La paz yihadista

En un acto de guerra abierta, Irán secuestraba a 15 soldados británicos en el Golfo Pérsico. El acto de agresión iraní ocurría exactamente mientras los británicos votaban a favor de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU imponiendo sanciones más fuertes a Teherán por su programa ilícito de armamento nuclear.

Explica Caroline B. Glick que se han propuesto varias teorías se han propuesto para explicar el comportamiento de Irán.

Algunos afirman que los iraníes actuaron contra los británicos con la esperanza de que Gran Bretaña respondiese abandonando su alianza con Estados Unidos y sacando sus fuerzas de Irak.

Otra teoría es que con el secuestro de los marinos, los iraníes pretenderían reanudar sus planes del pasado verano. Entonces, Irán ordenó a su satélite libanés Hezbolá que secuestrase soldados del ejército con el fin de dejar la atención de la comunidad internacional del programa nuclear de Irán.

Al igual que en el caso de los efectivos británicos, el ataque del pasado verano contra el ejército tenía lugar también a la vez que se esperaba que el Consejo de Seguridad se reuniese y debatiese sanciones a Irán por su búsqueda de armas nucleares.

Otra teoría más dice que Irán secuestró a los marineros con el fin de utilizarlos como moneda de cambio para obligar a Estados Unidos a liberar a los operativos iraníes que Estados Unidos ha detenido en Irak en los últimos meses. Cualquiera que sea el caso, está absolutamente claro que los iraníes fomentaron a propósito esta crisis internacional con la esperanza de que su agresión se viera recompensada de alguna manera.

EN ESTE CONTEXTO, y teniendo en cuenta los riesgos involucrados, sería de esperar que Estados Unidos y sus aliados concentrasen su atención en cómo debilitar a Irán y sus satélites terroristas y cómo recortar la capacidad de Irán para adquirir un arsenal nuclear.

Pero al contrario, Estados Unidos está haciendo exactamente lo contrario. Los iraníes actuaron mientras la Secretario de Estado norteamericana Condolizza Rice se dirigía a la región. Desde el viernes, Rice ha estado dando saltos entre Egipto, Israel, la Autoridad Palestina y Jordania, y estaba de camino a Arabia Saudí. No está trabajando en coordinar las maniobras para contener la creciente belicosidad de Irán.

En su lugar, Rice trabaja para dotar de poder a los aliados terroristas de Teherán en Hamas, la Jihad Islámica y Fatah. Hace esto promoviendo el denominado plan árabe de paz, que exige que Israel acceda a concesiones peligrosas y estratégicamente catastróficas al gobierno terrorista palestino.

Al comportarse así, Rice está siguiendo los pasos de sus predecesores. En la práctica, parece casi axiomático que cuando las cosas se ponen feas con las administraciones norteamericanas, los funcionarios de la administración se ponen serios con Israel.

DESPUÉS DE QUE LOS REPUBLICANOS obtuviesen el control del Congreso en 1994, el entonces presidente Bill Clinton fue obligado a dar a conocer su agenda nacional. Y así Clinton — que no había tenido ningún interés en política exterior en sus primeros años en el cargo — volvió la atención a Israel y el denominado proceso de paz, en el que se esperaba que Israel entregase territorio, armas y legitimidad a la OLP a cambio de terrorismo.

La terquedad de Clinton en forzar concesiones israelíes a la OLP en nombre de la paz se acentuó más mientras las cosas se le ponían difíciles a lo largo de sus audiencias de impeachment en 1998. Mientras la Cámara de Representantes se preparaba para someter a votación los artículos del impeachment, Clinton apretaba las tuercas al entonces primer ministro Binyamin Netanyahu hasta que firmó el memorando de Wye, en el que Israel prometía transferir amplias extensiones de Judea y Samaria al gobierno terrorista de Yasser Arafat.

Clinton forzó la mano de Netanyahu a pesar del hecho de que, hacia 1998, estaba claro que Arafat estaba colaborando activamente con Hamas y la Jihad Islámica a la hora de perpetrar ataques terroristas contra Israel y adoctrinando a los palestinos para emprender una jihad por la destrucción de Israel. Pero negociar con Netanyahu era inconveniente.

Netanyahu rehusó implementar el acuerdo de Wye a la luz del apoyo de Arafat al terrorismo y obligó a Clinton a reconocer que Arafat no estaba haciendo nada por combatir el terror. Incómodo con este estado de las cosas, Clinton se dispuso a derrocar al gobierno de Netanyahu.

EN UN ACTO DE DESPRECIO sin contemplaciones hacia las leyes electorales y la democracia israelí, Clinton envió a sus propios consejeros electorales, James Carville, Stanley Greenberg y Robert Schrum, a Israel con el fin de llevar la campaña Laborista del líder del partido Ehud Barak en las elecciones de 1999.

El culmen de la campaña de Clinton fue la fracasada cumbre de Camp David en el 2000. Allí, y en las conversaciones desesperadas con Arafat en Taba, Barak acordaba entregar a Arafat el Monte del Templo además de Judea, Samaria y Gaza, y un montón de dinero.

Israel pagó con creces el comportamiento de Barak y Clinton. En la jihad de los palestinos que siguió al rechazo de Arafat a las ofertas de Barak y Clinton por salvar la cara, más de 1000 israelíes fueron asesinados — más del 70% de los cuales eran civiles.

La posición internacional de Israel cayó a mínimos nunca vistos mientras el antisemitismo global se elevaba a niveles nunca vistos desde el Holocausto. América también pagó con creces por el comportamiento de Clinton.

En lugar de prestar atención al emergente vínculo terrorista que había puesto a Estados Unidos directamente en el punto de mira — en 1993 en el World Trade Center; en 1996 en las Torres Jobar; en 1998 en las embajadas de Kenia y Tanzania; y en el 2000 en el USS Cole – Clinton continuaba escurriendo el bulto con el presunto proceso de paz.

En lugar de reconocer la existencia y la amenaza de la jihad global para la seguridad nacional norteamericana, Clinton presionaba a la principal víctima de la jihad global – Israel – para transferir su territorio nacional y su capital al padrino del terrorismo moderno.

Pero mientras Israel y América se desangraban, Clinton en persona no pagó ningún precio por su comportamiento. En lugar de ser culpado por la guerra a la que contribuyó tan generosamente a permitir, Clinton es elogiado como un héroe en el mejor de los casos, y en el peor como una figura trágica que dedicó su presidencia a la causa de la paz.

La recién descubierta manía de Rice por la paz hoy aparece casualmente cuando las condiciones locales niegan la posibilidad de paz. Apenas el mes pasado, lo saudíes prometían a los palestinos 1.000.000.000 de dólares y abrían así el camino a los acuerdos de La Meca, donde el grupo terrorista de apoyo iraní Fatah se rendía al grupo terrorista de patrocinio iraní Hamas.

Al actuar así, lo saudíes provocaban la formación de un gobierno palestino comprometido abiertamente con el uso del terrorismo como herramienta para garantizar la destrucción de Israel.

Las condiciones internacionales también garantizan que la paz de Rice no logrará hacer la paz. Regionalmente, Irán ha recogido el guante frente a la coalición encabezada por Estados Unidos en Irak. Nacionalmente, el Congreso de control Demócrata trabaja a diario para impedir que Estados Unidos luche contra sus enemigos.

Globalmente, estados tan distantes como Rusia, China o Venezuela establecen acuerdos con gobiernos terroristas para contener a la potencia norteamericana. El programa que Rice ha traído para promover en la región ni siquiera tiene el beneficio de una fachada pacifista.

Los palestinos dejan claro todos y cada uno de los días que no quieren y no aceptarán el derecho de Israel a existir en absolutamente ninguna frontera, y que no trabajarán para combatir el terrorismo contra Israel. La Liga Árabe por su parte, y sus estados miembros, han anunciado repetidamente que no harán ningún cambio en su plan «de paz» que, si es implementado, lleva directamente a la destrucción de Israel.

Al comportarse de esa manera, Rice, al igual que Clinton antes, se ve ayudada por un gobierno israelí políticamente débil y estratégicamente incompetente dispuesto a sacrificar la seguridad a largo plazo de Israel a cambio del beneficio de fotografías en primera plana con líderes importantes americanos y capitostes árabes.

El domingo, el gobierno Olmert-Livni-Peretz anunciaba que está abierto a la negociación según el plan árabe. En palabras de un funcionario al The Jerusalem Post, Israel «no desechará» el plan.

ESTA ES LA POSTURA DE ISRAEL a pesar del hecho de que el plan árabe pide a Israel que rinda Jerusalén este, norte y sur, Judea y Samaria, y los Altos del Golán a Hamas y Siria y que Israel permita que entre 4 y 5 millones de árabes hostiles nacidos en el extranjero se disfracen de «refugiados árabes» para emigrar a lo que quede de su territorio.

Como deja claro el plan «de paz», todas estas maniobras israelíes suicidas tienen que llegar antes de que los estados árabes estén dispuestos a considerar siquiera tener relaciones «regulares» (sea lo que sea lo que signifique esto) con el indefendible y desaparecido estado judío. Comentando la posición del gobierno, el funcionario explicaba, «no rechazaremos esto de primera mano».

No es sorprendente que el Primer Ministro Ehud Olmert y la Ministro de Exteriores Tzipi Livni se estén comportando de esta manera. Después de todo, son los mismos líderes que provocaron la derrota de Israel en el Líbano en la guerra del pasado verano frente al ejército satélite de Irán, Hezbolá.

El pasado verano, Olmert siguió la iniciativa de Livni de rechazar como opción la victoria militar. Siguiendo el desafortunado y derrotista consejo de Livni, Olmert pospuso la esencial ofensiva sobre el terreno en el sur del Líbano hasta que era demasiado tarde, para suponer alguna diferencia, y en su lugar optó por un alto el fuego negociado.

Al igual que en el caso del plan árabe «de paz», el alto el fuego que Israel apoyó con tanto entusiasmo el pasado verano fue estratégicamente desastroso para el país. La resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU puso a Israel en el mismo plano que la organización terrorista Hezbolá; evita que Israel tome medidas para defenderse; no exige la devolución segura de los rehenes del ejército Eldad Regev y Ehud Goldwasser; permite que Hezbolá se rearme y asegure su control sobre el sur del Líbano; y saca del atolladero a los estados patrocinadores de Hezbolá, Irán y Siria, por completo en su guerra ilegal de Hezbolá contra el estado judío.

La historia reciente demuestra que tanto Estados Unidos como Israel van a pagar con creces el oportunismo de nuestros débiles líderes políticos. Sólo cabe esperar que los pueblos israelí y americano hayamos aprendido lo bastante de nuestras experiencias y exijamos que nuestros líderes abandonen su irresponsable comportamiento antes de que el precio de su cobardía y su avaricia sea insostenible.

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