(PD).- En unas declaraciones concedidas a la BBC este lunes, el monarca criticó al gobierno de Tony Blair «por no haber utilizado la información que le envió Arabia Saudí sobre posibles ataques terroristas, y que podrían haber evitado los atentados del 7-J en el metro de Londres«.
Semejantes declaraciones encierran una considerable dosis de cinismo -señalan los observadores-, teniendo en cuenta que la mayoría de los terroristas del 11-S fueron saudíes, que Bin Laden es saudí, que predicadores de esa nacionalidad fomentan la yihad en mezquitas del mundo occidental y que el reino ha sido incapaz de evitar diversos atentados en su territorio. El comité parlamentario de Inteligencia y Seguridad no halló en su investigación indicio de que información alguna suministrada por Riad hubiera permitido evitar el golpe.
En sus declaraciones a la prensa el secretario de Estado del Foreign Office, Kim Howell, olvidó decir que Arabia Saudí es el principal mercado del Reino Unido en la región y compra bienes y servicios por valor de 3.500 millones de libras anuales (unos 5.300 millones de euros). Empresas como el banco HSBC, la petrolera Shell y la multinacional armamentista BAE tienen importantísimos intereses financieros en un país donde trabajan 20.000 británicos.
La visita de Abdulah, que se alberga desde anoche en el palacio de Buckingham, ha vuelto a resaltar las contradicciones de un Labour que, por un lado, presume de ético y, por el otro, antepone el dinero a cualquier otra consideración, ya sea en el tratamiento con guante blanco a los huéspedes de esta semana (productores de más de una octava parte del petróleo mundial) o en la venta de títulos nobiliarios a cambio de préstamos preferenciales para financiar campañas (un escándalo que afectó al prestigio de Tony Blair), según recoge hoy La Vanguardia.
