Arabia Saudí juega con fuego

La política a dos bandas de Riad para contener a Teherán puede funcionar, pero también cabe que encienda la mecha de la tensión sectaria y perjudique su relación con Washington.

Riad y Teherán han entablado conversaciones para calmar la crisis en Líbano. Los esfuerzos saudíes por contener y comprometer a Irán simultáneamente podrían tener éxito a nivel regional, pero también podrían deteriorar las relaciones con Estados Unidos y promover la tensión sectaria a largo plazo entre árabes suníes y chiíes. Además, la estrategia saudí presenta pocas perspectivas de cambiar la situación en Irak, motor del conflicto regional suní-chií y del aumento de la influencia de Irán en la región.

Riad está practicando un juego de sutil equilibrio de poder hacia Irán, intentando reducir su creciente influencia en el mundo árabe y, al mismo tiempo, evitando una confrontación abierta.

La reciente visita del presidente ruso Vladímir Putin a Riad indicaba el deseo saudí de profundizar su relación con Moscú, principal proveedor de tecnología nuclear de Irán. Putin mostró su interés por ayudar a los estados del Golfo a desarrollar su capacidad nuclear.

Además, Riad sigue ofreciendo un fuerte apoyo al gobierno de Siniora en el Líbano en su enfrentamiento con Hezbolá, el más firme aliado de Irán en la región. Sin embargo, Arabia también se ha comprometido en un esfuerzo conjunto con Irán por evitar un estallido en Líbano a través del diálogo entre sendos negociadores nucleares.

El esfuerzo de mediación del rey Abdulá en La Meca entre la Autoridad Nacional Palestina y Al Fatah y Hamas no sólo iba dirigido a acabar con el conflicto civil entre palestinos y forjar un gobierno de unidad, sino también a desenganchar a Hamas del apoyo iraní y reafirmar el papel saudí de principal patrón de los palestinos por encima de su división ideológica.

■ Limitaciones de la estrategia saudí. El rey saudí resumió recientemente la estrategia saudí hacia Irán. Advirtió a los iraníes de que deberían conocer sus límites para enfrentarse con las potencias globales y reafirmó que Palestina es un tema árabe, en el que los extranjeros no deberían inmiscuirse. Sin embargo, les aseguró que no se uniría a ningún bloque internacional dirigido contra ellos; Arabia tampoco apoyaría los intentos de mezclarse en sus asuntos domésticos.

Las especulaciones de que los saudíes podrían usar el “arma del petróleo” contra Irán, obligando a bajar los precios del crudo a base de subir la producción, tampoco tiene ninguna base. Riad no busca una confrontación abierta.

Aunque la estrategia saudí consiguiera disminuir la influencia iraní en las periferias al alcance de Irán, en Líbano y Palestina, no se puede esperar que esto limite la influencia de Irán en Irak. Los indicios de que el Ejército saudí podría intervenir en Irak para “proteger a los suníes” no son más que un bluff. Tampoco es probable que los saudíes apoyen abiertamente a insurgentes suníes, por lo menos mientras EEUU siga en Irak, debido a la oposición estadounidense y a los temores de Riad de que repercuta en fortalecer el sentimiento yihadista suní y la fortaleza de Al Qaeda en la región.

■ Tensiones Arabia Saudí-Estados Unidos. La estrategia de Riad de reducir la influencia iraní encaja con los esfuerzos de Washington de movilizar un bloque moderado de árabes contra Irán. Sin embargo, las tácticas saudíes sobre dos importantes frentes corren el riesgo de ser un diálogo de sordos con la Casa Blanca, que quiere aislar a Irán regionalmente, quizás para preparar una confrontación militar. Aunque Riad quiere reducir la influencia iraní y frenar su plan nuclear, intenta evitar una confrontación directa. Los saudíes incluso están dispuestos a trabajar con Teherán en el Líbano, aunque quieren limitar el poder de Hezbolá. Los saudíes recuerdan lo desagradable de la hostilidad iraní en los 80, cuando se intentó exportar la revolución islámica. Además, saben que estarán en primera línea de cualquier venganza iraní ante un ataque de EEUU.

Para Riad, reducir la tensión doméstica y la influencia iraní entre palestinos es más importante que avanzar en la paz árabe-israelí. Para Riad, fue suficiente que las facciones se encontraran bajo sus auspicios en La Meca. Por contra, Washington intenta marginar a Hamas y hacer avanzar el proceso.

■ Amenaza chií. La principal preocupación de Riad es el crecimiento del poder de Irán en la región, no el crecimiento del poder chií. En su preocupación por el equilibrio de poder, los temas sectarios importan sólo en la medida en que Irán utiliza a grupos árabes chiíes para extender su influencia regional. Hay indicadores de que el sectarismo anti chií no es la fuerza motora que hay detrás de la política saudí. En octubre, hubo una reunión de saudíes en La Meca en la que los clérigos suníes y chiíes de Irak condenaron la violencia sectaria.

Abdulá dijo que las tensiones chiíes-suníes eran “una cuestión preocupante, pero no peligrosa”, si se manejaban correctamente y subrayó su apoyo a las citas para tender puentes entre chiíes y suníes.

Riad ha seguido su política de los últimos años de integrar a su propia población chií. En enero, por tercer año consecutivo, se celebraron públicamente ritos Ashura en el Este y hubo una visita real. Si Riad estuviera fundamentalmente preocupado sobre los temas sectarios, persiguiría a sus chiíes.

■ Jugar la carta sectaria. Pero, los saudíes no han hecho nada para rebajar la creciente agresividad del sentimiento antichií en su país y en la región. En diciembre y enero, conocidos activistas religiosos les condenaron como no creyentes. Hasta los escritores saudíes liberales respondieron a la ejecución de Sadam Hussein en términos sectarios. Riad (y El Cairo y Amán) saben que a su opinión pública no le pueden vender su política de rebajar la influencia iraní con argumentos de equilibrio de poder.

La opinión pública árabe apoya la confrontación iraní hacia Israel, su apoyo a sus aliados árabes Hezbolá y Hamas, que también enfrentados con Israel, y también su plan nuclear. Estos líderes árabes venden su política, o permiten que se haga, basándose en argumentos sectarios.

El peligro de este tipo de manipulación cínica es que las tensiones sectarias podrían escapársele de las manos a estos gobiernos. En el caso saudí, la escalada sectaria podría complicar, o incluso invertir, los esfuerzos de Abdulá de tender la mano a su minoría chií. El aumento del sectarismo en Arabia Saudí juega directamente en favor de los extremistas wahabí, cuya influencia se intenta contener.

El aumento del sectarismo también hará más difícil que Riad lleve a cabo su política matizada hacia Irán. Jugar con el tema sectario, por lo tanto, es jugar con fuego. Riad claramente cree, quizás con un exceso de optimistimo, que puede mantener el fuego bajo control.

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