cada vez hay más indicios de que el 11 M se gestó en los aparatos del Estado”.

Luis del Pino, Libertadidigital, 31 de agosto de 2006:

“De lo que estamos hablando es de si las cloacas del Estado participaron sólo en la colocación de pruebas falsas o tuvieron, también, una participación en la propia masacre”.

Federico Jiménez Losantos, El Mundo, 4 de septiembre de 2006:

“¿Y qué parece hoy el 11 M? Pues exactamente lo que dice Trashorras: un golpe de Estado perpetrado desde los Servicios de Inteligencia españoles y en el que se utilizó a traficantes de drogas y explosivos de Asturias controlados por la Policía y a traficantes de drogas y coranes de Lavapiés controlados por la Guardia Civil como mano de obra poco cualificada o simple pantalla”.

Lo que están diciendo es que el 11 M fue obra de policías y guardias civiles españoles y que a los islamistas ‘les asesinaron’ en Leganés. Jiménez Losantos, con supina frivolidad e ignorancia superlativa, escribe en El Mundo, 13 de septiembre de 2006:

“Lo único que pedimos, aunque subiera la audiencia, es que eviten suicidios en directo, al estilo Leganés. Con que nos expliquen el de los islamistas que quisieron ir al infierno, basta”.

¿Es que, acaso, la ignorancia de Losantos es tan proteica o tan interesada que no sabe o no recuerda que el 3 de abril de 2.004 al frente de TVE estaban José Antonio Sánchez y Alfredo Urdaci? ¿No sabe o no quiere saber que, en período de transición, gobernaba aún el PP y en la tarde del 3 de abril de 2.004 al frente de la operación de Leganés estaban el ministro de Interior, Ángel Acebes, el secretario de Estado, Ignacio Astarloa y el Comisario General de Información, Jesús de la Morena? La manipulación siempre se acompaña de la estupidez.

UTILIZAN A LAS VÍCTIMAS PARA SUS INTERESES

Bueno tan gravísimas acusaciones han de demostrarse. Mi convicción es que mienten y manipulan a sabiendas, por manifiestos intereses personales y que desprecian a los ciudadanos que les siguen. Deben decir ya, de una vez, qué cuerpos, qué organismos policiales, qué miembros de las Fuerzas de Seguridad urdieron la matanza de Atocha y asesinaron al conjunto de islamistas de Leganés. Deben dar una prueba, algo, antes de ser tenidos por estrictos fabuladores y mentirosos compulsivos. Han de tener el coraje de señalar a los culpables y dejar de exculpar a los terroristas islámicos. Decirnos qué mandos políticos –del PP- o qué mandos policiales –nombrados por el PP- ordenaron ese supuesto asesinato de los islamistas en Leganés. ¡Qué soberana estupidez! ¡Qué nivel de estulticia malvada! Por último, y lo más importante, no pueden, bajo ningún concepto, utilizar a las víctimas para sus intereses periodísticos.

QUE RECTIFIQUEN O APORTEN PRUEBAS

Abro un compás de espera. Puesto que los gurús han venido diciendo que en septiembre nos lo aclarararían todo (la entrevista a Suárez Trashorras, como he demostrado, ha sido un completo fiasco), concedo un tiempo prudencial para que rectifiquen y ofrezcan pruebas, sin saltárselas para llegar directamente a las conclusiones, como los malos abogados que han de defender lo indefendible.

Espero que dejen de abusar de la confianza que muchos ciudadanos de buena fe han puesto en ellos para que les informen y no les manipulen, para que les aclaren y no les confundan. En otro caso, deberán ser denunciados y tenidos por fabuladores y la teoría conspiracional como la patraña más abrumadora y mendaz: una de las páginas más negras de la historia del periodismo; no su gloria, sino su miseria. Tic tac.

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