Suárez Trashorras no es José Amedo

Enrique de Diego-. (Periodista Digital)-. José Emilio Suárez Trashorras no es José Amedo. Por ejemplo, no es policía, es confidente. Más allá de poner el disparatado ventilador ni tan siquiera ofrece posibilidades de desentrañar trama alguna o ese supuesto GAL 2 que se ha convertido en la consigna de quienes no quieren buscar la verdad sino “socializar la duda” (concepto burdo de manipulación en ambientes sectarios).

En este punto, además Suárez Trashorras se muestra decepcionante y caótico. Es un mar de contradicciones. Aunque a lo mejor algunos terminan autoconvenciéndose de que la clave está en la Unidad de Estupefacientes de Avilés y el estratega de la conspiración fue Manolón.

Si no hubiera tantas víctimas, tanta sangre, tanto dolor, la entrevista produciría hilaridad.

La triste conclusión es que la única referencia creíble de un periodismo agónico dispuesto a buscar la verdad, al margen de tiradas, índices de audiencia y cuentas corrientes ha quedado desacreditada. Porque no se ha hecho un servicio al periodismo. Para ello hubiera bastado y sobrado una entrevista.

Lo que se ha ofrecido no es tal. Lo que se ha servido a la opinión pública bajo esa apariencia ha sido una burda operación de imagen, precedida por una semblanza en la que Suárez Trashorrras ha sido presentado como un personaje ingenuo y encantador, vestido para su boda.

Además, en cada de las entregas se incluyen larguísimas entradillas en las que Fernando Múgica ha morcilleado, introduciendo juicios de valor y mezclando sin pudor información y opinión, con la declarada intención de desarmar el espíritu crítico del lector.

GROSERA MANIPULACIÓN

Tras enumerar Fernando Múgica (cuyo descrédito deploro) las pruebas incriminatorias contra Suárez Trashorras, entre ellas, la declaración ante el juez, afirma que

Ahora ha roto definitivamente el silencio para contar su versión de lo que sucedió realmente.

Decir que su versión es lo que “sucedió realmente” es una manipulación tan grosera (Fernando Múgica se sitúa en la posición de juez) que hace sonrojar, máxime cuando Suárez Trashorras se está desdiciendo de una declaración judicial.

En la segunda entrega, sin venir a cuento, Fernando Múgica vuelve a vestirse la toga, ahora de abogado defensor, y al tiempo a ocupar un extraño papel de asesor de imagen.

“Es evidente –escribe- que todo lo que dice Trashorras no debe convertirse en una verdad irrefutable”. Menos mal, sobre todo, a la vista de sus continuas contradicciones y de su inconsistencia. Múgica filosofa al decir que

Es fácil descalificar sus afirmaciones de una forma global. Pero habría que advertir, al que tenga la tentación de hacerlo, que en su día le creyeron a pies juntillas cuando declaró que había visto explosivos en el coche de Jamal Ahmidan. Si ahora no tiene ninguna credibilidad, ¿por qué la tenía entonces?

Decepcionante. La cuestión es que yo no me he creído a ninguno de los Suárez Trashorras, sino toda la investigación de Fernando Múgica sobre la trama de explosivos de Asturias, sus reportajes sobre Mina Conchita, sus revelaciones sobre Suárez Trashorras (la entrevista podría entenderse como el efecto de un peculiar y dual síndrome de Estocolmo) para que ahora resulte que Fernando Múgica me ha –nos ha- estado engañando todo el tiempo.

COMO SANJURJO

Porque en puridad, Fernando Múgica, además, ha estafado a los lectores o ha seguido la mítica estrategia del general Sanjurjo en Sevilla cuando hacía desfilar a los mismos cambiándoles de uniforme. No hay nada nuevo en lo que dice Suárez Trashorras, salvo la exhibición de su alianza con Pedro J Ramírez, Federico Jiménez Losantos y Luis del Pino.

Todo lo dicho en la falsa entrevista, está, por ejemplo, en “Emilio, imputado y protegido” del propio Fernando Múgica, artículo publicado el 19 de septiembre de 2005 o en “Las ‘verdades’ de Emilio” (24 de octubre de 2005) o en “El ‘caso Trashorras’”, publicado, en la serie “los agujeros negros del 11 M”, el 18 de julio de 2004.

Los ‘agujeros negros’, ya se sabe, se reproducen y lo consumen todo. Deben ser como la saga de Rocky. Sólo que sería preciso cambiar algo el guión para que no parezca tanto una tomadura de pelo a unos lectores que esperan ávidos una solución que nunca llega, que viven angustiados en una conspiración que a fuerza de no desvelarse se torna conspiranoia, que han de ir haciendo continuos actos de fe en unos gurús que les mienten y les manipulan.

Porque este Fernando Múgica que ahora juega a abogado defensor ha sido antes el fiscal, o por lo menos un periodista de investigación que respetaba a sus lectores (hasta que ha sido más rentable saltarse los límites de la búsqueda de la verdad y cierto sentido de la deontología). El mismo que el 10 de noviembre de 2004 escribía:

…que las Fuerzas de Seguridad habían recibido avisos antes del 11 M de que Antonio Toro y Emilio Suárez Trashorras ofrecían grandes cantidades de dinamita es algo que ya ha quedado demostrado.

Demostrado, ¡eh! Ojo al dato, hooligan y peonesnegros del mundo mundial. O el que se preguntaba por “el por qué de un sistema que ha permitido a los terroristas la obtención de los explosivos con tanta facilidad” o el que se refería de continuo a “la célula de Avilés” o el que nos desvelaba en paralelo los trayectos de las caravanas de ETA e islamistas o el que decía –19 de septiembre de 2005- que Suárez Trashorras “aprovecha su enfermedad para intentar salir pronto de prisión y eludir cualquier tipo de responsabilidad por lo sucedido” o el que se escandalizaba y denunciaba que Carmen Toro estuviera libre o que hacía público que “la policía permitió a Carmen Toro esconder la dinamita de su hermano”.

QUE HAGA CAREOS

Mas la impostura se eleva al cuadrado cuando, al poco, se publican dos tomas de un nuevo libro en conversaciones con Francisco Javier Lavandera, en las que todo lo dicho por Suárez Trashorras, y asumido por Fernando Múgica, queda desmentido y Suárez Trashorras situado –lo que sí me parece verosímil- en la condición de proveedor de explosivos de la banda terrorista ETA o buscando, junto a Antonio Toro, a alguien, que supiera fabricar detonadores para bombas con teléfonos móviles. Tremenda cuestión que tiene la autoridad moral de estar grabada en el año 2001 en una cinta del guardia civil Campillo con el confidente Lavandera.

La próxima entrega, supongo, será un careo. Porque Fernando Múgica nos ha vendido como verdad cada una de las versiones de sus confidentes estrellas.

Podía haberse quedado en la función de periodista, pero con Suárez Trashorras ha superado esos límites y ha conseguido confundirse a sí mismo y confundir a los lectores, a fuerza de no respetarlos, para servir a la estrategia de Pedro J Ramírez y de quienes, porque están obteniendo provecho de ello, se han montado su conspiración.

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