El corazón de la israelí traidora


Va de pacifista, de chica buena, pero es una traidora. A la hora de la verdad, a Tali Fajima no le importaron las vidas de los que la consideraban una de los suyos y colaboró con el enemigo. Se ofreció como escudo humano para defender a su noviete, un terrorista palestino. Fue detenida en 2004. Acaba de ser liberada. Y ahora cuenta su historia y dice que lo volvería a hacer.

«No me arrepiento. Vale la pena, aunque me hubieran condenado a prisión perpetua».

Así recibe Tali Fajima recibe a Shlomo Slutzky, de Clarín, en el bar-librería Yaffa, el lugar preferido de muchos de los progres israelíes, a los que se les llena la boca con palabras solemnes como «diálogo», «convivencia» y «paz».

Tali Fajima está de fiesta. Condenada a tres años de prisión por «colaboración con el enemigo» —fórmula legal bajo la que se oculta su relación con el terrorista palestino Zakaría Zveidi, el jefe de las brigadas armadas de Fatah en Jenín, Cisjordania—, fue liberada la semana pasada de la cárcel de mujeres Neve Tiraza.

En esa prisión conviven presas comunes y militantes palestinas condenadas por acciones terroristas contra Israel.

Lo que terminó llevando a Fajima a la cárcel fue su provocadora aparición frente a las cámaras de televisión en Jenín, anunciando estar dispuesta a ser un «escudo humano» para Zveidi, después de que los comandos israelíes realizarán dos intentos de eliminar al jefe terrorista, responsable de la muerte de mujeres y niños en Israel.

A la prisión de Neve Tiraza aterrizó después de cuatro meses se ser «analizada» por expertos
del Shabak (Servicio de Seguridad General de Israel) y hasta psicólogos que intentaron desentrañar el misterio de Tali Fajima:

¿Por qué una empleada de un estudio de abogados en Tel Aviv, nacida en la provincial ciudad de Kiriat Gat, que votó a Sharon en 2001? ¿Por qué una chica como Tali Fajima llega a juntarse con un terrorista como Zveidi, acusado de ordenar atentados terroristas contra israelíes?

—¿Por qué?

—Todo empezó por mi curiosidad, que me llevó a pasarme horas en internet y ahí a descubrir que detrás de los puestos de control, del cerco y la muralla, había algo más que terroristas a los que se pretende alejar o destruir. No militaba en ninguna agrupación ni tenía otro contacto con el mundo palestino que los diarios, y es por eso que después de leer una entrevista con Zakaría Zveidi llamé al periodista que la hizo y le pedí que me contactara con él. A los pocos días ya mantenía largas conversaciones telefónicas con Zakaría de las que entendí que detrás del comandante rudo y combativo, había un ser humano con capacidad de perdonar las muertes que vio a su alrededor desde que era un niño, dispuesto a dejar las armas a cambio de la retirada israelí de los territorios palestinos y la creación de un Estado Palestino. Finalmente decidí visitarlo en Jenín. Me sorprendí por lo relativamente fácil que fue llegar y volver al día siguiente. El se sorprendió. No imaginó que me animaría.

A esa primera vista se sucedieron otras, en las que Fajima no tuvo problema en participar en una manifestación multitudinaria contra Israel, como única judía y única mujer en un mar de hombres musulmanes armados disparando peligrosamente sus fusiles. Según declaró cuando fue detenida en agosto de 2004, en una oportunidad tomó el arma de Zveidi y disparó en un campo de tiro utilizado habitualmente para prácticas de Fatah.

—En una oportunidad permaneciste más de dos semanas en Jenín. ¿La población no sospechó de la judía israelí?

—Una vez un militante de la Jihad Islámica se dispuso a apuntar su arma contra mí y solo la presencia de Zakaría me salvó. Sin embargo, la población en general me recibió con mucho respeto y afecto, y me ayudó a esconderme de los soldados israelíes durante una de sus incursiones en la ciudad, en las que les escuchaba gritar mi nombre mientras entraban por la fuerza casa por casa, a la búsqueda de «buscados», entre ellos, yo.

—¿Qué fue lo que más te impresionó de lo que viste del otro lado de la frontera?

—En una de las incursiones del ejército israelí me encontré en una pieza en la que habían varias mujeres con sus hijos. Las balas y las explosiones se escuchaban cada vez más cerca. Los niños lloraban y en determinado momento vi como uno de los chicos vomitaba en los brazos de su madre y cuando ella lo abrazaba. Me di cuenta que el chico, de más de 10 años, se había orinado de miedo. De miedo a soldados israelíes, israelíes como yo.

—Se la vio junto a Zakaría Zveidi afirmando que estaba dispuesta a ser escudo humano para él, ante todo ataque israelí que se produjera. No se arrepiente de esa afirmación, que aparentemente le costó tres años de cárcel?

—De ninguna manera. Lo volvería a hacer si estuviera en la misma situación y si no lo tuviera ahora específicamente prohibido en mi compromiso con el servicio penitenciario israelí. Creo que si hubiese miles de israelíes dispuestos a proteger a palestinos de asesinatos sin juicio, ya habríamos firmado un acuerdo de paz con los palestinos.

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