El poder de la debilidad

Uno no debe subestimar nunca el notable poder de la debilidad. Al abogar por la desventaja y hasta exagerar las limitaciones, es posible acrecentar la ventaja y el peso.

¿Suena inverosímil? Quizá, pero basta con mirar a los dos protagonistas en peor situación nunca vista en esta región – Ehud Olmert y Mahmoud Abbás. Ambos convirtieron sus notables deficiencias en fuente de autonomía. Contra más inestable parece ser su situación, mayor es su permanencia en el poder.

Escribe Sarah Honing que, en otras palabras, es tan erróneo como equivocado pueda estar desechar estos penosos políticos en apariencia y despreciar aquellas cursiladas que puedan defender.

Su potencial para causar mucho más perjuicio incluso que el desbordante daño que ya han provocado no debe ser minimizado. De ahí que cuando estos dos coinciden, y después niegan las filtraciones sobre entendimientos tácitos que han alcanzado, es hora de que nos preocupemos más. No hay modo de saber qué complots atolondrados habrán concebido cortejando desesperadamente a los fanáticos que intentan estimular algún equilibrio módico a cualquier precio.

El precio, por supuesto, será abonado por usted y por mí. La factura se dispondrá después de que Ehud y Mahmoud sean agasajados por el Presidente norteamericano George W. Bush en la tan anunciada conferencia de paz de otoño. La idea es alcanzar un acuerdo entre los dos frenéticos marginales, mientras todo el tiempo están unidos por el más fuerte de los vínculos — su abismal debilidad. Esa es su indisoluble coincidencia de intereses.

Es tentador lamentar toda la iniciativa GW-Condolizza como otro espectáculo grandioso preparado más, igual que todas las galas de presentación de procesos estancados anteriores, será un fraude más. El hecho de que tanto la Autoridad Palestina como Israel estén representados por las cabezas pensantes que han perdido de manera patente cualquier apoyo público que hubieran tenido alguna vez, hace irresistible burlarse de cualquier plan que dependa de su autoridad para impulsarlo .

PERO, CONTRARIAMENTE a la salud lógica, la fuerza de la debilidad hace a los dos casi invencibles. El hecho de que Abbás fuera ignominiosamente expulsado de Gaza a puntapiés ha aflojado las riendas de todo el mundo libre (incluyendo, sobresaltadamente, a Israel). Abbás disfruta de más flujo de dinero del que pudo soñar nunca de antemano. Es llevado entre algodones, reforzado y alentado para impedir que «los terroristas buenos» de Fatah se pasen a «los terroristas malos» de Hamas.

América entrena a los partidarios de Abbás. Israel libera a criminales convictos y deja de perseguir a los terroristas más buscados. Jordania ofrece tropas para respaldar su fracasado mandato, y eso apenas es la punta del iceberg. Contra mayor es la debilidad que manifiesta Abbás, menores son los compromisos que le son exigidos por parte de Condi y, por tanto, mayores son las concesiones que se exigen a Olmert.

Según el sentido común, la inseguridad política de Olmert imposibilita cualquier cumplimiento traumático de los dictados de Washington. Su postura ultra-raquítica le evita pasar revista a la mayoría de las penosas rendiciones, se argumenta. Pero se cumple precisamente lo contrario. El cansancio de Olmert, su falta de cualquier rigidez y la negatividad son disfrazadas de resolución, intrepidez y optimismo. Además, Olmert es apoyado por docenas de parlamentarios carentes de cualquier perspectiva de reelección. Harán lo que sea para agotar su mandato — hasta votar lo que ninguna otra legislatura de Jerusalén se atrevió ni remotamente a poner sobre la mesa . Olmert puede chantajear a la Knesset como pocos premieres podrían hacerlo.

De hecho, los primeros ministros anteriores desafiaron la colosal presión encaminada a disponer a Israel en el papel de sacrificio en una conferencia internacional-regional donde el único punto de la agenda es privar a Israel de sus activos estratégicos con el fin de hacerlo más vulnerable, poner en su sitio a esos insufribles judíos, fortificar a los genocidas enemigos del estado judío, apaciguar el islamofascismo, y así desactivar temporalmente las amenazas contra Estados Unidos, la Unión Europea o los regímenes árabes en supuesto peligro.

El variado historial de los presidentes y potentados ansiosos por participar en la conferencia proyectada abierta a cualquier posibilidad, en la práctica, suscriben una variante simple del método certero de mantener en su curso al sol y mantener bien engrasadas las ruedas del universo, según el México precolombino. Los aztecas ofrecían tributos humanos para mantener la complicidad de sus supuestos dioses.

La principal deidad, Huitzilopochtli, por ejemplo, se saciaba con la sangre de víctimas cuyos corazones eran arrancados — aún latientes — de los pechos vivos y levantados al aire para impresionar al ser sobrenatural. Los cadáveres saqueados eran entonces arrojados a las animadas multitudes y un verdadero frenesí seguía, con juergas, banquetes y felices bailes y canciones con el fin de celebrar la pacificación del dios sol con otra ración de carne de sacrificio.

La encomiable causa — evitar el cataclismo global — era lo bastante vital para racionalizar el horror. Tanto que la atrocidad se transformaba en una ocasión festiva a la cual las multitudes se agolpaban con gran anticipación a la liberación de la adversidad.

Y ESA ES EXACTAMENTE la anticipación que la convocatoria «de paz» del Departamento de Estado-Casa Blanca genera, incluso si los sacerdotes en el poder ya no vacían de vísceras a la indefensa víctima en la cima de una pirámide cubierta de sangre. Cuando Israel es conducido a su propia ejecución ceremonial, no hay casquería discernible. Nadie reconoce siquiera una consecuencia potencialmente grotesca derivada de los acuerdos alcanzados. Los detalles de las zonas de patrimonio judío que Israel cederá a enemigos que siguen implacables no se determinan de manera inmediata necesariamente. Pero el principio ha sido proclamado: la cuna de la nación judía puede ser arrancada al estado judío, convertida en estrictamente Judenrein, y transformada en nuevas bases del terror, cada vez más cerca de los centros de población israelí más poblados.

Todo esto es descrito con eufemismos como «un nuevo horizonte [de progreso]». La masacre del sacrificio inicial, al menos, será decorosa, y la repulsividad resultante convenientemente desvinculada del ritual.

Pero la sed de sangre sigue siendo tan dominante como constante. Basta con ver la afición desbordada del quién es quién de la comunidad internacional con vistas a las emociones próximas. Pierden los zapatos con excitación, salivan prodigiosamente. Son los tumultos estáticos al pie del mega-altar mesopotámico, sedientos de muertos.

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